Villa de Grado - Asturias - España

Moscón

 

istoria de rado

Las Parroquias

(SUS RECUERDOS HISTÓRICOS)

Peñaflor: behetría; obispalía; redimióse en 1644; asiste á las Juntas del Principado; La Campona; el puente. - Castañedo: «Santa Julita» y su capilla; el panteón. - Villapañada: señorío de los Malteses; monasterio y albergue de peregrinos; «cipo» notable. - Cabruñana: señorío de los Miranda; Malatería de San Lázaro. - El Fresno: su renombrada iglesia y novenario de San Miguel. - La Mata: Cabeza de las jurisdicciones de Valdecarzana; los tributos; San Pelayo; Santo Dolfo.Pereda: Coto y castillo de Villanueva, de los Valdecarzana. - Coalla: guarida del Conde Peláesz; los castillos; jurisdicción de los Miranda tributos. - Gurullés: su Abadía y Colegiata. - Bayo: la mina «Cristi»; casa de los Cienfuegos. - Sama: monte y castillo de Boanga; el subsuelo. - Báscones: «palacio» y torreón de los Ferrera. - Ambás. - Santianes. - Villandás: su riqueza mineral. - Tolinas: señorío de los Corros; la hospedería. - Otras parroquias.

odas ellas merecen nuestra atención, y son algunas dignas de estudio. Las enumeramos por el orden que venimos siguiendo, que es el más comúnmente aceptado en el Concejo, y le preferimos al alfabético.

 

SAN JUAN DE PEÑAFLOR

A orillas del río Nalón, a dos kilómetros de Grado, y dominado por dos erguidas peñas de diamantina dureza que dan paso al río, está situado este lugarillo, que es de muy antiguo origen y logró cierta celebridad; llamóse un tiempo Villaflor y Santo Dolfo de Peñaflor, y cuéntase que en ocasiones presumió de villa, queriendo rivalizar con la Pobla de Grado, su vecina.

La jurisdicción ó coto de Peñaflor tenía una legua de circunferencia 1.538 días de bueyes, 70 casas, una panera, 36 hórreos, un sastre, un herrero, dos tejedores y 14 pobres de solemnidad el año 1783*. Y por declaración de este Ayuntamiento á la Diputación del Principado, en ocasión de mostrarle su imposibilidad de cumplir todo lo mandado en nuevas Ordenanzas generales*, "estaba el terreno especialmente utilizado en sembrar lino, que llaman de Berano, no pudiendo cocerle en el Nalón; algo de cáñamo, poco, careciendo de beneficio tan preciso, sin que puedan hacerse pevidales más que de castaño y roble, porque lo a propósito para otra cosa es de personas poderosas, sin residencia aquí"; y si bien no escaseaba el viñedo, según aquella declaración, nada más que muy corta porción de terreno era del común, "que roturaba la gente pobre en sitios que no podían privar camino, fuente ni reguero, y sólo por cuatro años, pasando otros tantos en abertal antes de ser utilizado nuevamente, siendo imposible al Municipio comprar sitios para pozos, como era su deseo, para defender la cría de la pesca, hallándose cargada la pobreza con 20 ducados anuales, a más de la subida de rentas." Respecto a los recursos de la jurisdicción, procedían de una taberna, única en el pueblo, arrendada por años, pagándose a las Arcas Reales por encabezado 300 reales anuales, y si había algún sobrante, "se aplicaba para berederos de Reales órdenes y salarios del escribano del Ayuntamiento, que era de Grado, y servía para las demás jurisdicciones."

Al son de campana tañida juntábanse los regidores en el pórtico de la iglesia parroquial, "sitio señalado para tratar y conferir los negocios concernientes al Real servicio y utilidad de esta república", y sólo en determinadas ocasiones se reunían en la Casa Consistorial, fundada cuando el coto era Obispalía, como indica el escudo de su fachada, de parda cantería.

La regulación de frutos para diezmos -por un quinquenio subía próximamente a 12 fanegas de escanda, 80 de maíz, 13 de judías, 6 de castaña, media de nueces, 14 libras de lino, 12 carros de hierba, 6 cántaras de vino, y por el esquilmo de leche, miel, cera y chotos, 24 reales.

La amenaza constante de Peñaflor era el Nalón, cuyas aguas lo arrasaron veces diversas, y de ahí que, temerosos sus habitantes, en las grandes avenidas amarrasen á los árboles los hórreos y paneras que amagaba llevarse la corriente.

Cuenta el Canónigo Tirso de Avilés, refiriéndose al año 1586, que las lluvias hicieron crecer "tan breve y arrebatadamente los ríos y arroyos del Principado, que las gentes ribereñas, sorprendidas en sus casas, se subían a los árboles y tejados, y así estuvieron algunas días enteros, y en el lugar de Peñaflor se averiguó que el agua entró por todas las casas y quedaron dentro de ellas muchos salmones y truchas, que se quedaron en el sable, que quedó dentro de ellas, y algunas pípas, con el vino, andaban nadando por las bodegas, y algunas casas del dicho lugar se cayeron, y el camino por de fuera se perdió del todo, y en la hera de dicho pueblo, que estaba una gran parte de una peña algo movediza, desapareció del dicho lugar de donde estaba y la llevó el río, que parece cosa increíble."

Conservase memoria de la avenida de 1831: las aguas llegaron a socavar los cimientos de varios edificios; registráronse algunas desgracias, y los vecinos de Anzo se vieron imposibilitados de recibir los auxilios espirituales, e interceptado el camino real durante varios días, no pudieron pasar las tropas que se dirigían al Ferrol.

La invasión del camino por las aguas era frecuente, y ya en 1760 pagó la Diputación 4.000 reales por el arreglo de esa calzada y el paredón de defensa*.

Pero esas mismas aguas, que tantos daños causaron, pudieran reportar soñados beneficios de aprovechar su fuerza, formando un fácil salto de 4.000 caballos, como se proyectara, y aplicar la energía a las industrias de Oviedo, Gijón y Avilés, y las que establecerse pudieran en Grado y Peñaflor. Sólo acaso juicios poco prácticos han impedido que a estas horas fuera un hecho lo que ha de quedar confiado al porvenir.

Del renombrado pozo del puente, citado en los escritos, desaparecieron los salmones, causa de su celebridad, debido, más que a las "máquinas" o artefactos dedicados a pescarlos, a las excreciones del carbón que arrastran las aguas, ahuyentando los peces, siendo segura la despoblación absoluta de los ríos de Asturias, de seguir incumplido lo que la Ley preceptúa.

Por el lugarcillo de Peñaflor pasaba el antiguo camino real, como pasa hoy la carretera de Occidente, que divide el caserío y el ferrocarril Vasco, a cuyos fuertes muros y escollera debe Peñaflor verse libre, para siempre, de las iras formidables del Nalón. junto a dos túneles, en Llera, tiene el ferrocarril una estación, la de Vega, de exiguas proporciones, pero suficientes para el servicio que está llamada a cumplir.

Otros tres lugares, además de la capital, comprende esta feligresia: Anzo, que antiguos escritos llaman villa de Anzo, y figura en un documento de 1240 "entre Bayas y Panizales"; no era de la jurisdicción de Peñaflor, pero si de su parroquia, como lo ha sido siempre; Sestiello, cuyos vecinos pagaban por sus viñedos el quiñon o cuarta parte de su cosecha, a Doña Mayor de Navia, vecina de Oviedo, y a Doña Juana Valdés, de Avilés, y Vega de Anzo, que pertenecía a Gurullés antes del ultimo arreglo parroquial, y tiene o tuvo ciertos derechos sobre los pastos del Estrellero, isla del Nalón, que le disputaban sus vecinos de Las Regueras.

En una cumbre cercana al lugar de Peñaflor, y dominando la vega, levantase la blasonada casa de La Campona, fundada por los De Marines ó Das Marinas (de ilustre cuna, oriundos de Las Regueras, aunque tuvieron residencia secular en Peñaflor), en sustitución de la primitiva que tenían abajo en el pueblo, y había sido destruida por las aguas del río. Tiempo adelante, y por enlace con los Das Marinas, pasó a los Jove el "palacio" como todo el vínculo de aquella familia. Sirvió de cuartel la expresada casa a las tropas de Napoleón, que luego la entregaron a las llamas, y se reedificó terminada la guerra contra el Imperio*.

Refiérese que, en las primeras edades, un notable sacudimiento geológico rompió la sierra de la Peral, dique del Océano por este lado, y se formó el inmenso boquete de Peñaflor por donde las aguas del mar, precipitadas, inundaron la vega de Grado. Muy atrevida es la afirmación, pero existen indicios que la hacen verosímil.

Los monumentos romanos que menciona el historiador Masdeu, un altar dedicado al relámpago y una imagen de Venus Augusta, no existieron en Peñaflor de Asturias, y probablemente alude a Peñaflor de Sevilla.

En 1144 hubo una Real donación de una tierra y otros bienes junto al puente de Peñaflor para fundar un hospicio-alberguería, después hospital, que arrasó el río con varias de sus tierras, y hasta no hace mucho continuaron pagándose, y se depositaban tres reales al año por dos porciones de heredad que habían pertenecido al mencionado hospital*.

De época y estilo románico era la iglesia parroquial de San Juan, y lo acusan: el arco de medio punto de la puerta de entrada con ornamentación ajedrezada; el presbitero, con bóveda de cañón, seguido; el arco de triunfo y sus pequeñas columnas, cuyos capiteles representan animales diversos y raros, y algo de la sacristía; todo lo demás ha sido reformado modernamente. Fue iglesia de asilo, y las férreas argollas que lo atestiguaban, sujetas al pórtico, desaparecieron con parte del mismo al construirse la carretera, que roza el templo.

A la salida del puente, en límites de Peñaflor, estaba la capilla de San Blas, llamada del Obíspo, muy traída y llevada de las consejas del lugar. El tesoro de la torre, sus primorosas alhajas y montones de oro, preocupaba sobremanera al vecindario, que lo supuso robado más de una vez; pero solamente consistía esa riqueza en algunas alhajas dedicadas al culto (la de más valor un crucifijo de oro), y en diversidad de monedas de escaso mérito, procedentes de limosnas. Se ordenó el derribo de la capilla, so pretexto de interrumpir el camino hacia el año 1863.

En la angostura que forma la sierra de la Peral, por donde, aprisionadas, pasan mugiendo las aguas del Nalón, yérguese, alto y severo, el famoso puente de Peñaflor, de carácter románico y de cinco arcos, con una elevación de más de 20 metros el mayor de ellos; recuerda por su belleza al de Cangas de Onís, más airoso quizá, pero no más artístico, siendo reputados los dos puentes de más mérito histórico de la provincia.

Se construyó á principios del siglo XVI, y casi destruído por una imponente avenida, reedificóse en 1736; y vuelve á sufrir desperfectos en 1757, y otros de mayor consideración, á juzgar por las obras contratadas, en el de 1760*; y algo menores los sufre en 1787, y en el de 1805 por último, en que la Diputación ordenó, como siempre, hacer los reparos á la brevedad posible á costa de los caudales comunes del Principado*.

Mas desde entonces, la solidez de esa magnífica obra y su fuerte estribación en dura roca la han hecho resistir las tremendas furias de la corriente sin gran menoscabo, á pesar del largo abandono en que se le ha tenido, hasta que el Estado se hizo cargo del puente*. Une éste, y parten términos á su salida, los Concejos de Grado, Candamo y Las Regueras, y en otros tiempos era forzoso paso de Grado para Oviedo y Avilés.

Idéntico servicio prestaba, antes del que nos ocupa, otro puente, de carácter románico también, aunque de menos mérito, construido en el siglo XII, que había sido arrasado por las aguas, como lo fueron otros puentes de madera que sucesivamente hubo en estos mismos sitios desde tiempo inmemorial.

Fue Peñaflor behetría, y los vecinos del coto más de una vez chocaron por desacuerdo al elegir, libremente, el señor que debía protegerles á cambio de reconocer su autoridad y pagarle tributos.

Fue después Obispalía, figurando como tal en la célebre Carta del Rey D. Juan I (1381), en la que manda no se paguen tributos a su hermano el Conde D. Alfonso, porque se entromete de poner Justicias é de pedir viandas, e yantares, é manferir escuderos, e pedir bestias... recibiendo con ello esos señorios gran daño, de tal manera que se despueblan e destruyen cada día.

Redimióse de la jurisdicción episcopal, por su propio esfuerzo, reinando Felipe IV, el año 1644, cuyo documento contenía la curiosa cláusula de que los vecinos y hombres buenos de Peñaflor pudiesen alzarse contra el Señor Rey si les vedase sus fueros*. Obtuvieron la gracia de los Oficios de juez, Regidor, Alcalde Mayor, Alcalde de la Santa Hermandad, Alcalde Ordinario y Procurador General, todos por el Estado Noble, haciéndose las elecciones el día primero de enero de cada año, por el sistema de cédulas*.

Mandaba delegados a la junta General del Principado, donde tuvo el asiento número 40, y figuraba, en 1659, en el llamado Partido de Obispalía, formado de las villas y cotos de señorío, y Concejo redimidos. Ocupó el 3.º y 6.º y más tarde, hacia 1800, el 5.º lugar en dicho Partido, derecha del Presidente, entre las 24 jurisdicciones representadas; pero sólo tema, como las de su clase, la tercera parte de voto para el nombramiento de apoderados, y siguió siendo Concejo de representación mermada hasta muy entrado el siglo anterior, cuando se incorporó a Grado*.

Durante la guerra de la Independencia sufrió mucho Peñaflor; diversas veces fue teatro de lucha terrible y de actos vandálicos perpetrados por el invasor, como veremos en el capítulo correspondiente. Importantísima posición estratégica, estuvo siempre cubierta por unos u otros beligerantes, que establecieron fortines y guardia constante en las dos peñas que dominan el lugar, y casi siempre llenaron este servicio los de Peñaflor, alternando entre ellos, aun hallándose fuera de Asturias el enemigo*. A esas dos peñas subió el francés varios hórreos y paneras, que le sirvieron de garita y albergue, y más de una vez se hundieron, aserrados los pegollos por los animosos hijos de esta jurisdicción. Ellos, todos, mujeres y niños, ayudados por los de Grado y otros vecinos de los contornos, fortificaron con afán puente y peñas para atajar el paso a Ney cuando invadió el Principado avanzando sobre Oviedo. Todavía se ve la carril abierta para subir á la peña del Viso un antiguo cañón de hierro y los restos del parapeto en que se emplazó la pieza, la que de nada sirvió al cabo, y hubo de precipitar al río el paisanaje en crítico momento, para que no cayera en manos del invasor*.

Aquel día, y siempre, lucharon como buenos, y desde la altura enviaron balas y piedras al enemigo, que los castigó ferozmente; pero después supieron vengarse.

La estima en que se les tenía refléjalo la propuesta de la junta Superior de Observación y Defensa del Principado, fecha 26 de octubre de 1809, por la cual se conceden socorros a Peñaflor para sostener el entusiasmo público y reparar en parte los males que han sufrido los valientes y leales vecinos.

Y si es cierto que esta jurisdicción fue la única del Concejo de Grado que no se conformó con el repartimiento general ordenado por la junta a últimos de 1811, debióse, no a falta de patriotismo, y sí a la natural molestia que produjo la excesiva cantidad que se le exigió, muy superior a la de 523 reales 82 céntimos que le correspondía, como llegó a probar cumplidamente.

En el período liberal, año de 1821, se acordó una nueva división territorial, por la que se incorporaba este coto al Ayuntamiento de Grado, como las demás jurisdicciones en él inclusas (definitivamente lo fueron en 1827), y Peñaflor se apresuró a protestar, "porque desde tiempo inmemorial había tenido Ayuntamiento independiente y le causaba el hecho graves perjuicios", consiguiendo al poco tiempo, como deseaba, el goce de Ayuntamiento Constitucional independiente*, hasta 1824, como lo gozaron también las otras jurisdicciones, excepto Cabruñana (que nada alegó) y numerosas* parroquias, de las que algunas ya lo habían tenido años antes, según iremos viendo. Lo de gozar Ayuntamiento Constitucional independiente ufanaba a éstos y los otros lugareños aunque no se dieran idea clara de lo que significase.

Relataremos, en conclusión, un trágico y sensacional suceso desarrollado á mediados del siglo XVI en esta parroquia.

D. Bartolomé Felipe de Marines, Regidor de Oviedo y Alférez Mayor perpetuo de Sariego, se creyó ofendido en su honra por el cura de Peñaflor, y ciego de odio va en su busca, le halla en la iglesia y le asesina al pie del altar. Perseguido por la Justicia, logra del Emperador la conmutación de la pena, quedando obligado a servir en las guerras de Alemania.

En su ausencia había dejado su hija única, Doña Lucía, al cuidado de su hermano, Dr. D. Juan de Coudres, Regidor y Catedrático de Leyes en la Universidad de Oviedo, y prendado éste de su sobrina, llegó con ella a casarse*, a satisfacción y conformidad del D. Bartolomé, que, al regresar perdonado, encontró muy en auge sus bienes, gracias a la honrada administración de su hermano y yerno.

¡Peñaflor! En este lugar humilde dieron principio las célebres aventuras de Gil Blas de Santillana; aquí pasó una noche el gran aventurero, y aquí padeció también, bajo la charla insufrible del ventero aquél a quien cupo la honra de alojarle. Por cierto que el novelista Le Sage, ó quien fuera, no bien sale Gil Blas de estos sitios, le traslada a tierra castellana sin cuidarse de la distancia, ni vuelve en su narración a mentar á Peñaflor.

SAN VICENTE DE CASTAÑEDO

En la relación de los Arciprestazgos consta esta parroquia como aneja de Peñaflor hasta alborear el siglo XIX, que se constituyó in solidum, siendo el primitivo patrono San Vicente, como en la actualidad, pero en cierta época, lo ha sido San Bartolomé.

Entre los muchos bienes y regalías otorgados a San Salvador de Oviedo por el Rey Ordoño II en su testamento del año 921, figuraba la iglesia de San Vicente de Castañedo, además de otras varias iglesias y tierras de este Concejo:

...secus flumen Cubía ecclesíam sancti Víncentii cum adiacentiís et aprestationibus suis,*.

También Arbidio, cognominada Doña, Juanes, con su hijo Martín Anaya, hizo donación a la Iglesia de Oviedo, en el año 1104, de parte que les pertenecía en el Monasterio de San Vicente de Prámaro (llamaban Prámaro a Grado y su alfoz), y en él tenía, con Arbidio, parte ó derecho la expresada Iglesia*.

El Monasterio alcanzó alguna celebridad, viéndose citado en diferentes escritos.

Situada en la ribera del cubia, izquierda del Nalón esta parroquia, se divisa en sus altos la capital, Castañedo, y la Iglesia de San Vicente; y en la planicie, el lindo hotel Villa Julia, de los González Alvarez, y Santa Julita, propiedad del Marqués de la Vega de Anzo.

De este edificio, capilla y panteón de familia, habla la Revista El Nalón, de Muros, en estos términos:

"Está emplazado el palacio de Santa Julita -dice- en la parroquia de Castañedo, a menos de un kilómetro de Grado, sobre la carretera de Avilés. Su traza es severa y grandiosa, obra del arquitecto asturiano García del Rivero; rodéanle jardines bien cuidados que realzan su belleza, y el paisaje que le cerca es, sobre todo, punto ameno y encantador. Después de la ancha y tendida escalinata, toda de piedra de Cornellana, de finísima blancura, se penetra en el vestíbulo del palacio, en cuyo fondo aparece la monumental puerta que da ingreso a la capilla, sostenida y coronada por estatuas que campean sobre rojo mármol. El altar, que lo es también de Carrara, y la imagen (Santa Julita) que en él se venera, de bronce fundido y dorado á fuego, al igual que la puerta de que queda hecha mención, son obras de sobresaliente mérito, que acreditan la pericia y el buen gusto del escultor ovetense Cípriano Folgueras, tan afamado en las esferas del arte. En los muros laterales, cubriéndolos casi por entero, están dos grandes lienzos de Uría y Robles, que tan bien manejan los pinceles; y algo más arriba, en el arranque de la bóveda, lucen su entonación castiza y su correcto dibujo, su pasta de color y su briosa luz, dos preciosas figuras de Menéndez Pidal, que representan los Sagrados Corazones de jesús y de María. En el amplio salón, en el comedor y en la espaciosa biblioteca (3.500 volúmenes) hay techos hermosísimos, pintados por los artistas mencionados, y fuera larga tarea, y para nosotros difícil, la de enumerar las bellezas artísticas que encierra el palacio, y, sobre todo, la capilla, que si no es la mejor, es una de las más notables de la provincia.

A poca distancia del palacio, en lo más elevado de una cuesta, a la misma vera de la Iglesia parroquial, está emplazado el.nuevo cementerio, donde reposan los restos mortales de la Marquesa de la Vega de Anzo, en el elegante y sencillo panteón de la familia. A la entrada del camposanto, junto a la puerta de ingreso, sobre uno de sus muros, hállanse dos grandes lápidas de mármol blanco que contienen estas inscripciones:

"Hoc sacrum. ecementerium, a clarissimo Viro Dre. D. ¿Emilio Martino Gonzalez del Valle et Carvajal, Marchio de la Vega de Anzo, pluribus titulis ae honoribus ornato, propriis expensis ac piae devotionis affectu exstructum, a praeestantissimo etiam ac reverendissimo Domino Fr. Raymundo Martinez Vigil 0. P., eximio Episcopo Ovetensi, comite de Noreña, multisque ahis decoramentis insignito, coram numeroso ac honorabili clero, magna cum pompa et apparatu, solemnissimo ritu benedictum fuit V nkal. sextilis au Dom. MDCCCXCVIII."

Hocin sarcophago requiescunt, carnis resurrectionem expectantes, mortales exuviae nobilissimae Faeeminx Julitw Fernandez de Miranda et Vives de Llano Ponte et Amat, miris virtutibus conspicuae, fidelissimae ac mantissimT Uxoris munifici, Marchionis de la Vega de, Anzo, qui in, ejus dulcissimam memoriam et in pignus amoris sempiterni hoc sacrum monumentum devotissime erexit ac exornavit.

EPITAPIIIUM

Ossa tua íllacrimans recolo, mea sponsa, et honoro:

At pro pace tua Divum praefervídus oro.

Al pie de Santa Julita, bajo la carretera, una gran trinchera da paso al Vasco-Asturiano, divisándose algo más allá el, puente de La Rubial, sobre el Cubia, metálico y de escasa belleza, perteneciente al mismo ferrocarril.

El cementerio de la villa, próximo a clausurarse, y el puente de Grado, están en terrenos de Castanedo.

SAN JUAN DE VILLAPAÑADA

0 de Leñapañada, jurisdicción, Señorío, Coto redondo ó Priorato, según rezan los escritos, de los Nobles Caballeros de San Juan de Malta.

Tiene curiosa historia y marcado carácter propio.

Inhabitados, incultos, yernos estos terrenos en los siglos medios, obligado y peligroso camino de los peregrinos que se dirigían a Santiago de Compostela, los Caballeros Hospitalarios, movidos de cristiana caridad y cumpliendo sus Estatutos, recabaron para sí las tierras de Leñapañada, y fundaron hacia 1450 un Monasterio, hospital y albergue de peregrinos, que encomendaron á varias freiras de la Orden. Pero los propósitos de los nobles Caballeros se frustraron por entonces, porque continuaron los peregrinos expuestos a peligros y asechanzas, y hasta las mismas religiosas no se conceptuaron seguras; y, amedrentadas, se trasladaron a un convento de Tordesillas, siendo reemplazadas por un Prior y tres freires o caballeros profesos que, ayudados de sus servidores, asilaban y defendían al peregrino, y administraban santamente las cortas rentas ó donaciones que percibían de los lugares vecinos; pero como tampoco cesaron los peligros del tránsito ni los que aun ellos corrían, acabaron también, como las monjas sus predecesoras, por abandonar estos sitios, refugio de foragidos y gente de mal vivir.

No se conformó, empero, el Gran Maestre con el definitivo abandono del Señorío, y buscando medios prácticos para que tal desamparo cesase, pareció lo mejor á los Malteses poblar el páramo, reducirlo á cultivo, y, para lograrlo, aforar la tierra, con muy exiguo canon, a cuantos allí se avecindasen.

Con tales propósitos, regresaron Prior y freires, y hacen las tentadoras propuestas a los vecinos comarcanos; aceptadas por algunos, comienza lentamente a adquirir vida aquel lugar de, muerte; y más tarde, otras gentes, venidas de lejanas localidades, aumentaron el número de estos primeros habitantes, llegando aquel yermo suelo a ser cultivado y á poblarse el desolado desierto, muy a satisfacción de los juannitas, que rigieron el coto por Comendadores, con jurisdicción completa.

Tal fue el origen de la parroquia de San Juan de Villapañada -según la tradición y los escritos cuentan-, cuyos actuales y honrados moradores son descendientes directos de aquella gente amalgamada y advenediza.

Realmente el término de Leñapañada, al ser entregado á los Caballeros de San Juan de Jerusalén, paso a ser, ipso facto, civil y eclesiásticamente, propio y privativo de una Encomienda de esa Orden religioso-militar.

Los primeros Comendadores rigieron justamente el sumiso coto, cumpliendo con lo estatuido; pero no así algunos de los sucesores, que abusaron de sus especiales prerrogativas, trocándose más de una vez en azote de sus propios vasallos. Señores de horca y cuchillo, gobernaban despóticamente, imprimiendo á sus actos un marcado carácter feudal.

La horca aquella, el temido instrumento de muerte, ostentóse durante muy largo periodo en la sierra de Santa Marina, pregonando á veces la crueldad del Comendador. Más abajo, en la "tierra de Santiago", estaba el Consistorio con su cárcel, cepo y grillos, como era consiguiente.

El derecho de asílo le ejercieron los Comendadores con extremado rigor: criminal que huído de otros puntos trasponía los límites de San Juan, quedaba salvo; jamás era entregado; el Comendador no transigía, por más que lo reclamasen.

¡Los Comendadores! ¡Larga, eterna pesadilla de los de San Juán ¡Sus protectores primero, y sus verdugos después¡

Contaba el coto 1.527 días de bueyes (á prados 126, á labor 464, y el resto tierra inculta dedicada a pastos y arbolado) y 72 casas, 56 hórreos, 2 molinos y 93 colmenas; 9 zapateros, un sastre, 2 caldereros y una tejedora de lienzo con dos oficialas, por, el año 1558*.

Percibía la Encomienda, procedente de sus fincas con carácter foral, 73 fanegas de escanda y libra y media de cera, y por razón de vasallaje, cada vecino contribuía con un carro de lefia ó dos reales al año, y el juez electo, con media fanega de pan cocido, un carnero ó dos pesetas, dos pollos ó dos reales, un jamón, una cesta de fruta que valiese un real cuando menos, y un roble que llamaban anataliego, valorado en una peseta, precio mínimo. Percibía, además, el Comendador, "sobre frutos y haberes", el diezmo, que ascendía a 12 fanegas de escanda, 24 de maíz, 4 de judías blancas, 20 de castaña y dos carros y medio de hierba; y por leche, corderos, lechones y otras "avenencias" recibía 32 reales*.

Constituían los bienes libres de la Encomienda - catorce fincas laborables, de unas cuatro hectáreas de extensión; tres prados, de algo más de una hectárea; tres hórreos, y los bienes de la Capellanía de Nuestra Señora de Loreto, que eran cinco fincas laborables y un castañedo, sitos en la misma jurisdicción de San Juan*.

No eran, pues, como se murmuraba, los emolumentos y propiedades de la Encomienda lo bastante para creerse el Comendador un potentado, ni mucho menos. Por eso, acaso quisieron los de Malta dar un corte de cuentas, declarando libres los bíenes aforados.

¡Salvadora resolución, que trajo revueltos a siervos y Comendadores durante el siglo XVIII

Vamos a relatar los hechos ateniéndonos a escritos que nos presentó D. Víctor Areces, vecino de Villapañada.

Las primitivas fundaciones forales constaban sólo en simples documentos privados que guardaba la Encomienda, y ni copia tenían de ellas los dueños del dominio útil; así que, prevalidos de esta circunstancia los juannitas, se llamaron a la absoluta propiedad de las haciendas. Inicióse la cuestión en los comienzos del siglo XVIII, y a través de los años, aunque trabajosamente, iban los vecinos defendiéndose de las pretensiones de los malteses; pero llegado el año de gracia de 1770, cayó sobre los siervos un turbión en forma de Fr. Nicolás Hortuza, Comendador, de tal guisa, que poco faltó para que Leñapañada volviera a quedar inhabitado.

En el ruidoso pleito que surgió, no seguiremos a Hortuza en sus arrestos en gracia de la brevedad; pero forzoso es declarar que fue un verdadero azote de los vecinos de San Juan; violento, atrabiliario, no perdonó, a lo que parece, medio para arrebatarles sus derechos, pues tras de ocultar las fundaciones forales, que sustrajo del archivo de la Encomienda, maltrataba a sus vasallos con vejámenes y prisiones, a fin de que, empobrecidos y acobardados, concluyesen por abandonar tierras y lugares, dando motivo para arrendar a otros como libres los bienes aforados*.

Y cerca anduvo de lograrlo; pero al ver aquellas gentes en peligro su hacienda, adquirida a fuerza de trabajo por sus predecesores, que poblaron e hicieron fructífero el ingrato suelo fertilizado por ellos también con el sudor de su frente, llegaron a las gradas del Trono; pidieron amparo y justicia contra los intentos y opresión de Hortuza, y Carlos IV oyó sus quejas, consideró sagrados los derechos que alegaban, y obrando en consecuencia, quedó humillado el orgullo del Comendador, que a poco pierde su jurisdicción alta y baja, mero, mixto imperio, real y eclesiástica, que tanto invocara para salir airoso en sus demandas. La calma siguió hasta que murió Hortuza.

Sólo entonces, contra lo esperado, retoñan las discordias, promovidas esta vez, no por el Hospitalario, sino por su apoderado, al pretender también hacer pasar por libres los bienes todos de la Encomienda; pero los vecinos de San Juan nuevamente protestan y se querellan, ante el propio Comendador, por suponerlo ajeno a las intrigas y sutilezas de su mayordomo, y lo estaba, en efecto, o quizás temeroso de que resurgiesen los pasados pleitos, lo cierto es que dio la razón por entero a sus vasallos, los cuales prosiguieron viviendo en paz con su nuevo Señor.

En esa conformidad se hallaban al llegar el, golpe de 1821, por el cual, remitida Villapañada a la jurisdicción de Grado, estos habitantes acudieron en queja a la Diputación, alegando, como Peñaflor, que toda vez siempre habían estado independientes (olvidaban los palos de los Comendadores), "y tenían Casa-Ayuntamiento, cárcel, archivo, con lo demás necesario para la Administración de justicia", les correspondía disfrutar de Ayuntamiento Constitucional independiente, como en efecto lo disfrutaron*.

Mas en nada se alteraron ni se quejaron los de San Juan en 1827 cuando el coto fue incorporado a Grado de un modo estable, pensándolo mejor, a nuestro parecer.

Otra vez se produjo el desasosiego en 1847 al ordenarse por el Gobierno la venta de bienes pertenecientes. a las Encomiendas, debido a que la mayoría de los vecinos continuaban sin los documentos justificativos de su derecho, y temían fueran enajenados como libres los fundos aforados.

Pero esta alarma fué pasajera, porque bastó se exhibiesen los antiguos escritos conteniendo los aforamientos, un libro catastro de 1752 y la sentencia contra Hortuza, para que reconociera el Estado el legítimo derecho de estos sencillos aldeanos, que vieron para siempre, al fin, colmados sus afanes.

Cuando la invasión francesa, ellos también sufrieron mil torturas; y al igual de Peñaflor, otorgáronseles socorros por su desinteresada y valiente conducta. Excelentes patriotas, atacaron sin descanso los destacamentos y convoyes enemigos que cruzaban la parroquia, haciéndose víctimas de terribles represalias; repetidamente la población en masa tuvo que huir, y por mandato del general Barthelemy fué entrado el coto a sangre y fuego, no consumándose la total destrucción sólo providencialmente.

Nada notable encierra San Juan, y si algo tuvo se lo llevaron.

Nos referimos á una antiquísima lápida, procedente de un Castro, sobre tierras de San Juan, hallada en parte en linderos del Concejo de Salas, habiendo quien supone, erróneamente, que el famoso "cipo" procede de otros sitios. El dibujo que de esta lápida hispano-romana presentamos, es copia exacta del que nos ha remitido el muy benemérito Sr. D. Ciriaco Vigil, diciéndonos:

"Este cipo, la mitad próximamente de un enorme sillar de seis pies de alto, fué descubierto en un Castro llamado el Castiello, y formaba el dintel de la puerta de la casa de Pedro Alvarez, situada al comienzo de la cuesta de Cabruñana, en el Concejo de Grado*. Fué posteriormente recogido por mi amigo D. Fortunato Selgas, y le colocó en su egregia posesión de "El Pito", en el Concejo de Cudillero.-Del dibujo, más correcto que el anotado en mi libro de Epígrafia asturiana, pág. 390, y tuvo la fineza de remitirme aquel amigo, mandé copia al ilustre Sr. D. Emilio Hübner, miembro del Instituto arqueológico de Berlín, y célebre epígrafista, quien me participó en 19 de Agosto de 1887 su muy probable interpretación, en los siguientes términos:---Muchome interesa el nuevo dibujo de la antigua lápida de Grado que me manda usted. Calculado que el eje del semicírculo haya pasado aproximadamente en medio de la cabeza de la mujer, casi seis letras faltarán al lado izquierdo del titulo. Por supuesto, los nombres no se pueden adivinar; sólo para dar una idea del total, propongo los siguientes suplementos, exempli causa:

PELSINAE TA'AVF "A Pelsina, hija de Talavo,

RETVCENE* VXSORI y mujer de Retugeno."

Pelsina y Retugenus son nombres conocidos por inscripciones encontradas en Galicia y en Asturias. El carácter de las letras es bastante antiguo: lo creo casi de fines del primer siglo de nuestra era. Lo mismo se infiere de la falta de las fórmulas consuetas D. M. y de otras indicaciones, como los años de la vida, el H. S. E. y demás. Muy curiosos son los ornados del cipo; tenemos en él un monumento altamente interesante de los primitivos habitantes de aquella parte de la Península."

La gente de estos contornos ha forjado una novela respecto al cipo, diciendo cubría la tumba de la Reina de estos lugares, poderosa y buena, pero idólatra, por lo que Dios la castigó duramente, maldiciéndola, etc., y añaden que hace tiempo se hallaron en el sepulcro gran cantidad de alhajas y cosas de oro macizo.

Lo que sí se deduce del hallazgo y de los restos de muy antiguas construcciones descubiertas en los mismos lugares, es que en los primeros siglos de nuestra era no estaba despoblado este territorio como lo estuvo absolutamente en los medios. ¿A qué fué debida esta posterior despoblación?

Cumplidamente nadie satisfizo esta pregunta.

En la actualidad, es Villapañada una parroquia relativamente rica por la actividad y aptitud de sus hijos, acreditados de excelentes traficantes y de algo... trapisondistas, a decir verdad.

Hablan el bron (que se supone céltico), jerga gitana importada en los primeros tiempos por varias familias de caldereros, y que emplean solamente, según se cuenta, el fraguar alguna trampa para que no les entiendan. Su modo de ser les hace realmente distinguirse un poco de los demás habitantes del Concejo, acusando su procedencia de gente aventurera ó extraña; pero no descienden de los judios, como asegura el vulgo, siendo lo cierto que la generalidad procede en todo honradamente, y sus defectos tienden a exagerarse.

La presentación del Curato dicho está que era de la Religión de los Caballeros de Malta, y el Frey era el cura, y en su defecto un vicario que elegía la Orden, y en el ínterin el Obispo de la Diócesis lo designaba. Sin permiso del cura, los demás clerigos, aun siendo del Obispado, no alcanzaban licencias ordinarias para celebrar misa en San Juan; el Comendador no reconocía ningún Arciprestazgo. Presentan ahora Valdecarzana, Peña de Francia, Alvarez Nalón y Rañeces

La famosa feria de Santiago tenía lugar en esta parroquia, y en la ya derruída capilla del Apóstol decíase la misa del día, colectándose para el Santo buena cantidad de limosnas entre los feriantes. Puede decirse que la feria comenzaba en Grado, porque en todo el trayecto, desde esta villa hasta San Juan, había concurrencia y puestos de venta, satisfaciéndose las alcabalas en las jurisdicciones respectivas, y los jueces de éstas se esforzaban para que no fuese en la suya donde el orden se alterase.

La romería de Santa Ana se celebraba igualmente en tierras de San Juan.

Feria y romería se acordó trasladarlas a Grado por los años de 1852, muy a disgusto de los vecinos de Villapañada.

Pero ya se han conformado, y olvidaron también más grandes penas; hoy sólo piensan en sus tratos y contratos, en cultivar sus tierras y en redimirlas del secular gravamen; viven felices, sin que altere su sueño... i el Comendador!

SAN LAZARO DE CABRUÑANA

La más pequeña feligresía del Concejo, del Patronato de Valdecarzana y de las que fueron de su jurisdicción. Encumbrada sobre la de San Juan, forma límite del término municipal de Grado, separándole de Salas y Candamo.

Comprendía en 1798 unos 1.020 días de bueyes, con sólo 12 vecinos, 12 casas habitables, 4 arruinadas y 49 colmenas*, perteneciendo una exigua porción del coto al Concejo de Salas.

Hubo en estas cimas, durante un lapso de tiempo, un Hospital, que prestó señalados servicios, creado para albergar leprosos a últimos del siglo xv, al extenderse por la provincia la terrible enfermedad conocida por fuego de San Antón, pelagra y mal de la rosa*; pero se asilaba, si era posible, además de los malatos ó logrados, a otra clase de pacientes, y aun a los achacosos, cuidando de aislarlos de los malatos, que estaban sometidos á reglas durísimas, para evitar el contagio, reglas contenidas ya en las primitivas Ordenanzas del Hospital.

Las rentas propias del mismo ascendían á 13 reales, 19 fanegas y 4 copines de escanda, según resulta del Apeo de sus bienes y rentas, ó del Inventario de sus Instrumentos y papeles formado el año de 1794 (Apéndice VIII); pero solamente cobraba, al ser suprimido por entonces, 9 fanegas y 3 copines y medio de escanda.

Las exiguas limosnas que en forma de diezmo percibía, ascendían, en un quinquenio, a dos fanegas de pan, cuatro de maíz. dos copines de judías y una fanega de castañas, y aun estas limosnas mezquinas que aprontaban los vecinos del coto, se repartían por mitad entre el Hospital y el individuo que se tomaba el trabajo de recogerlas.

Adquirió los bienes la Malateria, principalmente por donaciones de varios particulares, distinguiéndose por su cuantía la que hizo Valdecarzana en 1650; pero también adquirió algo por compras, permutas ventajosas y deudas á su favor, más algunas fincas que donaron ciertos malatos a cambio de su asistencia y curación.

Por un pleito que se falló en 1587 en favor de este Hospital, 41 se le mantuvo en posesión de llevar los quintos de nabos y más frutos que se sembraban en términos de Arenas"*.

Mas por otro pleito, en cambio, que a nombre de la fundación sostuvo el cura de Cabruñana a últimos del siglo XVII, perdió la Malateria la propiedad de un foro de 16 fanegas y dos copines*.

El Hospital Malateria de San Lázaro de Cabruñana gozó de algunos derechos que en algo beneficiaron su erario; viéronse libres de todo tributo sus haciendas, y los vinateros 6 cualquier persona que introdujese vino en el coto, pagaba a la Malateria un cuartel de ese líquido por cada introducción *.

No siempre fué buena la administración de este Hospital ni la de sus bienes, habiendo pasado, como el de Grado, por épocas fatales; sus intereses fueron lesionados por deudas malamente contraídas, y hasta hubo ocultaciones de fincas, no recuperadas algunas. En los primeros tiempos de su fundación, el Administrador era un Abad*; más tarde, el cura de la parroquia ó el capellán de la misma Malateria, y últimamente lo fueron sujetos de reconocida probidad y arraigo, que prestaban fianza para el desempeño del cargo; pero así y todo, no se extirparon determinados abusos*. Solían los administradores, y más que otros los capellanes, ponerse de acuerdo con los malatos para vender, arrendar, aforar ó cambiar tierras del establecimiento, y no siempre era éste él beneficiado.

Los notarios, á quienes en todo caso se acudía, eran los de Grado.

La Malateria de Cabruñana quedó suprimida, como todas las de su clase, a últimos del siglo XVIII cuando se creó el Hospital Provincial, a cuya fundación fueron a parar las rentas de la Malateria.

El coto de Cabruñana figuraba con representación en las Juntas generales del Principado en 1625, é indicado queda que se incorporó a Grado el año 1827.

Pagaban a Valdecarzana estos vecinos, por razón de vasallaje, 43 reales menos 8 maravedíses anuales, é igual cantidad satisfacían a las arcas Reales, y además, por diversos impuestos que repartían entre sí, 8 reales y 25 maravedises.

Durante largo tiempo percibió la casa de Miranda de un modo indebido, invocando pertenencia, las alcabalas correspondientes a S. M., hasta que, formado el Real Apeo del Conceto de Grado*, reinando Felipe V, se cortaron éste y otros abusos.

Los curas de esta pobre feligresía percibían por sus derechos 6 fanegas de escanda, 13 de maíz, una de judías, 4 de castañas, 3 chotos, 2 carros de hierba, y por calenda de leche, dos reales al año.

En 1722 se nombró en Cabrufiana empadronador, por el Estado Llano, al pechero Alonso Riesgo, y sólo tuvo que empadronarse a sí mismo, porque era él todo el Estado Llano de la parroquia.

El monte público "Castiello y Entrambosmontes", de 28 hectáreas de cabida, es de aprovechamiento común, y el único ,que en la jefatura del Distrito Forestal de Oviedo consta existe en el Concejo de Grado.

Desde la cumbre del Esqueriz, mudo testigo de gloriosa lucha, se desarrolla un panorama amplísimo, de bellas perspectivas, divisándose hacia el Norte, muy lejos, el mar Cantábrico, que se confunde con las nubes. Descuella el alto picacho sobre las cimas del Fresno, donde parten términos los Concejos de Grado y Salas, según las aguas caigan hacia el Cubia o el Narcea, pasando por aquí el antiguo camino real 6 carretero que conduce a Galicia, tan frecuentado por los ejércitos beligerantes durante la guerra de la Independencia, y seguido más tarde por las facciones Gómez y Sanz y las tropas liberales, sus perseguidoras.

Este montuoso territorio llamóse con motivo "Partido de los Montes", y hasta hace unos setenta años era hijuela de las Dorigas, á cuya separación se opusieron tenazmente el párroco y feligreses de la antigua matriz, que no pararon hasta resolverse el asunto en Madrid, en contra suya, pues los del Fresno alegaron, justamente, que su Vicaría, por sus rendimientos, mayores que los de Dorigas, y por el número de almas, podía y debía ser curato, como los hechos han venido a confirmar*.

En estas alturas hubo tiempo atrás un célebre santuario, hoy iglesia renombrada, en su conjunto bella, sin que descuelle como obra arquitectónica; su torre, de tres pisos, quemada cuando la invasión napoleónica, se reedificó hacia 1870. Dista de Grado la iglesia cuatro kilómetros escasos.

El novenario de San Miguel es famosísimo; acude gente de todos los Concejos cercanos y de Oviedo, Avilés, Carreño y de otros más distantes. Los peregrinos cuéntanse por millares, y llegan poseídos de gran fervor religioso: muchos suben de rodillas la empinada cuesta, siendo frecuentes las caídas y desmayos, particularmente en las mujeres, que suelen llevar niños en brazos.

Ofrecen a la Santa dinero, misas, cera, los hábitos que visten (muy extraños algunos) y hasta ganados; por las misas que llaman sobresalientes, llegan a entregar 16, 20 y 25 duros, y aun 50 a veces. Así, esos días las sumas que ingresan en la caja parroquial son muy crecidas.

La mayoría de los peregrinos pasan en el Fresno el novenario, y como las casas son insuficientes para alojarlos, duermen los más en hórreos, paneras o pajares; algunos en improvisadas tiendas de campaña, y no pocos a campo raso.

La notable feria de ganado, llamada de Nuestra Señora, que se celebraba el 8 de Septiembre, perdió su carácter, trocándose en concurridísima romería ya citada.

Célebre en los anales de la guerra de la Independencia este territorio, vióse frecuentemente ensangrentado por los combatientes y tan castigado como Peñaflor y San Juan, superados tan sólo por la villa. La fusilería sembró estos sitios de proyectiles, que aún hoy se encuentran con relativa facilidad, y aunque rara vez también se hallan balas de cañón de las cuales poseemos tres; tópanse asimismo sepulturas que recuerdan luctuosos días.

En ocasiones, franceses y españoles llegaban hambrientos y arrebataban a los aldeanos su mísero alimento, el preciado maíz, que los beligerantes comían tostado, y solía ocultar el paisanaje en Roxinas y otros sitios, donde iba furtivamente a comer sus papas.

Los imperiales convirtieron la iglesia en fuerte; pero en los azares de la lucha no siempre fue suya.

Más de un general francés durmió en estas alturas.

Aquella tropa sacrificó a D. Ramón Sala, patriota entusiasta, suspendiéndole del corredor de su misma casa; le martirizaron cruelmente hasta morir, y en su presencia fusilaron por espías a dos de sus colonos. ¡Igual suerte sufrieron otros vecinos, siendo las mujeres brutalmente atropelladas; los desafueros no cesaron, pero tampoco halló paz ni sosiego el invasor!.

Todavía se oye hablar con encomio de Bárcena y el Marquesito, ídolos de esta parroquia, y del día del ataque general, jornada gloriosa en que cayeron luchando muchos vecinos del Fresno, cuyo valor reconoció la patria al asignar a las viudas de los que más heroicamente perecieron una pensión vitalicia, que siguen llamando la paga del francés. Mencionaremos a Juan Suárez, que mató peleando a varios enemigos, y al caer, por fin, mal herido, le ataron á un carro, estrangulándole bárbaramente. Saciaron su odio porque en otras ocasiones les causara daños, habiéndole perseguido inútilmente.

Tanto frecuentaron el Fresno los dos referidos caudillos españoles, que los habitantes llegaron a familiarizarse con ellos, y llamaban a Bárcena Don Pedro, y a Díaz Porliez, invariablemente, el Marquesito (por el supuesto parentesco con el Marqués de la Romana), contándose de éste muy curiosas anécdotas que realzan su probada astucia y valor.

No quiso el Partido de los Montes en 1822 ser incorporado al naciente Ayuntamiento Constitucional de Cornellana, pídiendo serlo al de Leñapañada, y así lo acordó la Diputación, complaciéndolo; pero exceptuó los barrios ó lugares de Fuejo, Robledal, Fresno y La Texera, que por haber pertenecido al Concejo de Salas pasaron a Cornellana*. Sin embargo, no tardó en reincorporarse a Grado la vicaría entera, muy a satisfacción de sus feligreses.

La Caridad, aldea de esta parroquia, debe su nombre a la caridad que allí ejercía un hidalgo, hospedando en su casa, sobre el camino real, a los viandantes pobres que iban a Galicia o Castilla, y cuéntase que el hidalgo veía crecer su fortuna a medida que su caridad aumentaba.

En los anales del Fresno se registra la historia de una nereida, hada, ondina, xana ó cosa así, encanto del lugar, que dió en el estrambótico capricho de probar la valentía de su amante, soltándole inopinadamente un culebrón y además un toro de fuego, ante cuyas bestias huyó, naturalmente, despavorido el galán, por lo que la dama, indignada, le despreció, marchándose para no volver, y causando la desesperación del amante, que murió de pena, maldiciendo su cobardía.

SANTA EULALIA DE LA MATA

Cabeza de las antiguas jurisdicciones de la fortísima casa de los Miranda, perdió su capitalidad sin inquietarse, al ser agregadas aquéllas a los Municipios donde estaban enclavadas.

Abarcaban las tales jurisdicciones parte de La Mata, con el coto de Villanueva y las parroquias de Coalla y Cabruñana, en Grado; Dorigas y Soto de los Infantes, en Salas, y Luerces y Quinzanes, en Pravia.

Al Ayuntamiento de La Mata acudían en casos arduos ó difíciles los jueces de todas las aludidas jurisdicciones, y se juntaban con los Regidores, algunos perpetuos, para resolver lo que procediera, con anuencia del Señor.

Aún hay quien recuerda haber visto a los quintos de los Ocho señoríos venir a tallarse a la "Casa de la Venta" ó antigua Consistorial, una de cuyas celdas, la que hizo de cárcel, conserva este nombre todavía.

La jurisdicción de La Mata -como la de Cabruñana y Coalla- era, pues, absoluta y pedánea de los Miranda, correspondiéndoles por sus facultades peculiares y privativas el nombramiento de Oficiales de justicia. Mas, como queda indicado, la jurisdicción no se extendía a todo el territorio de La Mata, aunque sí a la mayor parte: desde muy cerca de La-Cay, donde estaba el Ayuntamiento, extendiéndose por Santo Dolfo, Rivielles y San Pelayo, hasta la parroquia de Grado, pertenecía al Concejo, y los demás era del couto, como todavía lo llaman los habitantes de la parroquia.

Pagábanle al Señor hidalgos y pecheros el terrazo ó cuarta parte de las cosechas, las que se evaluaban pericialmente por personas honradas designadas por Valdecarzana y los vecinos, viniendo a importar, un año con otro, 30 ducados; mas por la cosecha del vino satisfacían el quiñón ó tercera parte de la misma, siendo 29 los días de bueyes a viñedo por los años de 1710*; los pecheros, que eran siete el expresado año, sobre lo dicho aportaban el dinero de la marrana, valorada una con otra en cuatro reales para los efectos del tributo. Además, todos los vecinos estaban en costumbre de contribuir anualmente, el día de Navidad, con un carro de leña, tasado en real y medio, y de acudir, si eran llamados en tiempo de recolección, con sus yuntas y carros, y en cualquier tiempo, para el transporte de madera, piedra, etc., con destino a edificios o tierras de su Señor. De resistirse, invocábase la razón de vasallaje, que les fue negada a los Miranda al hacerse el ya nombrado Real Apeo del Concejo de Grado*.

A. S. M. pagaban unos vecinos 12 maravedises y otros 4, y aun menos, segun sus haberes, y para la paga principal, que era de 61 ducados y 8 maravedises anuales, suplía el dinero de la taberna que tenía la jurisdicción*.

Por escritura otorgada el año 1086, los hijos de Froila Osóriz dieron a la iglesia de San Salvador de Oviedo la villa de Santa Eulalia o de La Mata: in territorio Pramaro víllam qux apellatur Santa Eulalix medietucum in ex ab omni integrítate*.

Ejercía de Alcalde y justicia Mayor del coto en 1722, D. Manuel González, de grata recordación, pues supo prudentemente cortar las reyertas que venían suscitando los remates de Alcabalas en la feria de San Simón (que aquí se celebraba, como igualmente la de los Prados), remates que, según inveterada costumbre, tenían lugar en el pórtico de la iglesia parroquial y no en el Ayuntamiento, como era de presumir.

Pesaban las Alcabalas sobre la venta de paños, hierro, monteras, zapatos, madreñas, y se imponía el 4 por 100 en la venta y reventa del ganado en las ferias de la parroquia.

Se acordó trasladar a la capital del Concejo la feria de San Simón el año 1852; pero hasta cuatro años después no se cumplimentó el acuerdo, por la oposición de este vecindario, que tampoco pudo impedir se le arrebatase más tarde la feria de los Prados, así llamada por verificarse en una extensa pradera cercana a San Pelayo.

Formó La Mata Ayuntamiento Constitucional el año 1821, alegando razones semejantes a las de Peñaflor, si bien no fue tan resuelta ni unánime como allí la actitud o exigencia de los habitantes para seguir disfrutando de libertad.

Parroquia ésta la más importante del Concejo, si se exceptúa la de Grado, de la que está separada por el Cubia, tan sólo se comunicaba con ella, en buena parte, por medio de un ínfimo puente, juguete del río hasta 1875; sustituído por otro, también de madera, pero más ancho y sólido, acaba a su vez de ser reemplazado por el metálico que está sirviendo, de dos tramos y de relativa belleza, costeado por el Municipio, como el anterior; puente de interés vital para la comarca, porque es el que da paso al frecuentado y referido camino, a trechos concluído, que une la villa con Bayo, sirviendo a casi todo el distrito llamado del Alfoz*.

El risueño lugarín de San Pelayo, cruzado por la carretera de Occidente, está de la villa tan próximo, que puede tomarse como uno de sus barrios.

in es muy antiguo. Ya el Rey Ordoño II, por su tes-

San Pelay' tamento del año 921, otorgó á San Salvador de Oviedo la iglesia de San Pelayo, junto al río Cubia, con sus pertenencias; y en otra donación que se hizo en tiempos de Ramiro H. año 945. vuelve á citarse á San Pelayo de Valdepramaro. Algo después, el 30 de Mayo del 967, el Obispo de Oviedo, D. Diego, otorgó carta de testamento, confirmada por muchos Presbíteros y Diáconos, declarando en ella ser poseedor de la villa e iglesia de San Pelayo, en el valle de Pramaro, y concedérselas por entero a la Catedral de Oviedo, con todas las familias, huertas, montes, prados, aguas, pesquerías, molinos y cañaverales situados en una y otra parte del río Cubia (In territorio Pramaro concedo íntegram, Ecclesiam Sancti Pelagii cum sua villa ab omni integritate cum mulinis y cannalegis in Cuvia flumine), etc.*.

Hoy no existe ni el recuerdo de aquella iglesia, a la que vino quizás a reemplazar la modesta capilla de San Pelayo, hace poco reformada.

Próximo al mismo lugar está un antiguo puente del camino real, que, a pesar de su insignificancia, consideró la Diputación del Principado, en 1733, debía reedificarse con urgencia, "porque era paso necesario y transitante para los reinos de España"*.

Otro pequeño puente hay también a la salida de San Pelayo, en la carretera, y sobre aguas derivadas al Cubia, que, habiendo sido deshecho por una crecida el año 1897, quedó incomunicada, en esta zona, la parte oriental con la occidental de la provincia durante largas horas*. Fué tan excepcional la avenida, que inundó el lugarillo y ocasionó muy graves daños.

Ya hemos dicho en el primer capítulo que aquí se barrenaban y probaban los cañones de fusil fabricados en Grado para el Estado, y que terminó esta industria cuando se restableció en Trubia la fábrica de Artillería.

En la actualidad es San Pelayín una aldea floreciente a la que favoreció el ferrocarril por estar en sus tierras la estación de Grado. Son numerosas las panaderas, que ya de antiguo venden sus productos en los mercados de la villa.

La iglesia parroquial de Santo Dolfo de la Mata, que es de las primitivas del término, viene a estar compuesta de dos edificios adosados, la antigua y la nueva iglesia, de mayor capacidad esta, que tiene en su parte central, interior, en el lado del Evangelio, una portada de arco bien redondo ingreso a la iglesia prímitiva, y parece de lo más antiguo en su clase; sobre dos toscas columnitas sin base, descansa un confuso é informe capitel romanesco, que al propio tiempo es jamba corrida, con la particularidad de que constituven el capitel dos figurones, cuyos brazos violentados ciñen la jamba.

Cuenta el pavimento hasta 46 piedras sepulcrales, numeradas. y una tiene este epitafio

SEPV(L)CRO....
REGTO EL....

COLADO
AÑO DE
1806

 

Bajo esa losa está enterrado un párroco que fué de esta iglesia

Debajo de la tribuna hay otro letrero que puede referirse al año de la construcción del templo ó al en que ha sido embaldosado, pues la fecha es ininteligible y sólo puede leerse

HIZOSE

AÑO DE

...............

Es notable la cajonería de castaño que ostenta la sacristía: los bien tallados relieves muestran los atributos del martirio de Santa Eulalia, y los episcopales, que deben referirse á Santo Dolfo.

La antigua iglesita, sin uso durante largo tiempo, acaba de ser, en parte, habilitada para capilla. junto a uno de sus muros se ve un famoso sepulcro, que se relaciona con un hecho milagroso ocurrido en estos sitios reinando Ordoño I o Bermudo II.

Según cuentan las crónicas y acoge crédulamente el P. Carballo*, como otros escritores, el Obispo de Iria, Ataulfo, fue acusado por cuatro esclavos de un pecado horrendo, y el Rey, sin depurar la verdad, ordenó al Prelado se le presentase sin demora. Sale éste de Compostela, en su litera llevada por dos mulas, camino de Oviedo, donde estaba la Corte, y al avanzar por Asturias y trasponer las cumbres del Fresno, lanza una exclamación de gozo al ver el panorama que se desarrolla a su vista, fijándose particularmente en una iglesia (que era la de La Mata) emplazada en medio de la llanura; y tanto le agradó la situación del templo, que mostró deseos de ser allí enterrado cuando falleciese, lejos de pensar que muy pronto Dios cumpliría su gusto. Siguió su camino el buen Prelado, llegando a Oviedo al siguiente día de madrugada, y después de celebrar el santo sacrificio de la Misa en la iglesia de San Salvador, se encaminó al Real Palacio, donde, al cruzar tranquilo el extenso patio, el Rey, que le esperaba, mandó soltarle un toro bravísimo que tenía encerrado a prevención. La fiera embiste al Obispo; mas de repente se para y baja dócilmente sus armas, como ofreciéndolas al inocente; las coge Ataulfo y quedan en sus manos sin esfuerzo alguno, con admiración de los presentes, que prosternados le piden perdón.

Las astas del toro largo tiempo estuvieron colgadas en la puerta de la Catedral, patentizando el prodigio y el triunfo de la inocencia y santidad sobre la calumnia y la perfidia.

De vuelta el Prelado a su diócesis, apenas entra en el Concejo de Grado, fallece de repente; mas sus acompafiantes, no obstante, acuerdan continuar el viaje con el cadáver depositado en la litera; pero al llegar al punto en que el camino pasa más cerca de Santa EuIalia de Valdepramaro, se espantan las mulas, atropellan al conductor y emprenden vertiginosa carrera, sin que las detengan bardales ni otros obstáculos, y van a dar a la iglesia de Santa Eulalia de la Mata, donde se paran tranquilamente con el cadáver dentro de la litera. Todos los circunstantes creyeron que era el caso milagroso, y un aviso del Cielo para que allí se enterrase el santo Obispo, corno se verificó con pompa inusitada, quedando providencialmente cumplido el deseo por Ataulfo mostrado al bajar las cuestas del Fresno*.

Desde entonces, a través de tantos siglos, sigue reposando en la iglesia de La Mata el cuerpo de Santo Dolfo, donde ha sido venerado y se le dio culto, aun después y a pesar de haberlo prohibido el Obispo Pisador a principios del siglo xix, cuando visitó la iglesia, si bien desde aquellos días el fervor ha ido decayendo, y los fieles no besan ya la una, ni ante ella se prosternan, encendiendo cirios o velas que ardían noche y día.

A causa del suceso se llamó a la iglesia de San Ataulfo, y por contracción más tarde de Santo Dolfo, reproduciéndose en diferentes objetos del culto la escena del toro, en el momento en que le quedan á Ataulfo las astas en la mano, como hoy lo está en uno de los estandartes.

El sarcófago es de tosca piedra mal labrada, sin inscripciones y de unos ocho pies de largo, como el primitivo, que puede verse destrozado fuera del templo, diferenciándose únicamente las dos urnas en que la actual está desprovista de todo adorno, y la primitiva tiene dos círculos concéntricos y una cruz latina en el centro.

Defiende el monumento una fuerte verja de hierro puesta por mandato de Pisador para dificultar el culto, cuando lo prohibió.

Se ha dicho que al ser por este Obispo abierta la urna, se trasladaron al cementerio los restos que encerraba, quedando vacía; pero es incierto, porque el actual ilustrado párraco de La Mata abrió el sepulcro y ha visto los huesos, algunos en perfecto estado de conservación.

Es fama en el contorno que algunos profanos abrieron la urna y... cegaron, y que la nieve jamás se posa sobre el tejado que cobija el sepulcro.

¡Ni un átomo siquiera cayó allí! La tradición lo afirma. i Respetémosla!

Las tristes huellas del Conde Peláez de Coalla, quedaron por mucho tiempo impresas en estos lugares, víctimas de las vejaciones del rebelde por no querer someterse a su jurisdicción, al igual de La Mata, Coalla y Cabruñana. Pereda nunca le rindió vasallaje; jamás se sometió, peleando siempre al lado de La Puebla, su vecina, contra las bastardas ambiciones del maldito Conde.

Dueño absoluto éste, por herencia, del coto de Villanueva y su castillo, parecióle natural extender su señorío á la parroquia entera, y siéndole negado, comenzaron sus venganzas y atropellos al amparo de aquella fortaleza, temida y odiada, no sólo en Pereda, sino en todos sus contornos. Del alcázar salía todo lo malo, lanzándose a los caminos "partidas de apaleadores", para exigir tributos a los viandantes que no fuesen vasallos del magnate, y de esquivarse o resistir les arrebataban cuanto llevaban consigo: escanda, maíz o dinero, siendo bárbaramente apaleados.

Otras mil vejaciones sufrieron los habitantes de esta parroquia, expuestos siempre a las terribles excursiones del Coalla, cuyas hordas, más de una vez acosadas por las gentes de Pereda y las de Grado, hubieron de refugiarse, castigadas, en el Castillo de Villanueva.

Del mismo se conserva todavía una torre en mal estado, de grueso muro, de unos 20 metros de altura y tres pisos, con la puerta de entrada a dos metros del suelo; los calabozos estaban en los bajos (sirvieron a principios del pasado siglo), y las aspilleras se ven enfilando los antiguos y cercanos caminos. El Castillo y sus dos torres presentaba unos 30 metros de fachada, y se le hace remontar al siglo XII

El actual abandonado "Palacio" sin relación alguna con el primitivo edificio, cuyo lugar ocupa, es de época muy posterior, y su capilla carece en absoluto de mérito. Pertenece, como todo el coto de Villanueva, a la Condesa de Fuenclara, descendiente de los Miranda o Valdecarzana*.

Por razón de vasallaje, soportaban los vecinos de Villanueva iguales gabelas que los de La Mata, porque a esta jurisdicción se consideraba unido el coto, que dista de Grado unos cuatro kilómetros.

En el siglo ix, todo era bienandanza en estos mismos sitios, turbados después por el Conde Peláez, y en vez del castillo se levantaba una ermita, con honores de Monasterio, al que llamaron San Pedro de Villanueva, siendo los monjes manantial inagotable de paz y caridad.

El Rey Ordoño II, por el expresado testamento otorgado a favor de la Iglesia de Oviedo, le concedió la de San Martin de Pereda, situada junto al río Cubia, con todas sus pertenencias: Ecclesiam qux sancti Martiní de Pereta cum adiacentús suis.

Dióse aquí un buen ejemplo el año 1811. Ardía la guerra y conspirábase contra la junta Provincial, siendo cabeza visible de los malos patriotas un sujeto apodado el Verdasco; no dudaron estos vecinos: delataron a los conspiradores, y castigados que fueron "'por conspirar frente al enemigo"*, todavía se vieron recriminados por sus mismos padres y hermanos.

Pereda y Rodiles fraternizaron en 1813, formando las dos unidas un Ayuntamiento constitucional independiente que alcanzó de vida un año nada más; pero gustosos estos habitantes, por lo visto, de "regirse por si mismos", consiguieron en 1822, con anuencia de la Diputación, instalar de nuevo el Ayuntamiento de las dos parroquias, 11 conforme lo habían tenido en 1813" fundamentándose " en la mucha distancia en que se encontraban para concurrir a la capital, irrogándoles perjuicios (¡ !)*. Declaróse capital la aldea de Agüera.

En el propio lugar se halla la casa solariega de los Cañedo Vélez, Condes de Agüera, que sostuvieron antaño riñas porfiadas con otros señores, viéndose obligados a salir temporalmente de estos sitios. Yacen sepultados en la capilla del "Palacio" varios miembros de la ilustre familia.

La presentación del curato era de la Abadesa de Santa Clara, por terna.

La filial de Pereda, Santa Cristina, creóse hace muy poco, cuando el último arreglo parroquial, y nada tiene que valga la pena de anotar.

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"Historia de una Comarca asturiana, Grado y su Concejo" escrita por D. Alvaro Fernández Miranda y prologada por D. Valentín Andrés.

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