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LA RESTAURACIÓN DE LAS PIEZAS DE LA COLECCIÓN DEL MUSEO ETNOGRÁFICO DE GRADO

Natalia Díaz-Ordoñez Melgarejo

Desde julio de 2003 hasta junio de 2004, el taller de empleo “Grado artesano” a llevado a cabo diversas labores de restauración en las piezas pertenecientes a la colección del Museo Etnográfico.

La restauración de material etnográfico debe plantearse desde unos criterios básicos de actuación, primando siempre el respeto a la pieza, a los materiales que la componen y a las huellas de uso que nos revelan su historia.

Estos criterios nos acercan más a los empleados en la piezas arqueológicas que a la restauración de mueble. En cuanto a que lo que priman son las labores de conservación, buscando la perdurabilidad de la pieza en el tiempo con la mínima alteración posible de su aspecto estético.

Por ello nuestras actuaciones vienen determinadas en un orden escrito.

En primer lugar, cuando la pieza llega a nuestro taller se realiza un Informe-ficha en el que se documentan tanto el estado actual de la pieza, sus patologías, sus medidas y características, materiales que la componen, tipos de acabado, intervenciones posteriores, etc. y se sacan numerosas fotos que atestiguan el estado en que la pieza llega a nuestras manos.

Una vez estudiada la pieza, comenzamos por dilucidar los tratamientos a seguir, realizando pruebas y analíticas que nos demuestren cuales serán los tratamientos y productos óptimos para realizar la intervención.

En el caso bastante frecuente de intervenciones anteriores será necesario decidir además cuales se considerarán propias del mantenimiento habitual de las piezas y cuales habrán de ser eliminadas por considerarseinadecuadas.

Inadecuadas resultarán aquellas que puedan producir lesiones a la pieza o que alteren en mayor o menor medida su acabado original.

Como ejemplo de intervenciones a eliminar podemos citar encolados inadecuados en objetos de cerámica, pinturas como el minio o pavonado en el caso de los metales de forja, o madera, barnices sintéticos de aplicación reciente u oxidados y deteriorados por el paso del tiempo.

Las limpiezas, la eliminación o no de un barniz, de restos de pintura o de otros elementos con los que la pieza llega a nuestras manos, dependerá en cada caso de que le sea propia y original a la pieza en cuestión y del estado en que se encuentre. Así por ejemplo, un barniz con el paso del tiempo oxida y oscurece muchas veces tanto que cambia sustancialmente el color de la pieza en ese caso será conveniente sustituirlo por otro.

Sin embargo, las pátinas originales de los metales o de los aperos ese color característico de su uso y del paso del tiempo deberán ser respetados, no queremos objetos como nuevos buscamos la historia de cada pieza, incluyendo en ella todos sus avatares.

En el caso concreto del carrito del afila que se encuentra en el Museo encontramos numerosos repintes de una pintura acrílica azul, es decir en algún momento de su “vida” fue completamente policromado en azul, sin embargo no es algo típico o común a estas piezas lo que nos determinó a eliminar estos repintes en su totalidad eso sí no sin antes documentarlo todo en su ficha y sacar algunas fotos.

En el caso de pérdidas volumétricas se valorará la idoneidad o no de la reposición de las mismas. Consideraremos necesario la reposición de piezas en el caso de que las pérdidas afecten a la estructura, y en el caso de elementos decorativos siempre que dificulten la correcta lectura de la obra.

En un rastrillo un diente perdido, no es susceptible de reposición puesto que la obra en sí misma se entiende y completa sin esta pieza, pero en el caso de una zapica sin bocín o de la roseta agrietada en el frontal de un arca consideramos apropiada la reintegración volumétrica y cromática de estos elementos y se elimina una grave perturbación en la contemplación del mismo. En el caso de la jarra siempre tenderíamos a imaginar como sería con el bocín y en el del arca la grieta siempre tendría un excesivo protagonismo.

A la hora de seleccionar los productos a emplear, procederemos siempre con los más inocuos tanto para la pieza como para el medio ambiente, además será necesario que estos productos “añadidos” puedan eliminarse fácilmente sin dañar al objeto original, de tal modo que nuestra intervención sea reversible.

Un claro ejemplo de ello lo constituyen las colas orgánicas, (una vez más las técnicas tradicionales superan a las de fabricación industrial), las colas de carpintero o cola fuerte, de conejo,… pueden ser eliminadas con agua caliente doscientos años más tarde de haberse encolado con ella algún objeto de madera, sus residuos son fácilmente eliminables, y además tiene más tiro que una cola blanca de las que se utilizan hoy en día en carpintería, estas además se retiran con mucha dificultad a las pocas horas de su utilización y son prácticamente imposibles de eliminar en su totalidad al cabo de unas semanas.

Un barniz tradicional como la goma laca, es lento y dificultoso de aplicar, pero susceptible de ser modificado para conseguir más o menos brillo, coloreado o no, etc., es decir sus cualidades son fácilmente controlables por el restaurador para adaptarlas al estilo de una pieza. De un barniz sintético se desconocen parte de sus ingredientes, es menos modificable y además no es reversible.

Por ello el conocimiento tanto de la composición de los productos empleados como de las técnicas de ejecución tradicionales es completamente necesario en nuestra formación y nos permite crear productos específicos para cada objeto con diluciones y características adaptadas a una pieza concreta.

Concluyendo, la restauración, hoy en día debe ser entendida como una ciencia que estudia y se interesa por los materiales que trata, procurando su conservación en el tiempo y la permanencia de su estética característica y propia sin alteraciones o modificaciones.

Natalia Díaz-Ordoñez Melgarejo

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