Villa de Grado - Asturias - España
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FERNANDO ALVAREZ MIRANDA (1786-1858) Por Francisco FEO PARRONDO Universidad Autónoma de Madrid En un número anterior de Viejo Cubia (número 3, 2004, páginas 49-50) publicamos un breve artículo sobre Francisco Tames Hevia, uno de los principales personajes de la primera mitad del siglo XIX oriundos del concejo de Grado, tarea que continuamos con el presente trabajo sobre Fernando Alvarez Miranda con la finalidad de dar a conocer otra de las personalidades claves para entender la historia de este concejo, y de buena parte de Asturias, en dicho periodo. Como fuente básica manejamos un manuscrito fechado en Madrid el 4 de enero de 1819 que se conserva en el Archivo Histórico Nacional (Madrid), sección Consejos, legajo 13.356 (13) y que reproducimos literalmente entrecomillado a continuación: “Relación de los títulos, méritos y servicios del licenciado don Fernando Alvarez Miranda, abogado del ilustre Colegio de la ciudad de Oviedo. Es hijo legítimo; de edad de treinta y tres años que cumplirá en veinte y tres de julio del presente año; hijodalgo notorio, natural de la parroquia de Trubia, concejo de Grado, en el Principado de Asturias. Tiene diez y ocho años de estudios mayores: tres de Filosofía, y los restantes de Leyes y Cánones en la Real Universidad de Oviedo, en la que tuvo varios actos menores en Filosofía; arguyó en dos Quódlibetos; y por encargo de una de las Academias de Leyes y Cánones en dos actos mayores, que defendieron los catedráticos de Prima de dichas facultades. Ha sido Individuo por espacio de seis años de una de las Academias de Leyes y Cánones de la expresada Universidad, desempeñando cumplidamente los ejercicios que debía tener como Académico; y los oficios de Fiscal, Secretario y Gimnasiarca, para los que fue nombrado en tres años consecutivos por la referida Academia. Precedidos los cursos y examen que prescriben las Leyes, recibió en el mes de julio de mil ochocientos tres los grados de Bachiller en ambos Derechos, en los que fue aprobado nemine discrepante; y el de Licenciado en Cánones en diez y nueve de agosto de mil ochocientos siete, todo por la misma Universidad. En San Lucas del mismo año le nombró el Claustro de la expresada substituto de la Cátedra de Historia Eclesiástica; encargo que desempeñó durante todo el curso en varias ausencias y enfermedades del propietario. En San Lucas de mil ochocientos doce fue igualmente nombrado substituto de la Cátedra de Prima de Cánones, la que regentó por sí solo hasta San Juan de mil ochocientos trece, y desde San Lucas de este año hasta el San Juan de mil ochocientos catorce; y en siete de diciembre del mismo año se hallaba sustituyendo en la referida Universidad la Cátedra de Instituciones Canónicas, para la que había sido asimismo nombrado por dicho Claustro en el San Lucas anterior. En ocho de junio de mil ochocientos doce fue examinado y aprobado para ejercer la Abogacía por la Real Audiencia de Asturias; y en cinco de septiembre de mil ochocientos trece incorporado al ilustre Colegio de Abogados de la ciudad de Oviedo. Habiendo el Principado declarado la guerra a Francia en mayo de mil ochocientos ocho, se presentó a la Junta del mismo, ofreciéndose para lo que se le considerase más útil, absteniéndose de solicitar alguno de los muchos destinos de consideración, a que le abrían paso su mérito y las circunstancias; habiéndose determinado enviar Comisionados a Inglaterra, se le nombró secretario de la Comisión, y se embarcó con este destino en treinta de dicho mes. Permaneció en Londres, desempeñándole sin sueldo con el mayor celo y actividad hasta el mes de noviembre del mismo año, en que por disposición de la Junta Central volvieron a España todos los Comisionados de las Provincias. Restituido a Asturias fue nombrado Oficial primero de la Junta Superior, destino en que se portó tan a satisfacción, que por este motivo, la conducta que había observado en Londres, su acreditada opinión, fiel y constante adhesión a la justa causa, la Junta le recomendó eficazmente a la Central en representación que al efecto le dirigió en treinta y uno de agosto de mil ochocientos nueve. Habiendo cesado la Junta Superior en sus funciones por haberle encomendado estas al Excelentísimo Señor don Antonio de Arce, y verificada la segunda invasión de los franceses en enero de mil ochocientos diez, el Comandante general de Alarmas del Principado le nombró Comandante de la del partido de Alfoz, comprehensivo de nueve parroquias; y desempeñó esta difícil y arriesgada comisión (por la que ha sido especialmente perseguido por los enemigos, y saqueada su casa repetidas veces) con el mayor celo y acierto, mereciendo en todas ocasiones la aprobación y elogios del General don Pedro de la Bárcena, a cuyas órdenes estaba; y en virtud de ellas se batió con el enemigo, mandando la gente de su alarma en varias acciones de guerra que tuvo en el mes de febrero de aquel año con las tropas de dicho general; recogió crecido número de dispersos; circuló los pliegos del Real Servicio en circunstancias muy difíciles; hizo varios reconocimientos sobre la capital para averiguar las fuerzas del enemigo; y cubrió y defendió de éste una línea sobre el río Nalón de extensión de tres leguas desde el pueblo de Palomares hasta el de Santa María de Grado, hasta que replegándose los enemigos sobre el Oriente del Principado, se le nombró de nuevo Oficial primero de la Junta Superior que se volvió a crear, a la que siguió constantemente de montaña en montaña hasta el mes de junio de mil ochocientos once, en que los enemigos evacuaron la provincia. Teniendo la Junta Superior por indispensable un Comisario de Guerra que desempeñase a su lado las funciones de tal, le nombró Comisario de Guerra Honorario sin sueldo en doce de abril de mil ochocientos diez, encargo que ejerció durante la invasión, juntamente con el de Oficial primero con sólo el auxilio de dos amanuenses con tanto celo y actividad, que mereció que la Junta, haciendo expresión de este mérito y los anteriores, pidiese a la Regencia del Reino en nueve de septiembre del mismo año, que aprobando el nombramiento de Comisario de Guerra Honorario, le librase el Real Despacho de Comisario de Guerra efectivo, o le confiriese otra plaza proporcionada a su mérito; y recordando la misma solicitud la Junta en veinte y cuatro de julio de mil ochocientos once, la Regencia mandó en veinte y cinco de agosto del mismo año que se le colocara en la plaza de Comisario de las Reales Fábricas de Asturias, lo que no tuvo efecto por haberse hecho presente por el Ministerio de Guerra estar ya provista dicha plaza. Restituida la Junta a la capital en junio de mil ochocientos once continuó en el destino de Oficial primero de la misma, siguiéndola siempre en las repetidas emigraciones a que la precisó el enemigo; y mereciéndole entera confianza, y la de que autorizase sus actas en varias enfermedades y ausencias del Secretario, y el encargo de algunas comisiones importantes, que cumplió exactamente. Habiendo fenecido la Junta Superior, fue nombrado Oficial primero de la Diputación Provincial de Asturias, portándose en este empleo con su acreditado celo e integridad, hasta que se disolvió esta Corporación. Jamás tuvo el menor roce ni inteligencia con el Gobierno intruso o sus partidarios; antes por el contrario manifestó siempre los sentimientos más constantes por la causa de la Religión, del Rey y de la Patria. Así resulta de los documentos, que se me exhibieron y devolví. Madrid, enero 4 de 1819”. Este manuscrito deja clara constancia de su papel en la Guerra de la Independencia. Como complemento del mismo, Alvaro Fernández de Miranda en el libro “Grado y su concejo”, escrito a comienzos del siglo XX (y reeditado en Oviedo en 1982, con 384 páginas) sólo señala que Fernando Alvarez Miranda figura entre los que firmaron el 31 de agosto de 1813 el acta del Ayuntamiento de Grado que celebraba la proclamación de la Constitución tras los festejos de los días 28 a 31 de dicho mes (páginas 243-246). Más amplia es la anónima biografía de Fernando Alvarez Miranda en la Gran Enciclopedia Asturiana (Gijón, Silverio Cañada, 1981, tomo 1, página 166) en la que se señala que nació en 1780 (seis años antes de lo apuntado en el manuscrito), que era abogado, profesor y publicista. En 1816 obtiene el Doctorado en Derecho y pasa a formar parte de los Reales Consejos y de la Sociedad de Amigos del País de Oviedo, siendo miembro de las Juntas Generales del Principado entre 1815 y 1818. En 1820 es nombrado secretario del Gobierno civil de Santander y dos años después del de León. Tras regresar a Oviedo ejerce como catedrático en la Facultad de Jurisprudencia. Al oponerse al régimen de Fernando VII es desposeído del título de doctor y expulsado de la Universidad hasta la amnistía de 1833. En 1836 es elegido diputado provincial por Oviedo y el año siguiente por el distrito de Cangas de Onís. Posteriormente fue elegido diputado a Cortes varias veces por Cangas de Tineo, tarea que compartió con la de juez de primera instancia y fiscal de la Audiencia y con la Cátedra en la Universidad ovetense en la que impartió docencia sobre Disciplina de la Iglesia hasta su fallecimiento en 1858, lo que implicaría una larga y ajetreada vida (72 años si nos atenemos al manuscrito y 78 si seguimos la Gran Enciclopedia Asturiana) de este oriundo de la parroquia de Santa María de Trubia, uno de los personajes más significativos, de la primera mitad del siglo XIX, oriundos del municipio de Grado. Francisco FEO PARRONDO |