Aumentadas sus regalías
por un Real decreto de Mayo de 1811, resistíase el Ayuntamiento
del Concejo a hacerse cargo de varias gabelas que correspondía
soportar exclusivamente al expresado partido, ya que disfrutaba
de cierta independencia y de los beneficios del aludido Real decreto*.
Y en estas diferencias se hallaban el Municipio y su alfoz, cuando,
aprovechándose de las circunstancias Candamo y fundado en
uno de los artículos de la recién promulgada Constitución
de 1812, pidió y obtuvo su anhelada emancipación de
una manera inesperada y brusca.
Y fue lo peor que a su
ejemplo, e invocando parecidas o iguales razones, consiguiéronla
también Salcedo y algunas parroquias, como al historiarlas
quedó apuntado, produciéndose tal confusion e inconvenientes
dentro del Concejo, que alarmado el Ayuntamiento preveyó
su impotencia para seguir administrando en semejantes absurdas condiciones*.
Todos los Regidores,
la Comisión patriótica, los Comisarios y Arciprestes,
sin que nadie se excusara, congregados se hallaban el 22 de Agosto
de 1813 en la sala capitular del Consistorio de la villa, y por
iniciativa de los mismos Regidores, para ver la forma y manera de
jurar y publicar con toda solemnidad la Constitucíón
política de la Monarquía española. Tras de
graves y prolijas discusiones, en que palpitaba el deseo del acierto,
acordaron los reunidos fijar desde luego tres días de festejos,
el 28, 29 y 30 del mes que corría, quedando encargados los
Comisarios de pagar las iluminaciones y "un tinglado en la
Plaza Mayor para el acto de la publicación y celebración
de la misa;" los Arciprestes, de convocar para el Oficio divino
á las once de la mañana "a toda la clerecía,"
que debía concurrir sin estipendio alguno y "con cuatro
músicos y dos cantores; "el Ayuntamiento, de arbitrar
los fondos necesarios, teniendo en cuenta Io miserable de este Concejo
con motivo de la guerra," y todos, por último, debían
procurar cuanto antes fuesen conducidos á la capital Ios
transparentes, alfombras y más adornos que pudieran ser habidos."
Del éxito del
brillante programa viene a dar idea el acta del Ayuntamiento correspondiente
al día 31, que obra en el Libro de acuerdos, y dice palabra
más ó menos:
"Los moradores de
esta comarca han experimentado un excesivo gozo por la proclamación
de la Constitución, habiendo prestado juramento las Autoridades,
Corporaciones, clero y pueblo. Al repique general de campanas del
día 28, respondieron alborozados los habitantes de la villa
y su comarca, prorrumpiendo en la Plaza Mayor en exclamaciones y
demostraciones de júbilo; dos tinglados había en la
Plaza: en uno, un dosel cubría e1 retrato de Fernando VII
presidiendo las Cortes del Reino, Y estaba en el otro, la música
traída de Oviedo; llegada la noche, verificóse una
ostentosa y general iluminación, pugnando los vecinos por
decorar cada cual mejor las fachadas de sus casas, admiráronse
fuegos de artificio, tocaron las músicas diéronse
miles de vivas a la Constitución, y se danzó y bailó
hasta las dos de la noche; presidió el orden y el entusiasmo
más completos, y éste principalmente se mostró
alrededor de los arcos triunfales erigidos en la Plaza, los cuales
estaban coronados "por las tres banderas, española,
inglesa y portuguesa, diseñando la unión de las tres
naciones; en la fachada más principal de la, indicada Plaza
estaban colocados unos transparentes en que se leían varios
capítulos de la Constitución, con alegorías
pintadas El día 29, por la tarde, publicóse la Constitución,
saliendo formado el Ayuntamiento de las Casas Consistoriales con
gran pompa y repique general de campanas, música y fuegos
artificiales, hasta la Plaza, escoltado por una agradable guardia
de jóvenes armi
dos; llegados los Regidores
al tinglado del dosel, tomaron asiento, Y el Presidente, con el
Libro de la Constitución en la mano, hizo una corta arenga
y leyó la Constitución en voz alta; al ter minar rompióse
el silencio, prorrumpiendo el auditorio en vivas y aclamaciones;
paseó luego el Ayuntamiento calles y plazas, y en cada cantón
repetíase la lectura de algunos capítulos de la Constitución,
enardeciéndose cada vez más la multitud, y restituído
aquél á las Consistoriales, prestaron juramento sobre
los Santos Evangelios el Alcalde, Concejales, clero, muchos caballeros,
dependientes públicos y representantes del pueblo; al ano~
checer repitióse la iluminación, con las músicas,
fuegos y bailes y orquestas en varias casas particulares, durante
toda la noche. Al día siguiente, 30, y a las once de su mañana,
se congregó e1 Ayuntamiento y pueblo en la iglesia parroquial,
donde se celebró misa solemne, publicándose en el
ofertorio la Constitución, y se cantó el Te Deum,
prestando el clero y pueblo juramento; en el resto del día
siguieron las demostraciones de gozo, y por la noche hubo nuevas
iluminaciones, fuegos, etc., haciéndose notar en todo momento
tanto orden Y unanimidad de pensamiento, que causaba admiración
y parecía que una mano oculta y poderosa conducía
á todos á una misma felicidad (¡!)."
Firman el acta o "acuerdo"
precedente los caballeros D. Fernando Fernández Ladreda,
Jacinto Díaz Miranda, Fernando Alvarez Miranda, Ramón
García Casares, Francisco García Cienfuegos, Bartolomé
Valdés, Nicolás Marinas, José García
Río, Francisco López Tuñón, Luis Conzález
Laguna y algunos otros.
Coronáronse las
fiestas el día 31, abriendo las cárceles en honor
de la Constitución; pero nadie disfrutó del beneficio,
porque "no había presos á quien soltar..."
á riesgo y gloria de la libertad.
Si bien se habían
ocupado los ediles, como ligeramente indicamos, de los perjuicios
causados al Concejo por el establecimiento, dentro del mismo, de
las nuevas municipalidades, no había recaído acuerdo,
limitándose entonces a lamentarse de la extensión
del mal; pero ahora, considerablemente agravado, como habían
previsto, trataron seriamente de ponerle término. Por sus
deliberaciones sabemos que la Intendencia no había reconocido
siquiera semejantes jurisdicciones que obraran con absoluta independencia
del Ayuntamiento de la villa, y no daban bagajes ni auxilios a las
tropas, mientras venían cumpliendo este deber -y ya antes
era excesivo- por sí y por ellas la capital y parroquias
fieles. De tanto agobio protestaron los Regidores, acordando pedir
a la Superioridad que pagasen lo que por ley les correspondía
los pueblos segregados, y volviesen a unirse a su antiguo Concejo,
"como era el deseo de Su Majestad," pues tampoco era constitucional
la desatentada separación, ni estaba autorizado el jefe politico
de la provincia a crear y separar términos, correspondiendo
tal facultad al Gobierno, que nada había resuelto sobre el
particular. Y en definitiva, nombraron una Comisión para
que fuese a Oviedo a los efectos acordados y procurase que lo antes
posible prevaleciese su demanda.
Viéronla pronto
satisfecha, porque el 30 de aquel mes, precisamente julio de 1814,
se expidió una Real orden para que se disolviesen los nuevos
Ayuntamientos y se estableciesen los constituídos en 1808,
a cuyo mandato se dio pronto cumplimiento por la energía
de las Autoridades y del Ayuntamiento de la villa, según
se desprende de los archivados documentos de la Corporación.
Pero... el absolutismo
imperaba, y de ahí la Real orden.
Fernando VII, vuelto
a la patria el predicho año de 1814, había firmado
el decreto que ponía las cosas en el mismo estado en que
se hallaban en 1808, suprimiendo la Constitución y las Cortes.
Sucediéronse a
seguida Ayuntamientos obscurantistas que colaboraron inconscientemente
en su propio daño, no creyendo jamás verse barridos
por la aborrecida y nefasta Libertad.
Por eso tristes, y más
aún contrariados y confusos, caminaban nuestros ediles hacia
la Casa del Pueblo el día 28 de Marzo de 1820 llamados a
sesión extraordinaria. Ya en el local de sus deliberaciones,
oficial y solemnemente se puso en su conocimiento: que el Rey había
jurado la Constitución del año 12, creado la junta
Provisional y ordenado formar Ayuntamientos constitucionales, disolviendo
los que funcionaban. Dióse acto seguido lectura a la proclama
de Su Majestad del día 10, y se acordó en su vista
acatar respetuosamente las órdenes soberanas y observar el
sistema constitucional.
Desfilaron los Regidores
silenciosamente, y su estado de animo parece reflejarlo, por su
desabridez, el acta de la sesión.
Posesionóse el
nuevo Ayuntamiento en medio de extraordinario bullicio, vivas a
Riego, muchos mueras e infinidad de cohetes, y de un desbordamiento
de pasiones entre los ya numerosos constitucionales y los absolutistas.
Repitiéronse las
ceremonias de la publicación y jura de la Constitución
en forma análoga a la de 1813, con arcos y tinglados, discursos
y festejos, colocándose en la fachada del Consistorio, solemnemente,
una lápida que decía: Plaza de la Constitución,
la cual los partidarios del antiguo régimen juraron hacer
añicos.
Y comienza la lucha entre
blancos y negros con la fiera violencia de otras partes, siendo
procesados cuantos no quieren reconocer lo existente. Tienen que
huir u ocultarse algunos realistas, mientras sus familias son perseguidas
con ensañamiento.
Acuden a las filas de
la Milicia Nacional los adictos al nuevo Gobierno, que nada notable
hicieron, como no fuera aporrear realistas en nombre de la Libertad,
ó tratar de lucirse al practicar su instrucción militar,
perfectamente equipados, en el Campo de San Antonio, donde iba a
verlos numeroso gentío de fuera y dentro de la villa, que
a veces se permitió hacer bromas y chistes a costa de los
más torpes y feos, ocasionando más de un disgusto.
Surge con más
furia que antes la racha separatista, pues sólo del territorio
que hoy constituye el Concejo ascendieron a 17 las parroquias segregadas,
que fueron, como se tendrá presente, las de Peñaflor,
Villapañada, Fresno, La Mata, Pereda, Rodiles,
Coalla, Bayo y las nueve de Salcedo*,
durando el Iamentado trastorno, como también sabe el lector,
hasta el año 1824, en que definitivamente tornan a ser de
Grado los territorios separados, incluso Candamo.
Viene en 1820 a llevarse
a efecto una división de partidos judiciales decretada en
Abril de 1814, en la que Grado figuraba como cabeza de un juzgado
compuesto del Concejo de su nombre y los de Regueras, Pravia de
Aquende, Tameza, Miranda la Baja y el partido de Dorigas, funcionando
el Tribunal hasta que el despotismo abolió el sistema representativo,
que dejó también en suspenso otra nueva división
de partidos proyectada en 1822, y en la que abrazaba el partido
judicial de Grado hasta 22 jurisdicciones con 6.196 vecinos*.
Al desparramarse por
España los cien mil hijos de San Luis, instauradores del
poder absoluto, llegó a la villa un destacamento francés,
que fue recibido por los realistas como bendición de Dios.
Sólo estuvo breves
horas, y nada intentó contra el Ayuntamiento liberal, así
que a los absolutistas no les cupo más desahogo que arrancar
la piedra 6 lápida constitucional y hacerla pisotear por
los caballos del extranjero, causando la irritación de los
negros, principalmente la de los literarios, como llamaban a los
estudiantes. Iba la tropa francesa en seguimiento de una partida
liberal que había entrado en el Concejo por tierras de Sama,
y cruzó por Bayo, La Mata y El Fresno, tomando el camino
de Galicia.
La reacción de
1823, que ahorcó a Riego en Madrid, presentóse en
nuestro humilde pueblo dura, implacable también: los realistas
eran pocos, pero buenos, y apasionados y ciegos hacen y dicen verdaderos
disparates, como antes hicieran los liberales.
Muestra bien en sus comienzos
las iras reaccionarias la sesión, dos veces suspendida, de
la Corporación municipal celebrada el 8 de julio del año
aquel, cuyo "acuerdo," algo resumido, reza en éstos
ó semejantes términos:
"Restablecimiento
y continuación del Ayuntamiento del año 1820.
"Congregados los
individuos que lo componen por medio de oficios y constituído
en el acto, cesa el anterior en sus funciones, y se procede a leer
el decreto dado en Vitoria el 17 de Abril, mandando que en todos
los pueblos libres ya de la amargura del yugo revolucionario, se
celebre un Te Deum por la entrada en España del ejército
libertador; se recojan las armas, vestuariojornituras y caballos
de los liberales, y queden reintegrados en sus empleos los funcionarios
todos del año 20, etc. Concluído de leer el decreto,
acuerdan los Regidores suspender la sesión e ir procesionalmente
a la iglesia, donde se cantó el Te Deum; y vueltos al Ayuntamiento
tomó la palabra un Regidor para pedir que el Escribano y
Secretario de la Corporación, D. Sancho Suárez Valdés,
cesase en sus funciones en obsequio y bienestar de la Patria, porque
era bien notoria su adhesión al sistema constitucional, y
era su hijo miliciano nacional, y su hermano político, llamado
Dr. Arango, el móvil de los desastres que padecieron los
habitantes de este pueblo y el principal restaurador de aquel sistema
en la villa. Convínose por unanimidad que el Escribano fuese
expelido de su empleo, como asimismo el Diputado D. Manuel Miranda,
por haber sido voluntario constitucional. Al ex-Alcalde D. Fernando
de la Laguna se acordó exigirle estrecha cuenta de las sumas
enormes que ingresaron en su poder y administró durante el
fatal interregno.
Al llegar á este
punto suspenden los Regidores nuevamente la sesión, y proceden
a tomar cuentas al ex-Alcalde liberal, dándose el caso de
ser el juez pariente del Laguna y tener que suplirle con otro señor
que hubiese ejercido el mismo anual cargo, no hallándole
de su gusto, por ser liberales 6 amigos del ex-Secretario los ex-jueces,
hasta dar con el del año 1815, que se prestó á
todo.
"Reunidos otra vez
por la tarde los Regidores -continúa diciendo el acta-, tuvieron
a bien reintegrar en sus empleos ..al juez de 1815; a D. A. Rodríguez
Marinas, como Diputado del común, y a todos los dependientes
del Ayuntamiento de 1820 (hasta Benito Omaña "quedó
reintegrado en la llave del reloj," aunque no ese preciso día),
resolviendo luego oficiar al Cura para que las procesiones salgan
por las calles y sitios que se usaba en 1820 y para que se hagan
rogativas durante nueve días implorando del cielo conserve
la vida del Soberano y la feliz restitución á su plena
libertad; parecidos oficios se cursarán a los demás
Párrocos del Concejo, advirtiéndoles que están
obligados a coadyuvar con los Veedores y demás emisarios
a la recogida de armas y equipos de los Voluntarios constitucionales
y de todo el que fuere afecto a la Constitución. A este fin,
se tomaron diferentes medidas y se publicaron edictos. También
acordaron los Regidores nombrar espías para que den parte
de cualquier partida constitucional que haya, entre o intente formarse
en el Concejo, y, por último, fijaron brevemente su atención
en el alistamiento para formar la Milicia realista. Declaróse
purificados a varios partidarios del sistema anárquico, por
motivos muy atendibles."
En sucesivas sesiones
continuaron ocupándose de purificar gentes y cumplir Reales
órdenes, tendiendo a demoler cuanto quedaba del edificio
constitucional; diversos acuerdos dejan ver claramente el miedo,
rencor o intolerancia de los Regidores.
Trataron con asiduidad
y preferencia del alistamiento de Voluntarios realistas, suavizando
las condiciones de ingreso por ser pocos los solicitantes; de la
entrega de armas y fornituras que aún tenían en su
poder los milicíanos de Trubia, comisionando a D. Diego Arias
de Miranda para que fuese a exigirlas prudentemente, y acompañado
de Voluntarios realistas; de extremar el rigor en la recogida de
armas que ocultaban "personas sindicadas al Gobierno revolucionario,"
para lo cual encargaron a un Regidor que indagase y recogiese las
que encontrara en el Concejo, asistido de los Voluntarios, acarreando
enojos y protestas al ser allanados los domicilios en busca de las
armas.
No era el Ayuntamiento
el único sitio donde se desfogabanlos exaltados absolutistas:
formaban sus conciliábulos muy particularmente en cierta
casa, y en ella rompían en diatribas y lanzaban terribles
anatemas contra todos los liberales del Concejo, tachándolos
de herejes, judíos y desalmados, cuando eran tan buenos cristianos
como ellos y algunos tan respetables como el insigne Flórez
Estrada, Jove, Díaz Miranda, Valdés, Dr. Arango y
otros más, aunque estuvieran contaminados del wspiritu del
mal, tal y como lo entendían los realistas. No les perdonaban,
pecado y reprobaron iracundos el robo de los "acuerdos"
del período revolucionario, arrancados del Libro de Ayuntamientos*
por no sabían quien, aunque daban por hecho fuera el ex-Secretario
D. Sancho Suárez Valdés*,
en complicidad con otros liberalotes, para eludir responsabilidades
por lo pecaminoso de los tales "acuerdos." Pero lo más
gracioso del caso y lo que más les irritaba era que los liberales
a su vez propalaban ser ellos, los realistas, los culpables de la
insólita desaparición, diciéndoles que habían
prendido fuego a los papeles, ahítos de rabia y por la ignorancia
embrutecidos.
Ello es que llamaron
al Ayuntamiento al bueno de D. Sancho, que lo sermonearon de lo
lindo por la sustracción de las actas, de lo cual protestó,
y que tras de las amenazas acabaron por reconocer que su mayor defecto
consistía en "estar contaminado de liberal por su cuñado
el Dr. Arango;" y como trataran de sacarle del error y someterle
al espurgo, D. Sancho les escuchó
por cuento y siguió impurificado por la mancha infernal,
desgraciadamente para él.
A todo esto, los más
significados liberales habían tenido que esconderse o escapar
(como tratara de hacerlo D. Sancho), sí bien, luego cumpliendo
el mandato de la autoridad, noblemente se presentaron en el Ayuntamiento,
donde oyeron tremendas repulsas, acompañadas de inacabable
capítulo de cargos.
Después cayeron
en la cuenta las autoridades de que parte de la fuerza de la villa
estaba sin purificar, y escandalizado el juez, reunió en
pelotones de a ocho a los alistados y los sujetó a la más
perfecta y ejemplar purificación*.
A poco, en el mes de
Agosto (del mismo año 23), y como promovieran gran vocerío
los adictos a la Constitución anunciando que iba a ser restablecida,
furiosos los ediles, acordaron formarles causa "por haber puesto
en consternación al pueblo," pidiendo requisitorias
al juez, que se prestó a ordenar numerosas detenciones, y
al que advirtieron se abstuviese para en adelante de dar pasaportes
a los liberales y los vigilase estrechamente*.
Percatados más
tarde de que existían en la población Sociedades secretas,
declararon y resolvieron los Regidores: que siendo D. Sancho Suárez
Valdés "sostenedor y proclamador del pretendido sistema
constitucional y hermano político del Dr. D. Luis Arango,
decidido partidario del perjudicial Gobierno intruso, y formando
los dos, con otros sujetos, juntas secretas, en las cuales propalaban
que, para que volviese el endiablado sistema, era precisa matar
al Rey, no podía ejercer D. Sancho en ningún caso
de notario, quedando suspendido del oficio por perjudicial á
la socíedad," e igualmente debían quedar y quedaron
privados del ejercicio de su profesión los Abogados que sustentaban
las exacrables ideas*.
Otros tiránicos
acuerdos sucedieron á éstos, e iban contra todos los
que directa o indirectamente hacían causa común "con
la oprobiosa revolución."
Fueron, pues, los liberales
de mil modos vejados y perseguidos; y frecuentemente insultados
en los lugares públicos, buscábanles camorra los absolutistas,
al amparo de la autoridad ó de los Voluntarios realistas,
que pegaban de duro, invocando a Dios, la Patria y el Rey, como
antes, en los tres mal llamados años, pegaran los otros en
nombre de la Libertad.
El Batallón de
Voluntarios Realístas de Grado quedó definitivamente
organizado en Diciembre de 1824, y formábanle seis compañías
con 482 hombres bien armados, siendo su uniforme Ievita abundante"
de paño gris, cuello y vivos encarnados, pantalón
de lienzo obscuro y botines y morrión con chapa amarilla
que ostentaba las iniciales V. R. de G. Tenía gastadores,
tambores, etc., y estaban adscriptos al batallón un Comandante
primero, que hacía las veces de Comandante General de Realistas
del Concejo de Grado (lo era D. Manuel López Miranda); un
Comandante segundo (Don José Fernández Miranda); un
Capitán primero y Teniente segundo (D. Diego Miranda y D.
José de la Viña); un Subteniente abanderado (D. Martín
Barlet), y otros ocho Capitanes, Tenientes y Subtenientes de Granaderos,
Cazadores y Fusileros, con un adherente a la Plana Mayor, sargentos,
cabos, capellán, tambor mayor y maestro armero.
Los gastos que originó
su creación sufragólos el Municipio acudiendo á
nuevos impuestos sobre el vino, aguardiente, la sidra y carne, y
vendiendo Ias paredes de una casa que se hallaba en el Campo, más
un trozo de terreno pegante a ella, ascendió en total lo
recaudado a 31.393 reales*.
Se ejercitaban los Voluntarios
realistas en el Campo de San Antonio todos los domingos, como hicieran
los milicianos, de otros tiránicos acuerdos sucedieron á
éstos, e iban contra todos los que directa o indirectamente
hacían causa común "con la oprobiosa revolución."
Fueron, pues, los liberales
de mil modos vejados y perseguidos; y frecuentemente insultados
en los lugares públicos, buscábanles camorra los absolutistas,
al amparo de la autoridad ó de los Voluntarios realistas,
que pegaban de duro, invocando a Dios, la Patria y el Rey, como
antes, en los tres mal llamados años, pegaran los otros en
nombre de la Libertad.
El Batallón de
Voluntarios Realístas de Grado quedó definitivamente
organizado en Diciembre de 1824, y formábanle seis compañías
con 482 hombres bien armados, siendo su uniforme Ievita abundante"
de paño gris, cuello y vivos encarnados, pantalón
de lienzo obscuro y botines y morrión con chapa amarilla
que ostentaba las iniciales V. R. de G. Tenía gastadores,
tambores, etc., y estaban adscriptos al batallón un Comandante
primero, que hacía las veces de Comandante General de Realistas
del Concejo de Grado (lo era D. Manuel López Miranda); un
Comandante segundo (Don José Fernández Miranda); un
Capitán primero y Teniente segundo (D. Diego Miranda y D.
José de la Viña); un Subteniente abanderado (D. Martín
Barlet), y otros ocho Capitanes, Tenientes y Subtenientes de Granaderos,
Cazadores y Fusileros, con un adherente a la Plana Mayor, sargentos,
cabos, capellán, tambor mayor y maestro armero.
Los gastos que originó
su creación sufragólos el Municipio acudiendo á
nuevos impuestos sobre el vino, aguardiente, la sidra y carne, y
vendiendo Ias paredes de una casa que se hallaba en el Campo, más
un trozo de terreno pegante a ella," ascendió en total
lo recaudado a 31.393 reales*.
Se ejercitaban los Voluntarios
realistas en el Campo de San Antonio todos los domingos, como hicieran
los milicianos, dejándose ver cierta rivalidad entre los
alistados de la capital y los procedentes de las parroquias, por
la emulación en el manejo del arma, movimientos y evoluciones.
Al correr el año
1826, una Real orden resolvió que fuesen agregados los cotos
y jurisdicciones a la autoridad municipal del concejo más
próximo ó a la de aquélla en cuyo territorio
estuvieran enclavados; pero hasta el año siguiente no quedaron
en definitiva incorporadas a la administración de Grado las
jurisdicciones de Peñaflor, La Mata y Villanueva, San Juan,
Coalla y Cabruñana, como dijimos al historiarlas; con igual
fundamento, son arrebatados al Concejo los cotos de Belmonte y de
Prianes. Aquella disposición, de tiempo atrás indicada,
vino a ser altamente beneficiosa para el Concejo y aun para los
territorios que se le unieron.
Las jurisdicciones de
Tolinas, Llamoso y Montovo, de los Corros, y las de Restiello, Vigafia
y Villandás, de los monjes Bernardos, hacía mucho
tiempo que estaban bajo la autoridad de Grado, dando lugar a suponer
que nunca dejaron de estarlo, en contra de la opinión de
Jovellanos y las noticias por el autor adquiridas.
Pero si las referidas
parroquias no tenían dependencia del gobierno de la villa,
en ella, sin embargo, entregaban sus reales contribuciones, censos
y cupo de milicias; recibían las órdenes de vereda
general; admitían sus pesos, medidas y precios de granos,
y lo que es más, sus Ordenanzas, en cuanto no socavaban los
derechos de ellas o los de sus señores, y hasta la separación
por parroquias, hecha por el Conde de la Vega del Sella, constituyeron,
con las demás, un solo encabezado de rentas. generales. Gobernándose
bajo el régimen y constitución del Ayuntamiento de
Grado, a él acudían, por consiguiente, sus apoderados,
cuando los asuntos generales del Concejo con ellas se relacionaban.
Sobrevienen profundos
cambios en todos los órdenes del Estado, que se dejaron sentir
en los más recónditos pueblos de nuestro distrito
municipal, al ser sancionada por la Reina Gobernadora Doña
Maria Cristina la Constitución de 1834, afianzando de modo
definitivo las leyes liberales,
Acordado el desarme de
los realistas, son concentrados en Oviedo
los de varios concejos, procediéndose a verificarlo de un
modo muy original e inesperado. Mientras se hallaban los Voluntarios
en la iglesia de San Francisco oyendo misa, les son arrebatadas
las armas que dejaran en pabellones fuera del templo, sin recelo
de lo que iba a ocurrir; y aunque la sorpresa les produjo la natural
irritación, traducida en tumulto con pedradas y protestas,
se evitó la efusión de sangre, que era lo que las
Autoridades buscaban.
Los realistas del Concejo
de Grado fueron de aquellos desarmados en Oviedo, a excepción
de algunos que entregaron sus armas voluntariamente en el Consistorio
de la villa.
La epidemia colérica
el año 34 hacía estragos. Viendo de aminorarlos, ya
que no de evitarlos, la junta de Sanidad de la provincia acudió
a diversos medios, y designó en el mes de Agosto, para lazareto
de coléricos en Grado, la Venta de la Cruz, a pesar de las
protestas del vecindario, que obligó al, Municipio a providenciar
medidas de defensa contra la plaga, extendida alrededor del pueblo,
y en el que por fortuna no llegó a penetrar.
Corresponden a esta época
los últimos actos de la veneranda Junta General del Principado,
la 1 noble, la patriótica Asamblea, que encarnaba nuestros
perdidos fueros, las instituciones políticas, civiles y económicas
del país, aunque muy mermadas ya, y que sin violencia se
dejaron arrancar los asturianos... en bien de la paz, de la unidad
nacional ¡y de las reformas constitucionales! Proceder inéxplicable,
cándido y aun absurdo, en abierto contraste con el seguido
por otras regiones, que supieron y saben defender el legado de sus
mayores en bien de ellas mismas y sin perjuicio del Estado, como
los hechos atestiguan,-contraponiéndose a torpes, interesadas
declamaciones, favorecidas por el engaño o la ignorancia.
Nada hubiera perdido la unidad nacional porque Asturias siguiera
en posesión de sus honradas libertades. ¡Bien hayan
los individuos de la antigua Diputación, que no quisieron,
sin protesta al menos, consentir el inicuo y bochornoso despojo!
El 8 de Diciembre de
1835 cesó por completo de funcionar la Diputación
de Asturias, instalándose la Diputación provincial,
trasunto triste de las demás del Reino.
Los altercados, las desazones,
los rozamientos con el partido de Candamo habían continuado,
haciéndose crónicos, por lo de siempre porque este
partido semi-independiente, en virtud de varias Reales órdenes,
quería inmiscuirse en su exclusivo beneficio en los encabezamientos,
elecciones y repartimientos generales del Concejo.
La cuestión tenaz
y molesta subió de punto en 1834 con motivo del nombramiento
de Oficios de justicia, promoviéndose diferentes instancias,
informes, apelaciones, etc., en que matriz y alfoz ponían
las cosas, naturalmente, bajo el punto de vista de su criterio.
El Concejo de Grado, en verdad, aducía un argumento irrefutable,
de continuo repetido, y era que, siendo su jurisdicción casi
nula en Candamo, pues podía decirse formaba Concejo aparte,
no había racional pretexto para que los representantes de
dicho partido tuvieran atribuciones en el resto del Concejo, como
había reconocido tiempo atrás la Real Audiencia, tachando
de injusta y ridícula la pretensión de los candamines.
Y de apoyarla, hubiera sido un privilegio que el Ayuntamiento, celoso
de sus derechos, no podía consentir.
Nada, sin embargo, convenció
á Candamo, y llegaron á tanto sus arrogancias e insolencias,
que la Corporación municinal estampó en sus actas
serle intolerable que, de modo tan desusado y torpe, se pretendiese
denigrar su honor, imponiéndose exigir a los representantes
del alfoz en rebeldía una satisfacción tan solemne
v pública como había sido la ofensa, y para conseguirla
estaba el Ayuntamiento dispuesto a luchar hasta los últimos
límites.
No sabemos si la consiguió;
pero sí consta que al siguiente año de 1835 pasó
el partido de Candamo, por sí y ante sí, a formar
Corporación independiente, tanto en la parte civil como en
la económica, según terminante manifestación
de los Regidores candamínes al Ayuntamiento de Grado y a
todas las parroquias del alfoz, dejando sorprendida a la Comunidad
matriz, que no pudo menos de hacer constar su extrañeza por
haberse propasado su muy antiguo partido a dar paso tan grave sin
la competente Real autorización, y resolvió dirigirse
al Gobernador adjuntándole el atrevido oficio de Candamo
y a la vez elevar una discreta exposición a Su Majestad.
Pasado algún tiempo,
llegó lo previsto, lo que fatalmente tema que llegar.
Con fecha 17 de Enero
de 1836. la primera autoridad civil de la provincia comunica al
Ayuntamiento de Grado (en cuyo Archivo obra el oficio) la absoluta
independencia de Candamo. sin que produzca la noticia la más
sensible contrariedad en la villa ni tampoco en los tres restantes
alfoces.
Es fuerza, para formar
idea del proceso, tener en cuenta que anduvo de por medio la traviesa
política, en unión de las conveniencias personales,
especialmente en sus postreras etapas.
Mas aunque fueran fundadas
las causas de la ruptura, serenamente pensando, debieron y debemos
lamentarla.
Vuelven los milicianos
nacionales: cinco compañías de apuestos adalides,
de alto morrión y azulada levita, formando un batallón
que, si inferior en número al de los realistas, porque las
parroquias resistíanse a aportar contingente a la causa del
mal (debido a los inconvenientes que les irrogaba, más que
por sus ideas), se bastaron y aun sobraron para dar que hacer, decir
y sentir al vecindario. Ya al verificarse el alistamiento, la mayoría
de ellos no fue grata, y por eso se excusaron de mandarlos bastantes
liberales de los llamados formales*.
Propensos al atropello y al escándalo los tales milicianos,
extremaron las venganzas contra el clero y el bando absolutista
en general, siendo sus fechorías tantas, que a la postre
hubo de procederse a su licenciamiento y desarme, por exigencia
misma de los vecinos, sin distinción de matices*.
Estamos en plena guerra
civil, que estalló apenas muerto Fernando VII.
No era Asturias de las
provincias que más estragos causaba, ni nuestro Concejo donde
más partidarios contaba el Pretendiente: lejos de eso, hizo
más perceptible la comarca su amor a la Libertad, no dejando
arraigar en ella las partidas carlistas, ni cediendo más
que a la fuerza a sus reclamaciones.
Se avivaron las disputas
y reyertas; tornaron lástimas y horrores a entristecer a
Grado mientras la guerra duro no alcanzándole otro beneficío
que ser elegido en 1836 por cabeza de cantón, formado de
varios concejos, para contribuir al suministro de raciones, bagajes
y demás utensilios que necesitaban las tropas nacionales
en persecución de facciosos.
Gómez, el caudillo
absolutista, salido del país vasco, al frente de sus batallones
invade por Tarna el Principado apenas asoma julio de 1836, y entra
en la capital el día 5 sin graves obstáculos. Cuenta
la división expedicionaria 4.000 infantes, 200 caballos y
dos piezas de montaña.
La misión de Gómez,
como luego la de Sanz, era distraer fuerzas liberales del teatro
de la guerra y organizar a su paso los territorios que cruzaban,
allegarse partidarios y convertir a Asturias y Galicia en otra Navarra.
Sobresaltáronse
los gradenses al saber que iban a pasar por la villa de una hora
a otra las tropas de D. Carlos y las del General Espartero sus perseguidoras,
e impulsado el Ayuntamiento por nobles sentimientos ó a fin
de evitar perjuicios a sus administrados, acordó prestar
a unos y otros contendientes cuantos auxilios demandasen, para lo
cual debían estar presentes en la villa todos los Concejales.
Salió Gómez
de Oviedo el día 8 huyendo de Espartero y toma el camino
de Grado, donde llega entrada la noche. Descansa el 9, observando
el movimiento de su contrario, y al siguiente día, domingo,
muy dadas las nueve de la mafiana, la caballería carlista,
acampada en el Campo de San Antonio, acusa la presencia del ejército
liberal, cuyas avanzadas asoman por Peñaflor Pónense
acto continuo los rebeldes en movimiento al toque de sus cornetas,
y prosiguen, resueltos, su marcha hacia Galicia*.
Inspiraron en Grado los
carlistas, más que temor, curiosidad, y no originaron otro
daño que el inferido a la tablilla que ostentaba el rollo
y decía: Plaza de la Constitución. ¡Viva Isabel
II! ; tabla que despedazaron a culatazos, con aplausos y vivas de
un exiguo grupo de mujeres que los contemplaba*.
A la hora de salir Gómez
de Grado, entró Espartero capitaneando 8.000 hombres, dos
escuadrones de húsares y una batería, tributándosele
un afectuoso recibimiento, que llegó a ser entusiasta, principalmente
por parte de las mujeres, cuando desfiló la caballería
en la Plaza, ante la casa en que se alojaba el caudillo liberal,
que era la de Fernández de Miranda. Resuelto el General a
pernoctar en la villa, pidió para sus cansadas tropas alojamientos,
raciones y diversos menesteres, facilitándoles el Ayuntamiento
carne, pan, bacalao, maíz, sidra, etc., en abundancia, y
86 carros y 173 caballerías, vencidas que fueron pequéfías
dificultades.
Sin más ocurrencias,
al amanecer, continuó Espartero la persecución del
enemigo*.
Apenas corridos tres
meses, D. Pablo Sanz, con 3.000 aguerridos combatientes, sigue las
huellas de Gómez y se presenta a la vista de Oviedo el 4
de Octubre, con ánimo de tomarla, mas resiste su empuje la
ciudad y desiste del empeño, por entonces, pues volvió
a atacarla el día 19, en que se entabla ruda pelea en las
calles y son nuevamente rechazados los carlistas, pero a costa de
sensibles pérdidas, entre ellas la del miliciano de Grado
D. David Díaz Moro, que se había distinguido al lado
de otros gradenses, y cuyo gloriosa muerte consigna una lápida
del salón de sesiones del Ayuntamiento de Oviedo con la de
otras víctimas de aquella jornada.
No abandonó Sanz
su misión; prosiguió sus operaciones, y desde Avilés
se encaminaba a Grado el día 23, llegando sin novedad a la
vega de Peñaflor. Aquí se le interpone el General
Peón con 6.000 infantes y 200 caballos; mientras la infantería
disparaba desde las alturas de La Campona, en el llano la caballería
cargaba sobre los carlistas al grito de ¡Viva la Libertad!
Sanz apenas contesta;
límitase a defenderse, y pasa presuroso por Grado*,
siguiendo a Cornellana, como hiciera Gómez.
Fue aquello una escaramuza,
con ligeras bajas, no combate, y apenas duró una hora.
Descienden a la vega
los isabelinos y entran en la villa con propósito de hacer
noche, llevando la alegría a todos los hogares. Les son proporcionados
de buena voluntad alojamientos, muchos víveres, 47 caballerías
y tres carros que al llegar reclaman, y muy temprano, como también
Espartero, la emprendieron tras de Sanz, a quien logra Peón
batir en el puente de Cornellana, retirándose los carlistas
por los puertos de Somiedo y de la Mesa a la provincia de León*.
Salvo esas dos divisiones
carlistas, sólo grupos de facciosos ó insignificantes
partidas pisaron el Concejo, sin entrar en la capital, que frecuentaron,
en cambio, las tropas del Gobierno que iban ó volvían
de Galicia.
Algo antes del paso de
Sanz, el 9 de Septiembre, otra vez se publicó en Grado la
Constitución del 12 con motivo de haber sido restablecida,
jurándola el día 10 la Corporación municipal,
y el 11, domingo, el pueblo. Con igual alborozo se recibió
un afio más tarde el mismo Código al ser modificado;
pero en esta ocasión sin más ceremonia que las descargas
de júbilo que en honor de él hicieron los milicianos.
Se habían restablecido
los juzgados de primera instancia el año 1834, quedando suprimido
el juzgado de Grado por no tenerse en cuenta las eficaces razones
que motivaron su creación, y desde entonces luchaba el Concejo
para recuperar lo que, en mengua del interés común,
le había sido arrebatado.
Desde que la supresión
fue un hecho, a impulsos del intenso clamoreo, acudió el
Ayuntamiento en instancia a Su Majestad solicitando su antiguo Juzgado
y la capitalidad en la villa de Grado, cabeza de tránsito
para el reino de Galicia, con Administración de Rentas Reales,
Correos, Comandancia militar desde 1820, etc., aduciendo los múltiples
y obvios motivos que venían en apoyo de su pretensión;
y no pareciendo lo bastante, designó el Municipio, de acuerdo
con las parroquias, dos personas de reconocida calidad para que
gestionasen en pro de la causa de Grado, hasta hacerla prevalecer,
reconocidos que fueran los fundamentos que en su favor pesaban.
Sólo promesas
consiguieron, sin embargo, y así, hubo de elevar el Concejo
otra más expresiva solicitud al Trono por conducto de la
Diputación provincial, la que en su informe del 29 de Enero
de 1836 decía:
"Las muchas y poderosas
razones en que funda la justicia del reintegro de su juzgado el
Ayuntamiento reclamante, ya por su posición central y geográfica,
por su comercio y tráfico interior, sus ricas producciones,
sus importantes mercados y ferias, así como por su población
reconcentrada y otros motivos y circunstancias que hablan en su
favor y que nunca debieron ni deberían privarle de lo que
tan justamente pide, persuaden á esta Corporación
que sólo el motivo que indica (no fue otro que el contrapuesto
interés) pudo haber sido la causa de la falta de equidad
que se tuvo con sus moradores, e impulsa a esta Corporación
a unir su voz á la suya."
Tampoco se adelanta nada,
a pesar de tanto empeño, por lo que a las reiteradas instancias
de Grado en 1839 vuelve a informar la Diputación en el sentido
que antes, y de igual manera la junta provincial, con el resultado
de siempre; y llega al año 1841, y al tratarse del arreglo
judicial, da pábulo á la esperanza la Audiencia de
Oviedo, proponiendo la restauración del partido de Grado,
como de necesidad y conveniencia para la buena administración
de justicia; mas bastó a la cuenta que la Diputación
del citado año 41, llevada de intereses perturbadores y bastardos,
mirase el asunto con desvío y dejara de proponer a Grado
como cabeza de partido, para que todo quedara en el mismo estado
que antes*.
Pronunciamiento de Grado.
Del excepcional suceso
viene a darnos clara idea la comunicación que sigue:
"Junta de Gobierno
de Grado.
"Esta Corporación
municipal, en unión con los jefes de la Milicia Nacional,
acordó verificar el pronunciamiento á las seis de
la mañana; la bandera que ondea es constitución de
1837, Isabel II, Independencia nacional y Programa del Ministerio
López. No podía menos esta Corporación y jefes
de la Milicia de secundar la voz patriótica que resuena con
nobleza y entusiasmo en
la mayor parte de los pueblos de la Nación. Se persuade asimismo
que esta resolución es el eco fiel de sus administrados,
y que será un blasón que se agregará a los
que en un tiempo han conseguido defendiendo la libertad y resistiendo
la tiranía.
"Le será
de grata satisfacción que V. S., como muy interesado en el
honroso nombre de este Concejo, aprobase este hecho y aceptase,
en tenua demostración de gratitud hacia su persona, la presidencia
de esta junta, que gustosos ofrecen los que suscriben, en nombre
de sus compañeros, al noble y venerable anciano, cuyos afectuosos
servicios serán de eterna memoria en este Concejo.
Dios guarde a V. S. muchos
años.
Consistoriales de Grado
y julio 14 de 1843."
"Eulogio Díaz
Miranda, Manuel Cienfuegos Ramírez, Joaquín González
Longoria."
"Sr. D. Gregorio
de Jove Valdés."
Contesta este señor
desde La Campona diciendo que ha recibido con agradable sorpresa
el oficio comunicándole el patriótico pronunciamiento
y ofreciendo su persona y recursos al Presidente y Vocales de la
junta para llevar á cabo su resolución heroica*.
No se preocupó
gran cosa el vecindario de las consecuencias que podría irrogarle
la heroica resolución, que sólo entusiasmó
a determinados elementos políticos, y muy particularmente
a los milicianos, los cuales derrocharon discursos sobre el pronunciamiento
de Grado, valiente y desinteresado, como decía un fogoso
orador ante la muchedumbre que se apiñaba en la Plaza Mayor,
frente a un cobertizo simbólicamente engalanado, con la efigie
de la Reina bajo rojo dosel de flamante percalina.
Vivas y mueras, cantos
y danzas, tambor y gaita completaron el inocente, patriótico
é inofensivo esparcimiento.
A fines de aquel año,
en la madrugada de un día de Noviembre, si no hemos sido
mal informados, prodújose un fenómeno absolutamente
extraordinario en la comarca. Una sacudida sísmica, ligera,
rápida, se dejó sentir. En Grado hallábanse
algunos vecinos oyendo misa de alba, y apercibidos, salieron precipitadamente
del templo, el cual quedó, como otros edificios, resentido.
Nada, sin embargo, notó la mayoría de los habitantes,
ni originó el terremoto la menor desgracia en parte alguna;
mas los ancianos conservan memoria de aquella extraña oscilación
del suelo, que dio mucho que hablar y recelar a las gentes.
En 1844 restablece Elorza
en Trubia la Fábrica Nacional de Artillería, y causa
el hecho dolorosa impresión a los confiados gradenses, que
abrigaron la esperanza de poseer el grandioso establecimiento fabril,
como ya quedó advertido en las primeras páginas de
este libro.
Al propio tiempo, apuntan
los antagonismos que se hicieron perdurables entre la Dirección
de la Fábrica y el Ayuntamiento de Grado, sobreviniendo el
primer choque en 1846, por empeñarse el Coronel-Director
en que su jurisdicción "debía extenderse a un
territorio de 300 varas alrededor de la Fábrica, incorporándolo
a este fin a la Administración Militar." Se comprende
que a tal propósito se opusieran con energía el Municipio
y los Apoderados de las parroquias, considerando la confusión
y desorden que hubiera traído a la Administración
del Concejo y la baja en el valor de los consumos. Y así,
las conferencias que se sucedieron y los oficios cruzados para venir
a un arreglo, no dieron resultado alguno, terminando la Dirección
por desistir de sus pretensiones ante el clamoreo y cerrada protesta
de todo el distrito municipal.
Las consecuencias del
pronunciamiento de 1854 apenas se percibieron en Grado, por cuanto
lo que ocurrió se redujo a un simple cambio de Concejales
y a un nuevo alistamiento de milicianos, cuya conducta debe reconocerse
fue muy distinta de la de sus predecesores.
Eran estos milicianos
prudentes, serios en general y gente de armas tomar, y algunos,
por cierto, habían servido en las filas carlistas,
trocando la boína
por el clásico morrión, descomunal é incómodo,
aunque feo. Contaba la fuerza míliciana tan sólo unos
cien hombres, con dos trompetas y tambores, y fue disuelta dos años
más tarde, cuando se procedió al desarme de la Milicia
Nacional.
La magna cuestión
del juzgado de primera instancia continuó a intervalos suscitándose
desde que la dejamos. Volvió la Diputación en 1850
a evacuar informe favorable a las solicitudes de Grado, sin éxito,
como en las anteriores ocasiones; mas se insistió en ellas
nuevamente, y apoyadas otra vez por la Diputación, y de acuerdo
el Gobierno civil, se consiguió que fueran, por último,
atendidas: una Real orden del 12 de Marzo de 1856 dispuso que el
juzgado de primera instancia de Belmonte se instalase en la villa
de Grado.
Quedó en ella
establecido, en efecto, en medio de general satisfacción,
que presto se trocó en disgusto, pues otra Real orden del
2 de Noviembre del propio año vino a disponer la reintegración
del juzgado a Belmonte, dejando las cosas de la misma manera que
se hallan en la actualidad.
La política lo
trajo y ella lo volvió a llevar; mas no por eso deja de estar
indicada, como estuvo siempre, la creación de un juzgado
que abarque el término municipal de Grado y otros territorios
a él limítrofes, cesando la absurda actual división
judícial en pugna abierta con el espíritu de la Ley
de enjuiciamiento civil.
Al estallar la Revolución
de 1868, unos 80 rebeldes, acaudillados por el Capitán Fontela,
se presentaron tranquilamente en la villa, uniéndoseles 40
vecinos de los más entusiastas, que siguieron con la partida
a Cornellana, en busca de lauros no alcanzados, porque al otro día,
si bien fortificaron el puente y tomaron posiciones, prontos a defenderse...
se disolvieron a la simple aproximación de las fuerzas del
Gobierno. Según dijeron, por suponerlas numerosas, engañados
por malos confidentes.
Victoriosa a los pocos
días la Revolución, pudieron quedar bien á
poca costa.
Renace la guerra civil.
Cien facciosos medianamente
armados penetran en Grado al mando de Rosas, cabecilla asturiano,
en la primavera de 1872.
Piden y les dan raciones,
cediendo a sus exigencias, y al mismo tiempo ofrecen tabaco en venta,
arrebatado en los estanquillos de Proaza: no hicieron otra cosa.
Cuando les vino en gana, dirigiéronse por Peñaflor
hacia Escamplero, cantando alegremente:
Entramos cuando quisimos,
salimos cuando queremos; adiós, villa de Grado, que muy pronto
volveremos.
Al grito de i viva Carlos
VII !, entra en el pueblo otra facción en el estío
del año siguiente. Su jefe es Santa Clara, y son los carlistas
unos 40: los hay que visten rojo uniforme, mientras algunos, desarrapados,
calzan madreñas; no iban más iguales de armamento.
Entraron al amanecer precavidos y recelosos, porque en La Mata,
donde hicieron noche, un grupo de gradenses les agredió.
juntos ya en la Plaza, raciónanse, y acto continuo Santa
Clara, con cuatro de los suyos, se dirige al Ayuntamiento y se entera
de que las Autoridades y los públicos caudales han huido.
Pregunta entonces por los primeros contribuyentes y le encaminan
a casa de D. Pablo Fernández de Miranda y de Llano Ponte,
Gobernador Militar interino, que estaba en ella, y como dentro se
lo negaran, procede a un registro domiciliario, que no llegó
a terminar, porque le repugnaban tales procedimientos, así
dijo, y se fue en busca de otros contribuyentes.
En tanto, por la vega
avanzaban perezosamente unos 80 Voluntarios nacionales, y los carlistas,
al verlos, con igual reposo, se retiran por el puente de La Mata,
dejándolo inutilizado. Hacia El Cueto avístanse carlistas
y nacionales, y río en medio se foguean y se insultan, sin
que éstos, retados por aquéllos, intenten el fácil
vado; por el contrario, de allí a un rato regresan al pueblo
a despecho de burlas y chanzas, y días más tarde son
en Oviedo desarmados por su cobarde proceder,
Vinieron otros cipayos
a guarnecer la villa; pero no hicieron falta sus servicios, porque
no llegaron a verse más carlistas.
Sí en el Concejo,
que por Sama volvió a introducirse Santa Clara seguido de
200 hombres, con buen equipo y armas y 30 caballos; cruzó
el Cubia en Llantrales, y no decidiéndose a entrar en la
capital, siguió al Xorro y Fresno, y bajó a Cornellana.
A las pocas horas, ya de noche, pasaban por Grado tropas del Gobierno
en su persecución.
Fue cuanto ocurrió
durante la guerra.
Nada hay después
digno de anotarse hasta 1885, en que vuelve el Concejo a sufrir
mutilaciones. Las parroquias de Udrión, Trubia y Pintoria,
a su ruego, pasan a Oviedo, y siguen los tajos al año siguiente,
pues Montovo, Llamoso y Ondes se incorporan a Miranda, a petición
también de sus vecinos, sin que en las dos ocasiones hubiese
oposición ninguna por parte de los representantes del Ayuntamiento
de Grado*.
Se comprende tan extraña
pasividad en lo que hace a las parroquias de Salcedo, pero no a
las de Trubia, cuya separación privó al Concejo de
la Fábrica Nacional, fuente de recursos, y mermó su
importancia. Sin embargo, no sólo dejó de formularse
la más leve protesta, sino que hasta se favoreció
el alejamiento de esas parroquias, fundándose en secundarias
o mal entendidas conveniencias, como lo reconocieron más
tarde los mismos que cayeron en el error.
Poco resta que narrar;
vamos pronto a concluir.
Sólo atención
ligera merece el motín de 1889, en que los vecinos de ciertas
parroquias se manifestaron contra los consumos, según pregonaban
sus blancas banderas, y únicamente sacaron de la protesta
alguna de las ventajas que perseguían.
Más grave fue
lo ocurrido en Mayo de 1898, no por lo que pasó, sino por
lo que reveló aquel conato de rebelión y saqueo. A
causa del excesivo precio del grano, debido a la guerra con los
Estados Unidos, queríase obligar por la fuerza a los almacenistas
de la villa a sacar sus existencias al mercado. Esto era el pretexto;
lo que buscaba aquella gente, los cabeza de motín, era el
tumulto para arrebatar lo ajeno y dar suelta a sus pasiones. Pensaron
provocar la asonada en día señalado, de acuerdo con
otros de su jaez, procedentes de localidades distintas, y mientras
tanto proferíanse amenazas y se emplazaba a personas respetables,
hablándose de venganzas, desorden y destrucción sin
rebozo, públicamente. Los vecinos honrados proponianse defenderse
a tiros o escapar. Acaso se exageró el temor, pero los síntomas
eran fatales. Tanto, que las Autoridades tomaron precauciones y
llegaron fuerzas de Oviedo, pudiendo por el pronto conjurarse un
conflicto que si ciertamente no tuvo resonancia, por tratarse de
una población de escaso renombre y conceptuarse exiguos los
medios de los revolucionarios, probó bien claro hasta qué
punto van cundiendo las ideas disolventes, que arraigan ya en parajes
de sí pacíficos, muy lejanos de los grandes centros
de vida y perversión*.
En los días que
corremos, aunque menos intensas, repercuten las reyertas de los
pasados tiempos. Llámanse ahora conservadores y liberales
los que luchan, y como es frecuente en los pequeños pueblos,
se halla el de Grado envuelto en la atmósfera malsana de
la politiquilla y de las pasiones de bajo vuelo que lo aprisionan
y corroen, mas, sin embargo, sigue el camino del progreso con pie
firme, por su propia vitalidad y un espíritu de mejoramiento
que, sobreponiéndose a todo, le empuja hacia adelante, bien
que su carrera fuera más rápida, de no obstruir su
paso las perniciosas causas señaladas.
Nuevos elementos de vida
asoman pujantes en el horizonte de la villa.
¡ Que ellos sean
anuncio feliz de los tiempos venideros !
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