SAN
JUAN DE PEÑAFLOR
A orillas del río
Nalón, a dos kilómetros de Grado, y dominado por dos
erguidas peñas de diamantina dureza que dan paso al río,
está situado este lugarillo, que es de muy antiguo origen
y logró cierta celebridad; llamóse un tiempo Villaflor
y Santo Dolfo
de Peñaflor,
y cuéntase que en ocasiones presumió de villa, queriendo
rivalizar con la Pobla de Grado, su vecina.
La jurisdicción
ó coto de Peñaflor tenía una legua de circunferencia
1.538 días de bueyes, 70 casas, una panera, 36 hórreos,
un sastre, un herrero, dos tejedores y 14 pobres de solemnidad el
año 1783*.
Y por declaración de este Ayuntamiento á la Diputación
del Principado, en ocasión de mostrarle su imposibilidad
de cumplir todo lo mandado en nuevas Ordenanzas generales*,
"estaba el terreno especialmente utilizado en sembrar lino,
que llaman de Berano, no pudiendo cocerle en el Nalón;
algo de cáñamo, poco, careciendo de beneficio tan
preciso, sin que puedan hacerse pevidales más que de castaño
y roble, porque lo a propósito para otra cosa es de personas
poderosas, sin residencia aquí"; y si bien no escaseaba
el viñedo, según aquella declaración, nada
más que muy corta porción de terreno era del común,
"que roturaba la gente pobre en sitios que no podían
privar camino, fuente ni reguero, y sólo por cuatro años,
pasando otros tantos en abertal antes de ser utilizado nuevamente,
siendo imposible al Municipio comprar sitios para pozos, como era
su deseo, para defender la cría de la pesca, hallándose
cargada la pobreza con 20 ducados anuales, a más de la subida
de rentas." Respecto a los recursos de la jurisdicción,
procedían de una taberna, única en el pueblo, arrendada
por años, pagándose a las Arcas Reales por encabezado
300 reales anuales, y si había algún sobrante, "se
aplicaba para berederos de Reales órdenes y salarios
del escribano del Ayuntamiento, que era de Grado, y servía
para las demás jurisdicciones."
Al son de campana tañida
juntábanse los regidores en el pórtico de la iglesia
parroquial, "sitio señalado para tratar y conferir los
negocios concernientes al Real servicio y utilidad de esta república",
y sólo en determinadas ocasiones se reunían en la
Casa Consistorial, fundada cuando el coto era Obispalía,
como indica el escudo de su fachada, de parda cantería.
La regulación
de frutos para diezmos -por un quinquenio subía próximamente
a 12 fanegas de escanda, 80 de maíz, 13 de judías,
6 de castaña, media de nueces, 14 libras de lino, 12 carros
de hierba, 6 cántaras de vino, y por el esquilmo de leche,
miel, cera y chotos, 24 reales.
La amenaza constante
de Peñaflor era el Nalón, cuyas aguas lo arrasaron
veces diversas, y de ahí que, temerosos sus habitantes, en
las grandes avenidas amarrasen á los árboles los hórreos
y paneras que amagaba llevarse la corriente.
Cuenta el Canónigo
Tirso de Avilés, refiriéndose al año 1586,
que las lluvias hicieron crecer "tan breve y arrebatadamente
los ríos y arroyos del Principado, que las gentes ribereñas,
sorprendidas en sus casas, se subían a los árboles
y tejados, y así estuvieron algunas días enteros,
y en el lugar de Peñaflor se averiguó que el agua
entró por todas las casas y quedaron dentro de ellas muchos
salmones y truchas, que se quedaron en el sable, que quedó
dentro de ellas, y algunas pípas, con el vino, andaban nadando
por las bodegas, y algunas casas del dicho lugar se cayeron, y el
camino por de fuera se perdió del todo, y en la hera de dicho
pueblo, que estaba una gran parte de una peña algo movediza,
desapareció del dicho lugar de donde estaba y la llevó
el río, que parece cosa increíble."
Conservase memoria de
la avenida de 1831: las aguas llegaron a socavar los cimientos de
varios edificios; registráronse algunas desgracias, y los
vecinos de Anzo se vieron imposibilitados de recibir los auxilios
espirituales, e interceptado el camino real durante varios días,
no pudieron pasar las tropas que se dirigían al Ferrol.
La invasión del
camino por las aguas era frecuente, y ya en 1760 pagó la
Diputación 4.000 reales por el arreglo de esa calzada y el
paredón de defensa*.
Pero esas mismas aguas,
que tantos daños causaron, pudieran reportar soñados
beneficios de aprovechar su fuerza, formando
un fácil salto de 4.000 caballos, como se proyectara, y aplicar
la energía a las industrias de Oviedo, Gijón y Avilés,
y las que establecerse pudieran en Grado y Peñaflor. Sólo
acaso juicios poco prácticos han impedido que a estas horas
fuera un hecho lo que ha de quedar confiado al porvenir.
Del renombrado pozo del
puente, citado en los escritos, desaparecieron los salmones,
causa de su celebridad, debido, más que a las "máquinas"
o artefactos dedicados a pescarlos, a las excreciones del carbón
que arrastran las aguas, ahuyentando los peces, siendo segura la
despoblación absoluta de los ríos de Asturias, de
seguir incumplido lo que la Ley preceptúa.
Por el lugarcillo de
Peñaflor pasaba el antiguo camino real, como pasa hoy la
carretera de Occidente, que divide el caserío y el ferrocarril
Vasco, a cuyos fuertes muros y escollera debe Peñaflor verse
libre, para siempre, de las iras formidables del Nalón. junto
a dos túneles, en Llera, tiene el ferrocarril una estación,
la de Vega, de exiguas proporciones, pero suficientes para el servicio
que está llamada a cumplir.
Otros tres lugares, además
de la capital, comprende esta feligresia: Anzo, que antiguos escritos
llaman villa de Anzo, y figura en un documento de 1240 "entre
Bayas y Panizales"; no era de la jurisdicción de Peñaflor,
pero si de su parroquia, como lo ha sido siempre; Sestiello, cuyos
vecinos pagaban por sus viñedos el quiñon o
cuarta parte de su cosecha, a Doña Mayor de Navia, vecina
de Oviedo, y a Doña Juana Valdés, de Avilés,
y Vega de Anzo, que pertenecía a Gurullés antes del
ultimo arreglo parroquial, y tiene o tuvo ciertos derechos sobre
los pastos del Estrellero, isla del Nalón, que le disputaban
sus vecinos de Las Regueras.
En una cumbre cercana
al lugar de Peñaflor, y dominando la vega, levantase la blasonada
casa de La Campona, fundada por los De Marines ó Das Marinas
(de ilustre cuna, oriundos de Las Regueras, aunque tuvieron residencia
secular en Peñaflor), en sustitución de la primitiva
que tenían abajo en el pueblo, y había sido destruida
por las aguas del río. Tiempo adelante, y por
enlace con los Das Marinas, pasó a los Jove el "palacio"
como todo el vínculo de aquella familia. Sirvió de
cuartel la expresada casa a las tropas de Napoleón, que luego
la entregaron a las llamas, y se reedificó terminada la guerra
contra el Imperio*.
Refiérese que,
en las primeras edades, un notable sacudimiento geológico
rompió la sierra de la Peral, dique del Océano por
este lado, y se formó el inmenso boquete de Peñaflor
por donde las aguas del mar, precipitadas, inundaron la vega de
Grado. Muy atrevida es la afirmación, pero existen indicios
que la hacen verosímil.
Los monumentos romanos
que menciona el historiador Masdeu, un altar dedicado al relámpago
y una imagen de Venus Augusta, no existieron en Peñaflor
de Asturias, y probablemente alude a Peñaflor de Sevilla.
En 1144 hubo una Real
donación de una tierra y otros bienes junto al puente de
Peñaflor para fundar un hospicio-alberguería,
después hospital, que arrasó el río con varias
de sus tierras, y hasta no hace mucho continuaron pagándose,
y se depositaban tres reales al año por dos porciones de
heredad que habían pertenecido al mencionado hospital*.
De época y estilo
románico era la iglesia parroquial de San Juan, y lo acusan:
el arco de medio punto de la puerta de entrada con ornamentación
ajedrezada; el presbitero, con bóveda de cañón,
seguido; el arco de triunfo y sus pequeñas columnas, cuyos
capiteles representan animales diversos y raros, y algo de la sacristía;
todo lo demás ha sido reformado modernamente. Fue iglesia
de asilo, y las férreas argollas que lo atestiguaban, sujetas
al pórtico, desaparecieron con parte del mismo al construirse
la carretera, que roza el templo.
A la salida del puente,
en límites de Peñaflor, estaba la capilla de San Blas,
llamada del Obíspo, muy traída y llevada de las consejas
del lugar. El tesoro de la torre, sus primorosas alhajas y montones
de oro, preocupaba sobremanera al vecindario, que lo supuso robado
más de una vez; pero solamente consistía esa riqueza
en algunas alhajas dedicadas al culto (la de más valor un
crucifijo de oro), y en diversidad de monedas de escaso mérito,
procedentes de limosnas. Se ordenó el derribo de la capilla,
so pretexto de interrumpir el camino hacia el año 1863.
En la angostura que forma
la sierra de la Peral, por donde, aprisionadas, pasan mugiendo las
aguas del Nalón, yérguese, alto y severo, el famoso
puente de Peñaflor, de carácter románico y
de cinco arcos, con una elevación de más de 20 metros
el mayor de ellos;
recuerda por su belleza al de Cangas de Onís, más
airoso quizá, pero no más artístico, siendo
reputados los dos puentes de más mérito histórico
de la provincia.
Se construyó á
principios del siglo XVI, y casi destruído por una imponente
avenida, reedificóse en 1736; y vuelve á sufrir desperfectos
en 1757, y otros de mayor consideración, á juzgar
por las obras contratadas, en el de 1760*;
y algo menores los sufre en 1787, y en el de 1805 por último,
en que la Diputación ordenó, como siempre, hacer los
reparos á la brevedad posible á costa de los caudales
comunes del Principado*.
Mas desde entonces, la
solidez de esa magnífica obra y su fuerte estribación
en dura roca la han hecho resistir las tremendas furias de la corriente
sin gran menoscabo, á pesar del largo abandono en que se
le ha tenido, hasta que el Estado se hizo cargo del puente*.
Une éste, y parten términos á su salida, los
Concejos de Grado, Candamo y Las Regueras, y en otros tiempos era
forzoso paso de Grado para Oviedo y Avilés.
Idéntico servicio
prestaba, antes del que nos ocupa, otro puente, de carácter
románico también, aunque de menos mérito, construido
en el siglo XII, que había sido arrasado por las aguas, como
lo fueron otros puentes de madera que sucesivamente hubo en estos
mismos sitios desde tiempo inmemorial.
Fue Peñaflor
behetría, y los vecinos del coto más de una vez chocaron
por desacuerdo al elegir, libremente, el señor que debía
protegerles á cambio de reconocer su autoridad y pagarle
tributos.
Fue después
Obispalía, figurando como tal en la célebre Carta
del Rey D. Juan I (1381), en la que manda no se paguen tributos
a su hermano el Conde D. Alfonso, porque se entromete de poner Justicias
é de pedir viandas, e yantares, é manferir escuderos,
e pedir bestias... recibiendo con ello esos señorios gran
daño, de tal manera que se despueblan e destruyen cada día.
Redimióse de la
jurisdicción episcopal, por su propio esfuerzo, reinando
Felipe IV, el año 1644, cuyo documento contenía la
curiosa cláusula de que los vecinos y hombres buenos de Peñaflor
pudiesen alzarse contra el Señor Rey si les vedase sus fueros*.
Obtuvieron la gracia de los Oficios de juez, Regidor, Alcalde Mayor,
Alcalde de la Santa Hermandad, Alcalde Ordinario y Procurador General,
todos por el Estado Noble, haciéndose las elecciones el día
primero de enero de cada año, por el sistema de cédulas*.
Mandaba delegados a la
junta General del Principado, donde tuvo el asiento número
40, y figuraba, en 1659, en el llamado Partido de Obispalía,
formado de las villas y cotos de señorío, y Concejo
redimidos. Ocupó el 3.º y 6.º y más tarde,
hacia 1800, el
5.º lugar en dicho Partido, derecha del Presidente, entre las
24 jurisdicciones representadas; pero sólo tema, como las
de su clase, la tercera parte de voto para el nombramiento de apoderados,
y siguió siendo Concejo de representación mermada
hasta muy entrado el siglo anterior, cuando se incorporó
a Grado*.
Durante la guerra de
la Independencia sufrió mucho Peñaflor; diversas veces
fue teatro de lucha terrible y de actos vandálicos perpetrados
por el invasor, como veremos en el capítulo correspondiente.
Importantísima posición estratégica, estuvo
siempre cubierta por unos u otros beligerantes, que establecieron
fortines y guardia constante en las dos peñas que dominan
el lugar, y casi siempre llenaron este servicio los de Peñaflor,
alternando entre ellos, aun hallándose fuera de Asturias
el enemigo*.
A esas dos peñas subió el francés varios hórreos
y paneras, que le sirvieron de garita y albergue, y más de
una vez se hundieron, aserrados los pegollos por los animosos hijos
de esta jurisdicción. Ellos, todos, mujeres y niños,
ayudados por los de Grado y otros vecinos de los contornos, fortificaron
con afán puente y peñas para atajar el paso a Ney
cuando invadió el Principado avanzando sobre Oviedo. Todavía
se ve la carril abierta para subir á la peña del Viso
un antiguo cañón de hierro y los restos del parapeto
en que se emplazó la pieza, la que de nada sirvió
al cabo, y hubo de precipitar al río el paisanaje en crítico
momento, para que no cayera en manos del invasor*.
Aquel día, y siempre,
lucharon como buenos, y desde la altura enviaron balas y piedras
al enemigo, que los castigó ferozmente; pero después
supieron vengarse.
La estima en que se les
tenía refléjalo la propuesta de la junta Superior
de Observación y Defensa del Principado, fecha 26 de octubre
de 1809, por la cual se conceden socorros a Peñaflor para
sostener el entusiasmo público y reparar en parte los males
que han sufrido los valientes y leales vecinos.
Y si es cierto que esta
jurisdicción fue la única del Concejo de Grado que
no se conformó con el repartimiento general ordenado por
la junta a últimos de 1811, debióse, no a falta de
patriotismo, y sí a la natural molestia que produjo la excesiva
cantidad que se le exigió, muy superior a la de 523 reales
82 céntimos que le correspondía, como llegó
a probar cumplidamente.
En el período
liberal, año de 1821, se acordó una nueva división
territorial, por la que se incorporaba este coto al Ayuntamiento
de Grado, como las demás jurisdicciones en él inclusas
(definitivamente lo fueron en 1827), y Peñaflor se apresuró
a protestar, "porque desde tiempo inmemorial había tenido
Ayuntamiento independiente y le causaba el hecho graves perjuicios",
consiguiendo al poco tiempo, como deseaba, el goce de Ayuntamiento
Constitucional independiente*,
hasta 1824, como lo gozaron también las otras jurisdicciones,
excepto Cabruñana (que nada alegó) y numerosas* parroquias,
de las que algunas ya lo habían tenido años antes,
según iremos viendo. Lo de gozar Ayuntamiento Constitucional
independiente ufanaba a éstos y los otros lugareños
aunque no se dieran idea clara de lo que significase.
Relataremos, en conclusión,
un trágico y sensacional suceso desarrollado á mediados
del siglo XVI en esta parroquia.
D. Bartolomé Felipe
de Marines, Regidor de Oviedo y Alférez Mayor perpetuo de
Sariego, se creyó ofendido en su honra por
el cura de Peñaflor, y ciego de odio va en su busca, le halla
en la iglesia y le asesina al pie del altar. Perseguido por la Justicia,
logra del Emperador la conmutación de la pena, quedando obligado
a servir en las guerras de Alemania.
En su ausencia había
dejado su hija única, Doña Lucía, al cuidado
de su hermano, Dr. D. Juan de Coudres, Regidor y Catedrático
de Leyes en la Universidad de Oviedo, y prendado éste de
su sobrina, llegó con ella a casarse*,
a satisfacción y conformidad del D. Bartolomé, que,
al regresar perdonado, encontró muy en auge sus bienes, gracias
a la honrada administración de su hermano y yerno.
¡Peñaflor!
En este lugar humilde dieron principio las célebres aventuras
de Gil Blas de Santillana; aquí pasó una noche el
gran aventurero, y aquí padeció también, bajo
la charla insufrible del ventero aquél a quien cupo la honra
de alojarle. Por cierto que el novelista Le Sage, ó quien
fuera, no bien sale Gil Blas de estos sitios, le traslada a tierra
castellana sin cuidarse de la distancia, ni vuelve en su narración
a mentar á Peñaflor.
SAN
VICENTE DE CASTAÑEDO
En la relación
de los Arciprestazgos consta esta parroquia como aneja de Peñaflor
hasta alborear el siglo XIX, que se constituyó in solidum,
siendo el primitivo patrono San Vicente, como en la actualidad,
pero en cierta época, lo ha sido San Bartolomé.
Entre los muchos bienes
y regalías otorgados a San Salvador de Oviedo por el Rey
Ordoño II en su testamento del año 921, figuraba la
iglesia de San Vicente de Castañedo, además de otras
varias iglesias y tierras de este Concejo:
...secus
flumen Cubía ecclesíam sancti Víncentii cum
adiacentiís et aprestationibus suis,*.
También Arbidio,
cognominada Doña, Juanes, con su hijo Martín Anaya,
hizo donación a la Iglesia de Oviedo, en el año 1104,
de parte que les pertenecía en el Monasterio de San Vicente
de Prámaro (llamaban Prámaro a Grado y su alfoz),
y en él tenía, con Arbidio, parte ó derecho
la expresada Iglesia*.
El Monasterio alcanzó
alguna celebridad, viéndose citado en diferentes escritos.
Situada en la ribera
del cubia, izquierda del Nalón esta parroquia, se divisa
en sus altos la capital, Castañedo, y la Iglesia de San Vicente;
y en la planicie, el lindo hotel Villa Julia, de los González
Alvarez, y Santa Julita, propiedad del Marqués de la Vega
de Anzo.
De este edificio, capilla
y panteón de familia, habla la Revista El Nalón, de
Muros, en estos términos:
"Está emplazado
el palacio de Santa Julita -dice- en la parroquia de Castañedo,
a menos de un kilómetro de Grado, sobre la carretera de Avilés.
Su traza es severa y grandiosa, obra del arquitecto asturiano García
del Rivero; rodéanle jardines bien cuidados que realzan su
belleza, y el paisaje que le cerca es, sobre todo, punto ameno y
encantador. Después de la ancha y tendida escalinata, toda
de piedra de Cornellana, de finísima blancura, se penetra
en el vestíbulo del palacio, en cuyo fondo aparece la monumental
puerta que da ingreso a la capilla, sostenida y coronada por estatuas
que campean sobre rojo mármol. El altar, que lo es también
de Carrara, y la imagen (Santa Julita) que en él se venera,
de bronce fundido y dorado á fuego, al igual que la puerta
de que queda hecha mención, son obras de sobresaliente mérito,
que acreditan la pericia y el buen gusto del escultor ovetense Cípriano
Folgueras, tan afamado en las esferas del arte. En los muros laterales,
cubriéndolos casi por entero, están dos grandes lienzos
de Uría y Robles, que tan bien manejan los pinceles; y algo
más arriba, en el arranque de la bóveda, lucen su
entonación castiza y su correcto dibujo, su pasta de color
y su briosa luz, dos preciosas figuras de Menéndez Pidal,
que representan los Sagrados Corazones de jesús y de María.
En el amplio salón, en el comedor y en la espaciosa biblioteca
(3.500 volúmenes) hay techos hermosísimos, pintados
por los artistas mencionados, y fuera larga tarea, y para nosotros
difícil, la de enumerar las bellezas artísticas que
encierra el palacio, y, sobre todo, la capilla, que si no es la
mejor, es una de las más notables de la provincia.
A poca distancia del
palacio, en lo más elevado de una cuesta, a la misma vera
de la Iglesia parroquial, está emplazado el.nuevo cementerio,
donde reposan los restos mortales de la Marquesa de la Vega de Anzo,
en el elegante y sencillo panteón de la familia. A la entrada
del camposanto, junto a la puerta de ingreso, sobre uno de sus muros,
hállanse dos grandes lápidas de mármol blanco
que contienen estas inscripciones:
"Hoc sacrum.
ecementerium, a clarissimo Viro Dre. D. ¿Emilio Martino Gonzalez
del Valle et Carvajal, Marchio de la Vega de Anzo, pluribus titulis
ae honoribus ornato, propriis expensis ac piae devotionis affectu
exstructum, a praeestantissimo etiam ac reverendissimo Domino Fr.
Raymundo Martinez Vigil 0. P., eximio Episcopo Ovetensi, comite
de Noreña, multisque ahis decoramentis insignito, coram numeroso
ac honorabili clero, magna cum pompa et apparatu, solemnissimo ritu
benedictum fuit V nkal. sextilis au Dom. MDCCCXCVIII."
Hocin sarcophago requiescunt,
carnis resurrectionem expectantes, mortales exuviae nobilissimae
Faeeminx Julitw Fernandez de Miranda et Vives de Llano Ponte et
Amat, miris virtutibus conspicuae, fidelissimae ac mantissimT Uxoris
munifici, Marchionis de la Vega de, Anzo, qui in, ejus dulcissimam
memoriam et in pignus amoris sempiterni hoc sacrum monumentum devotissime
erexit ac exornavit.
EPITAPIIIUM
Ossa tua íllacrimans recolo, mea sponsa,
et honoro:
At pro pace tua Divum praefervídus
oro.
Al pie de Santa Julita, bajo la carretera,
una gran trinchera da paso al Vasco-Asturiano, divisándose
algo más allá el, puente de La Rubial, sobre el Cubia,
metálico y de escasa belleza, perteneciente al mismo ferrocarril.
El cementerio de la villa, próximo a clausurarse, y el puente
de Grado, están en terrenos de Castanedo.
SAN
JUAN DE VILLAPAÑADA
0 de Leñapañada,
jurisdicción, Señorío, Coto redondo ó
Priorato, según rezan los escritos, de los Nobles Caballeros
de San Juan de Malta.
Tiene curiosa historia
y marcado carácter propio.
Inhabitados, incultos,
yernos estos terrenos en los siglos medios, obligado y peligroso
camino de los peregrinos que se dirigían a Santiago de Compostela,
los Caballeros Hospitalarios, movidos de cristiana caridad y cumpliendo
sus Estatutos, recabaron para sí las tierras de Leñapañada,
y fundaron hacia 1450 un Monasterio, hospital y albergue de peregrinos,
que encomendaron á varias freiras de la Orden. Pero los propósitos
de los nobles Caballeros se frustraron por entonces, porque continuaron
los peregrinos expuestos a peligros y asechanzas, y hasta las mismas
religiosas no se conceptuaron seguras; y, amedrentadas, se trasladaron
a un convento de Tordesillas, siendo reemplazadas por un Prior y
tres freires o caballeros profesos que, ayudados de sus servidores,
asilaban y defendían al peregrino, y administraban santamente
las cortas rentas ó donaciones que percibían de los
lugares vecinos; pero como tampoco cesaron los peligros del tránsito
ni los que aun ellos corrían, acabaron también, como
las monjas sus predecesoras, por abandonar estos sitios, refugio
de foragidos y gente de mal vivir.
No se conformó,
empero, el Gran Maestre con el definitivo abandono del Señorío,
y buscando medios prácticos para que tal desamparo cesase,
pareció lo mejor á los Malteses poblar el páramo,
reducirlo á cultivo, y, para lograrlo, aforar la tierra,
con muy exiguo canon, a cuantos allí se avecindasen.
Con tales propósitos,
regresaron Prior y freires, y hacen las tentadoras propuestas a
los vecinos comarcanos; aceptadas por algunos, comienza lentamente
a adquirir vida aquel lugar de, muerte; y más tarde, otras
gentes, venidas de lejanas localidades, aumentaron el número
de estos primeros habitantes, llegando aquel yermo suelo a ser cultivado
y á poblarse el desolado desierto, muy a satisfacción
de los juannitas, que rigieron el coto por Comendadores, con jurisdicción
completa.
Tal fue el origen de
la parroquia de San Juan de Villapañada -según la
tradición y los escritos cuentan-, cuyos actuales y honrados
moradores son descendientes directos de aquella gente amalgamada
y advenediza.
Realmente el término
de Leñapañada, al ser entregado á los Caballeros
de San Juan de Jerusalén, paso a ser, ipso facto,
civil y eclesiásticamente, propio y privativo de una Encomienda
de esa Orden religioso-militar.
Los primeros Comendadores
rigieron justamente el sumiso coto, cumpliendo con lo estatuido;
pero no así algunos de los sucesores, que abusaron de sus
especiales prerrogativas, trocándose más de una vez
en azote de sus propios vasallos. Señores de horca y cuchillo,
gobernaban despóticamente, imprimiendo á sus actos
un marcado carácter feudal.
La horca aquella, el
temido instrumento de muerte, ostentóse durante muy largo
periodo en la sierra de Santa Marina, pregonando á veces
la crueldad del Comendador. Más abajo, en la "tierra
de Santiago", estaba el Consistorio con su cárcel, cepo
y grillos, como era consiguiente.
El derecho de asílo
le ejercieron los Comendadores con extremado rigor: criminal que
huído de otros puntos trasponía los límites
de San Juan, quedaba salvo; jamás era entregado; el Comendador
no transigía, por más que lo reclamasen.
¡Los Comendadores!
¡Larga, eterna pesadilla de los de San Juán ¡Sus
protectores primero, y sus verdugos después¡
Contaba el coto 1.527
días de bueyes (á prados 126, á labor 464,
y el resto tierra inculta dedicada a pastos y arbolado) y 72 casas,
56 hórreos, 2 molinos y 93 colmenas; 9 zapateros, un sastre,
2 caldereros y una tejedora de lienzo con dos oficialas, por, el
año 1558*.
Percibía la Encomienda,
procedente de sus fincas con carácter foral, 73 fanegas de
escanda y libra y media de cera, y por razón de vasallaje,
cada vecino contribuía con un carro de lefia ó dos
reales al año, y el juez electo, con media fanega de pan
cocido, un carnero ó dos pesetas, dos pollos ó dos
reales, un jamón, una cesta de fruta que valiese un real
cuando menos, y un roble que llamaban anataliego, valorado en una
peseta, precio mínimo. Percibía, además, el
Comendador, "sobre frutos y haberes", el diezmo, que ascendía
a 12 fanegas de escanda, 24 de maíz, 4 de judías blancas,
20 de castaña y dos carros y medio de hierba; y por leche,
corderos, lechones y otras "avenencias" recibía
32 reales*.
Constituían los
bienes libres de la Encomienda - catorce fincas laborables, de unas
cuatro hectáreas de extensión; tres prados, de algo
más de una hectárea; tres hórreos, y los bienes
de la Capellanía de Nuestra Señora de Loreto, que
eran cinco fincas laborables y un castañedo, sitos en la
misma jurisdicción de San Juan*.
No eran, pues, como se
murmuraba, los emolumentos y propiedades de la Encomienda lo bastante
para creerse el Comendador
un potentado, ni mucho menos. Por eso, acaso quisieron los de Malta
dar un corte de cuentas, declarando libres los bíenes aforados.
¡Salvadora resolución,
que trajo revueltos a siervos y Comendadores durante el siglo XVIII
Vamos a relatar los hechos
ateniéndonos a escritos que nos presentó D. Víctor
Areces, vecino de Villapañada.
Las primitivas fundaciones
forales constaban sólo en simples documentos privados que
guardaba la Encomienda, y ni copia tenían de ellas los dueños
del dominio útil; así que, prevalidos de esta circunstancia
los juannitas, se llamaron a la absoluta propiedad de las haciendas.
Inicióse la cuestión en los comienzos del siglo XVIII,
y a través de los años, aunque trabajosamente, iban
los vecinos defendiéndose de las pretensiones de los malteses;
pero llegado el año de gracia de 1770, cayó sobre
los siervos un turbión en forma de Fr. Nicolás Hortuza,
Comendador, de tal guisa, que poco faltó para que Leñapañada
volviera a quedar inhabitado.
En el ruidoso pleito
que surgió, no seguiremos a Hortuza en sus arrestos en gracia
de la brevedad; pero forzoso es declarar que fue un verdadero azote
de los vecinos de San Juan; violento, atrabiliario, no perdonó,
a lo que parece, medio para arrebatarles sus derechos, pues tras
de ocultar las fundaciones forales, que sustrajo del archivo de
la Encomienda, maltrataba a sus vasallos con vejámenes y
prisiones, a fin de que, empobrecidos y acobardados, concluyesen
por abandonar tierras y lugares, dando motivo para arrendar a otros
como libres los bienes aforados*.
Y cerca anduvo de lograrlo;
pero al ver aquellas gentes en peligro su hacienda, adquirida a
fuerza de trabajo por sus predecesores, que poblaron e hicieron
fructífero el ingrato suelo fertilizado por ellos también
con el sudor de su frente, llegaron a las gradas del Trono; pidieron
amparo y justicia contra los intentos y opresión de Hortuza,
y Carlos IV oyó sus quejas, consideró sagrados los
derechos que alegaban, y obrando en consecuencia, quedó humillado
el orgullo del Comendador, que a poco pierde su jurisdicción
alta y baja, mero, mixto imperio, real y eclesiástica, que
tanto invocara para salir airoso en sus demandas. La calma siguió
hasta que murió Hortuza.
Sólo entonces,
contra lo esperado, retoñan las discordias, promovidas esta
vez, no por el Hospitalario, sino por su apoderado, al pretender
también hacer pasar por libres los bienes todos de la Encomienda;
pero los vecinos de San Juan nuevamente protestan y se querellan,
ante el propio Comendador, por suponerlo ajeno a las intrigas y
sutilezas de su mayordomo, y lo estaba, en efecto, o quizás
temeroso de que resurgiesen los pasados pleitos, lo cierto es que
dio la razón por entero a sus vasallos, los cuales prosiguieron
viviendo en paz con su nuevo Señor.
En esa conformidad se
hallaban al llegar el, golpe de 1821, por el cual, remitida Villapañada
a la jurisdicción de Grado, estos habitantes acudieron en
queja a la Diputación, alegando, como Peñaflor, que
toda vez siempre habían estado independientes (olvidaban
los palos de los Comendadores), "y tenían Casa-Ayuntamiento,
cárcel, archivo, con lo demás necesario para la Administración
de justicia", les correspondía disfrutar de Ayuntamiento
Constitucional independiente, como en efecto lo disfrutaron*.
Mas en nada se alteraron
ni se quejaron los de San Juan en 1827 cuando el coto fue incorporado
a Grado de un modo estable, pensándolo mejor, a nuestro parecer.
Otra vez se produjo el
desasosiego en 1847 al ordenarse por el Gobierno la venta de bienes
pertenecientes. a las Encomiendas, debido a que la mayoría
de los vecinos continuaban sin los documentos justificativos de
su derecho, y temían fueran enajenados como libres los fundos
aforados.
Pero esta alarma fué
pasajera, porque bastó se exhibiesen los antiguos escritos
conteniendo los aforamientos, un libro catastro de 1752 y la sentencia
contra Hortuza, para que reconociera el Estado el legítimo
derecho de estos sencillos aldeanos, que vieron para siempre, al
fin, colmados sus afanes.
Cuando la invasión
francesa, ellos también sufrieron mil torturas; y al igual
de Peñaflor, otorgáronseles socorros por su desinteresada
y valiente conducta. Excelentes patriotas, atacaron sin descanso
los destacamentos y convoyes enemigos que cruzaban la parroquia,
haciéndose víctimas de terribles represalias; repetidamente
la población en masa tuvo que huir, y por mandato del general
Barthelemy fué entrado el coto a sangre y fuego, no consumándose
la total destrucción sólo providencialmente.
Nada notable encierra
San Juan, y si algo tuvo se lo llevaron.
Nos referimos á
una antiquísima lápida, procedente de un Castro, sobre
tierras de San Juan, hallada en parte en linderos del Concejo de
Salas, habiendo quien supone, erróneamente, que el famoso
"cipo" procede de otros sitios. El dibujo que de esta
lápida hispano-romana presentamos, es copia exacta del que
nos ha remitido el muy benemérito Sr. D. Ciriaco Vigil, diciéndonos:
"Este cipo, la
mitad próximamente de un enorme sillar de seis pies de alto,
fué descubierto en un Castro llamado el Castiello, y formaba
el dintel de la puerta de la casa de Pedro Alvarez, situada al comienzo
de la cuesta de Cabruñana, en el Concejo de Grado*.
Fué posteriormente recogido por mi amigo D. Fortunato Selgas,
y le colocó en su egregia posesión de "El Pito",
en el Concejo de Cudillero.-Del dibujo, más correcto que
el anotado en mi libro de Epígrafia asturiana, pág.
390, y tuvo la fineza de remitirme aquel amigo, mandé copia
al ilustre Sr. D. Emilio Hübner, miembro del Instituto arqueológico
de Berlín, y célebre epígrafista, quien me
participó en 19 de Agosto de 1887 su muy probable interpretación,
en los siguientes términos:---Muchome interesa el nuevo
dibujo de la antigua lápida de Grado que me manda usted.
Calculado que el eje del semicírculo haya pasado aproximadamente
en medio de la cabeza de la mujer, casi seis letras faltarán
al lado izquierdo del titulo. Por supuesto, los nombres no se pueden
adivinar; sólo para dar una idea del total, propongo los
siguientes suplementos, exempli causa:
PELSINAE
TA'AVF "A Pelsina, hija de Talavo,
RETVCENE*
VXSORI y mujer
de Retugeno."
Pelsina y Retugenus
son nombres conocidos por inscripciones encontradas en Galicia y
en Asturias. El carácter de las letras es bastante antiguo:
lo creo casi de fines del primer siglo de nuestra era. Lo mismo
se infiere de la falta de las fórmulas consuetas D. M. y
de otras indicaciones, como los años de la vida, el H. S.
E. y demás. Muy curiosos son los ornados del cipo; tenemos
en él un monumento altamente interesante de los primitivos
habitantes de aquella parte de la Península."
La gente de estos contornos
ha forjado una novela respecto al cipo, diciendo cubría la
tumba de la Reina de estos lugares, poderosa y buena, pero idólatra,
por lo que Dios la castigó duramente, maldiciéndola,
etc., y añaden que hace tiempo se hallaron en el sepulcro
gran cantidad de alhajas y cosas de oro macizo.
Lo que sí se deduce
del hallazgo y de los restos de muy antiguas construcciones descubiertas
en los mismos lugares, es que en los primeros siglos de nuestra
era no estaba despoblado este territorio como lo estuvo absolutamente
en los medios. ¿A qué fué debida esta posterior
despoblación?
Cumplidamente nadie satisfizo
esta pregunta.
En la actualidad, es
Villapañada una parroquia relativamente rica por la actividad
y aptitud de sus hijos, acreditados de excelentes traficantes y
de algo... trapisondistas, a decir verdad.
Hablan el bron
(que se supone céltico), jerga gitana importada en los primeros
tiempos por varias familias de caldereros, y que emplean solamente,
según se cuenta, el fraguar alguna trampa para que no les
entiendan. Su modo de ser les hace realmente distinguirse un poco
de los demás habitantes del Concejo, acusando su procedencia
de gente aventurera ó extraña; pero no descienden
de los judios, como asegura el vulgo, siendo lo cierto que la generalidad
procede en todo honradamente, y sus defectos tienden a exagerarse.
La presentación
del Curato dicho está que era de la Religión de los
Caballeros de Malta, y el Frey era el cura, y en su defecto un vicario
que elegía la Orden, y en el ínterin el Obispo de
la Diócesis lo designaba. Sin permiso del cura, los demás
clerigos, aun siendo del Obispado, no alcanzaban licencias ordinarias
para celebrar misa en San Juan; el Comendador no reconocía
ningún Arciprestazgo. Presentan ahora Valdecarzana, Peña
de Francia, Alvarez Nalón y Rañeces
La famosa feria de Santiago
tenía lugar en esta parroquia, y en la ya derruída
capilla del Apóstol decíase la misa del día,
colectándose para el Santo buena cantidad de limosnas entre
los feriantes. Puede decirse que la feria comenzaba en Grado, porque
en todo el trayecto, desde esta villa hasta San Juan, había
concurrencia y puestos de venta, satisfaciéndose las alcabalas
en las jurisdicciones respectivas, y los jueces de éstas
se esforzaban para que no fuese en la suya donde el orden se alterase.
La romería de
Santa Ana se celebraba igualmente en tierras de San Juan.
Feria y romería
se acordó trasladarlas a Grado por los años de 1852,
muy a disgusto de los vecinos de Villapañada.
Pero ya se han conformado,
y olvidaron también más grandes penas; hoy sólo
piensan en sus tratos y contratos, en cultivar sus tierras y en
redimirlas del secular gravamen; viven felices, sin que altere su
sueño... i el Comendador!
SAN
LAZARO DE CABRUÑANA
La más pequeña
feligresía del Concejo, del Patronato de Valdecarzana y de
las que fueron de su jurisdicción. Encumbrada sobre la de
San Juan, forma límite del término municipal de Grado,
separándole de Salas y Candamo.
Comprendía en
1798 unos 1.020 días de bueyes, con sólo 12 vecinos,
12 casas habitables, 4 arruinadas y 49 colmenas*,
perteneciendo una exigua porción del coto al Concejo de Salas.
Hubo en estas cimas,
durante un lapso de tiempo, un Hospital, que prestó señalados
servicios, creado para albergar leprosos a últimos del siglo
xv, al extenderse por la provincia la terrible enfermedad conocida
por fuego de San Antón, pelagra y mal de la rosa*;
pero se asilaba, si era posible, además de los malatos ó
logrados, a otra clase de pacientes, y aun a los achacosos, cuidando
de aislarlos de los malatos, que estaban sometidos á reglas
durísimas, para evitar el contagio, reglas contenidas ya
en las primitivas Ordenanzas del Hospital.
Las rentas propias del
mismo ascendían á 13 reales, 19 fanegas y 4 copines
de escanda, según resulta del Apeo de sus bienes y rentas,
ó del Inventario de sus Instrumentos y papeles formado el
año de 1794 (Apéndice VIII); pero solamente cobraba,
al ser suprimido por entonces, 9 fanegas y 3 copines y medio de
escanda.
Las exiguas limosnas
que en forma de diezmo percibía, ascendían, en un
quinquenio, a dos fanegas de pan, cuatro de maíz. dos copines
de judías y una fanega de castañas, y aun estas limosnas
mezquinas que aprontaban los vecinos del coto, se repartían
por mitad entre el Hospital y el individuo que se tomaba el trabajo
de recogerlas.
Adquirió los bienes
la Malateria, principalmente por donaciones de varios particulares,
distinguiéndose por su cuantía la que hizo Valdecarzana
en 1650; pero también adquirió algo por compras, permutas
ventajosas y deudas á su favor, más algunas fincas
que donaron ciertos malatos a cambio de su asistencia y curación.
Por un pleito que se
falló en 1587 en favor de este Hospital, 41 se le mantuvo
en posesión de llevar los quintos de nabos y más frutos
que se sembraban en términos de Arenas"*.
Mas por otro pleito,
en cambio, que a nombre de la fundación sostuvo el cura de
Cabruñana a últimos del siglo XVII, perdió
la Malateria la propiedad de un foro de 16 fanegas y dos copines*.
El Hospital Malateria
de San Lázaro de Cabruñana gozó de algunos
derechos que en algo beneficiaron su erario; viéronse libres
de todo tributo sus haciendas, y los vinateros 6 cualquier persona
que introdujese vino en el coto, pagaba a la Malateria un cuartel
de ese líquido por cada introducción *.
No siempre fué
buena la administración de este Hospital ni la de sus bienes,
habiendo pasado, como el de Grado, por épocas fatales; sus
intereses fueron lesionados por deudas malamente contraídas,
y hasta hubo ocultaciones de fincas, no recuperadas algunas. En
los primeros tiempos de su fundación, el Administrador era
un Abad*;
más tarde, el cura de la parroquia ó el capellán
de la misma Malateria, y últimamente lo fueron sujetos de
reconocida probidad y arraigo, que prestaban fianza para el desempeño
del cargo; pero así y todo, no se extirparon determinados
abusos*.
Solían los administradores, y más que otros los capellanes,
ponerse de acuerdo con los malatos para vender, arrendar, aforar
ó cambiar tierras del establecimiento, y no siempre era éste
él beneficiado.
Los notarios, á
quienes en todo caso se acudía, eran los de Grado.
La Malateria de Cabruñana
quedó suprimida, como todas las de su clase, a últimos
del siglo XVIII cuando se creó el Hospital Provincial, a
cuya fundación fueron a parar las rentas de la Malateria.
El coto de Cabruñana
figuraba con representación en las Juntas generales del Principado
en 1625, é indicado queda que se incorporó a Grado
el año 1827.
Pagaban a Valdecarzana
estos vecinos, por razón de vasallaje, 43 reales menos 8
maravedíses anuales, é igual cantidad satisfacían
a las arcas Reales, y además, por diversos impuestos que
repartían entre sí, 8 reales y 25 maravedises.
Durante largo tiempo
percibió la casa de Miranda de un modo indebido, invocando
pertenencia, las alcabalas correspondientes a S. M., hasta que,
formado el Real Apeo del Conceto de Grado*,
reinando Felipe V, se cortaron éste y otros abusos.
Los curas de esta pobre
feligresía percibían por sus derechos 6 fanegas de
escanda, 13 de maíz, una de judías, 4 de castañas,
3 chotos, 2 carros de hierba, y por calenda de leche, dos reales
al año.
En 1722 se nombró
en Cabrufiana empadronador, por el Estado Llano, al pechero Alonso
Riesgo, y sólo tuvo que empadronarse a sí mismo, porque
era él todo el Estado Llano de la parroquia.
El monte público
"Castiello y Entrambosmontes", de 28 hectáreas
de cabida, es de aprovechamiento común, y el único
,que en la jefatura del Distrito Forestal de Oviedo consta existe
en el Concejo de Grado.
Desde la cumbre del Esqueriz,
mudo testigo de gloriosa lucha, se desarrolla un panorama amplísimo,
de bellas perspectivas, divisándose hacia el Norte, muy lejos,
el mar Cantábrico, que se confunde con las nubes. Descuella
el alto picacho sobre las cimas del Fresno, donde parten términos
los Concejos de Grado y Salas, según las aguas caigan hacia
el Cubia o el Narcea, pasando por aquí el antiguo camino
real 6 carretero que conduce a Galicia, tan frecuentado por los
ejércitos beligerantes durante la guerra de la Independencia,
y seguido más tarde por las facciones Gómez y Sanz
y las tropas liberales, sus perseguidoras.
Este montuoso territorio
llamóse con motivo "Partido de los Montes", y hasta
hace unos setenta años era hijuela de las Dorigas, á
cuya separación se opusieron tenazmente el párroco
y feligreses de la antigua matriz, que no pararon hasta resolverse
el asunto en Madrid, en contra suya, pues los del Fresno alegaron,
justamente, que su Vicaría, por sus rendimientos, mayores
que los de Dorigas, y por el número de almas, podía
y debía ser curato, como los hechos han venido a confirmar*.
En estas alturas hubo
tiempo atrás un célebre santuario, hoy iglesia renombrada,
en su conjunto bella, sin que descuelle como obra arquitectónica;
su torre, de tres pisos, quemada cuando la invasión napoleónica,
se reedificó hacia 1870. Dista de Grado la iglesia cuatro
kilómetros escasos.
El novenario de San Miguel
es famosísimo; acude gente de todos los Concejos cercanos
y de Oviedo, Avilés, Carreño y de otros más
distantes. Los peregrinos cuéntanse por millares, y llegan
poseídos de gran fervor religioso: muchos suben de rodillas
la empinada cuesta, siendo frecuentes las caídas y desmayos,
particularmente en las mujeres, que suelen llevar niños en
brazos.
Ofrecen a la Santa dinero,
misas, cera, los hábitos que visten (muy extraños
algunos) y hasta ganados; por las misas que llaman sobresalientes,
llegan a entregar 16, 20 y 25 duros, y aun 50 a veces. Así,
esos días las sumas que ingresan en la caja parroquial son
muy crecidas.
La mayoría de
los peregrinos pasan en el Fresno el novenario, y como las casas
son insuficientes para alojarlos, duermen los más en hórreos,
paneras o pajares; algunos en improvisadas tiendas de campaña,
y no pocos a campo raso.
La notable feria de ganado,
llamada de Nuestra Señora, que se celebraba el 8 de Septiembre,
perdió su carácter, trocándose en concurridísima
romería ya citada.
Célebre en los
anales de la guerra de la Independencia este territorio, vióse
frecuentemente ensangrentado por los combatientes y tan castigado
como Peñaflor y San Juan, superados tan sólo por la
villa. La fusilería sembró estos sitios de proyectiles,
que aún hoy se encuentran con relativa facilidad, y aunque
rara vez también se hallan balas de cañón de
las cuales poseemos tres; tópanse asimismo sepulturas que
recuerdan luctuosos días.
En ocasiones, franceses
y españoles llegaban hambrientos y arrebataban a los aldeanos
su mísero alimento, el preciado maíz, que los beligerantes
comían tostado, y solía ocultar el paisanaje en Roxinas
y otros sitios, donde iba furtivamente a comer sus papas.
Los imperiales convirtieron
la iglesia en fuerte; pero en los azares de la lucha no siempre
fue suya.
Más de un general
francés durmió en estas alturas.
Aquella tropa sacrificó
a D. Ramón Sala, patriota entusiasta, suspendiéndole
del corredor de su misma casa; le martirizaron cruelmente hasta
morir, y en su presencia fusilaron por espías a dos de sus
colonos. ¡Igual suerte sufrieron otros vecinos, siendo las
mujeres brutalmente atropelladas; los desafueros no cesaron, pero
tampoco halló paz ni sosiego el invasor!.
Todavía se oye
hablar con encomio de Bárcena y el Marquesito, ídolos
de esta parroquia, y del día del ataque general, jornada
gloriosa en que cayeron luchando muchos vecinos del Fresno, cuyo
valor reconoció la patria al asignar a las viudas de los
que más heroicamente perecieron una pensión vitalicia,
que siguen llamando la paga del francés. Mencionaremos a
Juan Suárez, que mató peleando a varios enemigos,
y al caer, por fin, mal herido, le ataron á un carro, estrangulándole
bárbaramente. Saciaron su odio porque en otras ocasiones
les causara daños, habiéndole perseguido inútilmente.
Tanto frecuentaron el
Fresno los dos referidos caudillos españoles, que los habitantes
llegaron a familiarizarse con ellos, y llamaban a Bárcena
Don Pedro, y a Díaz Porliez, invariablemente, el Marquesito
(por el supuesto parentesco con el Marqués de la Romana),
contándose de éste muy curiosas anécdotas que
realzan su probada astucia y valor.
No quiso el Partido de
los Montes en 1822 ser incorporado al naciente Ayuntamiento Constitucional
de Cornellana, pídiendo serlo al de Leñapañada,
y así lo acordó la Diputación, complaciéndolo;
pero exceptuó los barrios ó lugares de Fuejo, Robledal,
Fresno y La Texera, que por haber pertenecido al Concejo de Salas
pasaron a Cornellana*.
Sin embargo, no tardó en reincorporarse a Grado la vicaría
entera, muy a satisfacción de sus feligreses.
La Caridad, aldea de
esta parroquia, debe su nombre a la caridad que allí ejercía
un hidalgo, hospedando en su casa, sobre el camino real, a los viandantes
pobres que iban a Galicia o Castilla, y cuéntase que el hidalgo
veía crecer su fortuna a medida que su caridad aumentaba.
En los anales del Fresno
se registra la historia de una nereida, hada, ondina, xana ó
cosa así, encanto del lugar, que dió en el estrambótico
capricho de probar la valentía de su amante, soltándole
inopinadamente un culebrón y además un toro de fuego,
ante cuyas bestias huyó, naturalmente, despavorido el galán,
por lo que la dama, indignada, le despreció, marchándose
para no volver, y causando la desesperación del amante, que
murió de pena, maldiciendo su cobardía.
SANTA
EULALIA DE LA MATA
Cabeza de las antiguas
jurisdicciones de la fortísima casa de los Miranda, perdió
su capitalidad sin inquietarse, al ser agregadas aquéllas
a los Municipios donde estaban enclavadas.
Abarcaban las tales jurisdicciones
parte de La Mata, con el coto de Villanueva y las parroquias de
Coalla y Cabruñana, en Grado; Dorigas y Soto de los Infantes,
en Salas, y Luerces y Quinzanes, en Pravia.
Al Ayuntamiento de La
Mata acudían en casos arduos ó difíciles los
jueces de todas las aludidas jurisdicciones, y se juntaban con los
Regidores, algunos perpetuos, para resolver lo que procediera, con
anuencia del Señor.
Aún hay quien
recuerda haber visto a los quintos de los Ocho señoríos
venir a tallarse a la "Casa de la Venta" ó antigua
Consistorial, una de cuyas celdas, la que hizo de cárcel,
conserva este nombre todavía.
La jurisdicción
de La Mata -como la de Cabruñana y Coalla- era, pues, absoluta
y pedánea de los Miranda, correspondiéndoles por sus
facultades peculiares y privativas el nombramiento de Oficiales
de justicia. Mas, como queda indicado, la jurisdicción no
se extendía a todo el territorio de La Mata, aunque sí
a la mayor parte: desde muy cerca de La-Cay, donde estaba el Ayuntamiento,
extendiéndose por Santo Dolfo, Rivielles y San Pelayo, hasta
la parroquia de Grado, pertenecía al Concejo, y los demás
era del couto, como todavía lo llaman los habitantes
de la parroquia.
Pagábanle al Señor
hidalgos y pecheros el terrazo ó cuarta parte de las cosechas,
las que se evaluaban pericialmente por personas honradas designadas
por Valdecarzana y los vecinos, viniendo a importar, un año
con otro, 30 ducados; mas por la cosecha del vino satisfacían
el quiñón ó tercera parte de la misma, siendo
29 los días de bueyes a viñedo por los años
de 1710*;
los pecheros, que eran siete el expresado año, sobre lo dicho
aportaban el dinero de la marrana, valorada una con otra en cuatro
reales para los efectos del tributo. Además, todos los vecinos
estaban en costumbre de contribuir anualmente, el día de
Navidad, con un carro de leña, tasado en real y medio, y
de acudir, si eran llamados en tiempo de recolección, con
sus yuntas y carros, y en cualquier tiempo, para el transporte de
madera, piedra, etc., con destino a edificios o tierras de su Señor.
De resistirse, invocábase la razón de vasallaje, que
les fue negada a los Miranda al hacerse el ya nombrado Real Apeo
del Concejo de Grado*.
A. S. M. pagaban unos
vecinos 12 maravedises y otros 4, y aun menos, segun sus haberes,
y para la paga principal, que era de 61 ducados y 8 maravedises
anuales, suplía el dinero de la taberna que tenía
la jurisdicción*.
Por escritura otorgada
el año 1086, los hijos de Froila Osóriz dieron a la
iglesia de San Salvador de Oviedo la villa de Santa Eulalia o de
La Mata: in territorio Pramaro víllam qux apellatur Santa
Eulalix medietucum in ex ab omni integrítate*.
Ejercía de Alcalde
y justicia Mayor del coto en 1722, D. Manuel González, de
grata recordación, pues supo prudentemente cortar las reyertas
que venían suscitando los remates de Alcabalas en la feria
de San Simón (que aquí se celebraba, como igualmente
la de los Prados), remates que, según inveterada costumbre,
tenían lugar en el pórtico de la iglesia parroquial
y no en el Ayuntamiento, como era de presumir.
Pesaban las Alcabalas
sobre la venta de paños, hierro, monteras, zapatos, madreñas,
y se imponía el 4 por 100 en la venta y reventa del ganado
en las ferias de la parroquia.
Se acordó trasladar
a la capital del Concejo la feria de San Simón el año
1852; pero hasta cuatro años después no se cumplimentó
el acuerdo, por la oposición de este vecindario, que tampoco
pudo impedir se le arrebatase más tarde la feria de los Prados,
así llamada por verificarse en una extensa pradera cercana
a San Pelayo.
Formó La Mata
Ayuntamiento Constitucional el año 1821, alegando razones
semejantes a las de Peñaflor, si bien no fue tan resuelta
ni unánime como allí la actitud o exigencia de los
habitantes para seguir disfrutando de libertad.
Parroquia ésta
la más importante del Concejo, si se exceptúa la de
Grado, de la que está separada por el Cubia, tan sólo
se comunicaba con ella, en buena parte, por medio de un ínfimo
puente, juguete del río hasta 1875; sustituído por
otro, también de madera, pero más ancho y sólido,
acaba a su vez de ser reemplazado por el metálico que está
sirviendo, de dos tramos y de relativa belleza, costeado por el
Municipio, como el anterior; puente de interés vital para
la comarca, porque es el que da paso al frecuentado y referido camino,
a trechos concluído, que une la villa con Bayo, sirviendo
a casi todo el distrito llamado del Alfoz*.
El risueño lugarín
de San Pelayo, cruzado por la carretera de Occidente, está
de la villa tan próximo, que puede tomarse como uno de sus
barrios.
in es muy antiguo. Ya
el Rey Ordoño II, por su tes-
San Pelay' tamento del
año 921, otorgó á San Salvador de Oviedo la
iglesia de San Pelayo, junto al río Cubia, con sus pertenencias;
y en otra donación que se hizo en tiempos de Ramiro H. año
945. vuelve á citarse á San Pelayo de Valdepramaro.
Algo después, el 30 de Mayo del 967, el Obispo de Oviedo,
D. Diego, otorgó carta de testamento, confirmada por muchos
Presbíteros y Diáconos, declarando en ella ser poseedor
de la villa e iglesia de San Pelayo, en el valle de Pramaro, y concedérselas
por entero a la Catedral de Oviedo, con todas las familias, huertas,
montes, prados, aguas, pesquerías, molinos y cañaverales
situados en una y otra parte del río Cubia (In territorio
Pramaro concedo íntegram, Ecclesiam Sancti Pelagii cum sua
villa ab omni integritate cum mulinis y cannalegis in Cuvia flumine),
etc.*.
Hoy no existe ni el recuerdo
de aquella iglesia, a la que vino quizás a reemplazar la
modesta capilla de San Pelayo, hace poco reformada.
Próximo al mismo
lugar está un antiguo puente del camino real, que, a pesar
de su insignificancia, consideró la Diputación del
Principado, en 1733, debía reedificarse con urgencia, "porque
era paso necesario y transitante para los reinos de España"*.
Otro pequeño puente
hay también a la salida de San Pelayo, en la carretera, y
sobre aguas derivadas al Cubia, que, habiendo sido deshecho por
una crecida el año 1897, quedó incomunicada, en esta
zona, la parte oriental con la occidental de la provincia durante
largas horas*.
Fué tan excepcional la avenida, que inundó el lugarillo
y ocasionó muy graves daños.
Ya hemos dicho en el
primer capítulo que aquí se barrenaban y probaban
los cañones de fusil fabricados en Grado para el Estado,
y que terminó esta industria cuando se restableció
en Trubia la fábrica de Artillería.
En la actualidad es San
Pelayín una aldea floreciente a la que favoreció el
ferrocarril por estar en sus tierras la estación de Grado.
Son numerosas las panaderas, que ya de antiguo venden sus productos
en los mercados de la villa.
La iglesia parroquial
de Santo Dolfo de la Mata, que es de las primitivas del término,
viene a estar compuesta de dos edificios adosados, la antigua y
la nueva iglesia, de mayor capacidad esta, que tiene en su parte
central, interior, en el lado del Evangelio, una portada de arco
bien redondo ingreso a la iglesia prímitiva, y parece de
lo más antiguo en su clase; sobre dos toscas columnitas sin
base, descansa un confuso é informe capitel romanesco, que
al propio tiempo es jamba corrida, con la particularidad de que
constituven el capitel dos figurones, cuyos brazos violentados ciñen
la jamba.
Cuenta el pavimento hasta
46 piedras sepulcrales, numeradas. y una tiene este epitafio
SEPV(L)CRO....
REGTO EL....
COLADO
AÑO DE
1806
Bajo esa losa está
enterrado un párroco que fué de esta iglesia
Debajo de la tribuna
hay otro letrero que puede referirse al año de la construcción
del templo ó al en que ha sido embaldosado, pues la fecha
es ininteligible y sólo puede leerse
HIZOSE
AÑO
DE
...............
Es notable la cajonería
de castaño que ostenta la sacristía: los bien tallados
relieves muestran los atributos del martirio de Santa Eulalia, y
los episcopales, que deben referirse á Santo Dolfo.
La antigua iglesita,
sin uso durante largo tiempo, acaba de ser, en parte, habilitada
para capilla. junto a uno de sus muros se ve un famoso sepulcro,
que se relaciona con un hecho milagroso ocurrido en estos sitios
reinando Ordoño I o Bermudo II.
Según cuentan
las crónicas y acoge crédulamente el P. Carballo*,
como otros escritores, el Obispo de Iria, Ataulfo, fue acusado por
cuatro esclavos de un pecado horrendo, y el Rey, sin depurar la
verdad, ordenó al Prelado se le presentase sin demora. Sale
éste de Compostela, en su litera llevada por dos mulas, camino
de Oviedo, donde estaba la Corte, y al avanzar por Asturias y trasponer
las cumbres del Fresno, lanza una exclamación de gozo al
ver el panorama que se desarrolla a su vista, fijándose particularmente
en una iglesia (que era la de La Mata) emplazada en medio de la
llanura; y tanto le agradó la situación del templo,
que mostró deseos de ser allí enterrado cuando falleciese,
lejos de pensar que muy pronto Dios cumpliría su gusto. Siguió
su camino el buen Prelado, llegando a Oviedo al siguiente día
de madrugada, y después de celebrar el santo sacrificio de
la Misa en la iglesia de San Salvador, se encaminó al Real
Palacio, donde, al cruzar tranquilo el extenso patio, el Rey, que
le esperaba, mandó soltarle un toro bravísimo que
tenía encerrado a prevención. La fiera embiste al
Obispo; mas de repente se para y baja dócilmente sus armas,
como ofreciéndolas al inocente; las coge Ataulfo y quedan
en sus manos sin esfuerzo alguno, con admiración de los presentes,
que prosternados le piden perdón.
Las astas del toro largo
tiempo estuvieron colgadas en la puerta de la Catedral, patentizando
el prodigio y el triunfo de la inocencia y santidad sobre la calumnia
y la perfidia.
De vuelta el Prelado
a su diócesis, apenas entra en el Concejo de Grado, fallece
de repente; mas sus acompafiantes, no obstante, acuerdan continuar
el viaje con el cadáver depositado en la litera; pero al
llegar al punto en que el camino pasa más cerca de Santa
EuIalia de Valdepramaro, se espantan las mulas, atropellan al conductor
y emprenden vertiginosa carrera, sin que las detengan bardales ni
otros obstáculos, y van a dar a la iglesia de Santa Eulalia
de la Mata, donde se paran tranquilamente con el cadáver
dentro de la litera. Todos los circunstantes creyeron que era el
caso milagroso, y un aviso del Cielo para que allí se enterrase
el santo Obispo, corno se verificó con pompa inusitada, quedando
providencialmente cumplido el deseo por Ataulfo mostrado al bajar
las cuestas del Fresno*.
Desde entonces, a través
de tantos siglos, sigue reposando en la iglesia de La Mata el cuerpo
de Santo Dolfo, donde ha sido venerado y se le dio culto, aun después
y a pesar de haberlo prohibido el Obispo Pisador a principios del
siglo xix, cuando visitó la iglesia, si bien desde aquellos
días el fervor ha ido decayendo, y los fieles no besan ya
la una, ni ante ella se prosternan, encendiendo cirios o velas que
ardían noche y día.
A causa del suceso se
llamó a la iglesia de San Ataulfo, y por contracción
más tarde de Santo Dolfo, reproduciéndose en diferentes
objetos del culto la escena del toro, en el momento en que le quedan
á Ataulfo las astas en la mano, como hoy lo está en
uno de los estandartes.
El sarcófago es
de tosca piedra mal labrada, sin inscripciones y de unos ocho pies
de largo, como el primitivo, que puede verse destrozado fuera del
templo, diferenciándose únicamente las dos urnas en
que la actual está desprovista de todo adorno, y la primitiva
tiene dos círculos concéntricos y una cruz latina
en el centro.
Defiende el monumento
una fuerte verja de hierro puesta por mandato de Pisador para dificultar
el culto, cuando lo prohibió.
Se ha dicho que al ser
por este Obispo abierta la urna, se trasladaron al cementerio los
restos que encerraba, quedando vacía; pero es incierto, porque
el actual ilustrado párraco de La Mata abrió el sepulcro
y ha visto los huesos, algunos en perfecto estado de conservación.
Es fama en el contorno
que algunos profanos abrieron la urna y... cegaron, y que la nieve
jamás se posa sobre el tejado que cobija el sepulcro.
¡Ni un átomo
siquiera cayó allí! La tradición lo afirma.
i Respetémosla!
Las tristes huellas del
Conde Peláez de Coalla, quedaron por mucho tiempo impresas
en estos lugares, víctimas de las vejaciones del rebelde
por no querer someterse a su jurisdicción, al igual de La
Mata, Coalla y Cabruñana. Pereda nunca le rindió vasallaje;
jamás se sometió, peleando siempre al lado de La Puebla,
su vecina, contra las bastardas ambiciones del maldito Conde.
Dueño absoluto
éste, por herencia, del coto de Villanueva y su castillo,
parecióle natural extender su señorío á
la parroquia entera, y siéndole negado, comenzaron sus venganzas
y atropellos al amparo de aquella fortaleza, temida y odiada, no
sólo en Pereda, sino en todos sus contornos. Del alcázar
salía todo lo malo, lanzándose a los caminos "partidas
de apaleadores", para exigir tributos a los viandantes que
no fuesen vasallos del magnate, y de esquivarse o resistir les arrebataban
cuanto llevaban consigo: escanda, maíz o dinero, siendo bárbaramente
apaleados.
Otras mil vejaciones
sufrieron los habitantes de esta parroquia, expuestos siempre a
las terribles excursiones del Coalla, cuyas hordas, más de
una vez acosadas por las gentes de Pereda y las de Grado, hubieron
de refugiarse, castigadas, en el Castillo de Villanueva.
Del mismo se conserva
todavía una torre en mal estado, de grueso muro, de unos
20 metros de altura y tres pisos, con la puerta de entrada a dos
metros del suelo; los calabozos estaban en los bajos (sirvieron
a principios del pasado siglo), y las aspilleras se ven enfilando
los antiguos y cercanos caminos. El Castillo y sus dos torres presentaba
unos 30 metros de fachada, y se le hace remontar al siglo XII
El actual abandonado
"Palacio" sin relación alguna con el primitivo
edificio, cuyo lugar ocupa, es de época muy posterior, y
su capilla carece en absoluto de mérito. Pertenece, como
todo el coto de Villanueva, a la Condesa de Fuenclara, descendiente
de los Miranda o Valdecarzana*.
Por razón de vasallaje,
soportaban los vecinos de Villanueva iguales gabelas que los de
La Mata, porque a esta jurisdicción se consideraba unido
el coto, que dista de Grado unos cuatro kilómetros.
En el siglo ix, todo
era bienandanza en estos mismos sitios, turbados después
por el Conde Peláez, y en vez del castillo se levantaba una
ermita, con honores de Monasterio, al que llamaron San Pedro de
Villanueva, siendo los monjes manantial inagotable de paz y caridad.
El Rey Ordoño
II, por el expresado testamento otorgado a favor de la Iglesia de
Oviedo, le concedió la de San Martin de Pereda, situada junto
al río Cubia, con todas sus pertenencias: Ecclesiam qux
sancti Martiní de Pereta cum adiacentús suis.
Dióse aquí
un buen ejemplo el año 1811. Ardía la guerra y conspirábase
contra la junta Provincial, siendo cabeza visible de los malos patriotas
un sujeto apodado el Verdasco; no dudaron estos vecinos: delataron
a los conspiradores, y castigados que fueron "'por conspirar
frente al enemigo"*,
todavía se vieron recriminados por sus mismos padres y hermanos.
Pereda y Rodiles fraternizaron
en 1813, formando las dos unidas un Ayuntamiento constitucional
independiente que alcanzó de vida un año nada más;
pero gustosos estos habitantes, por lo visto, de "regirse por
si mismos", consiguieron en 1822, con anuencia de la Diputación,
instalar de nuevo el Ayuntamiento de las dos parroquias, 11 conforme
lo habían tenido en 1813" fundamentándose "
en la mucha distancia en que se encontraban para concurrir a la
capital, irrogándoles perjuicios (¡ !)*.
Declaróse capital la aldea de Agüera.
En el propio lugar se
halla la casa solariega de los Cañedo Vélez, Condes
de Agüera, que sostuvieron antaño riñas porfiadas
con otros señores, viéndose obligados a salir temporalmente
de estos sitios.
Yacen sepultados en la capilla del "Palacio" varios miembros
de la ilustre familia.
La presentación
del curato era de la Abadesa de Santa Clara, por terna.
La filial de Pereda,
Santa Cristina, creóse hace muy poco, cuando el último
arreglo parroquial, y nada tiene que valga la pena de anotar.
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