Villa de Grado - Asturias - España

Moscón

 

istoria de rado

 

Desde la Invasión Napoleónica hasta nuestros días

Levantamiento de Asturias en 1808. - Grado y su Concejo durante la guerra; insubordinación de los castropolenses; la Alarma; acción de Peñaflor y saqueo cle la villa; otros hechos de armas; las guerrillas; diversos pormenores; sufrimientos de los habitantes; su patriótica conducta. - Sepárase Candamo del Concejo en 1812; ¡mítanle algunas parroquias. - Jura de la Constitución en Grado; solemnidades y festejos. - Las nuevas municipalidades; traen agobios al Concejo; le son reincorporadas. - Absolutismo. Ayuntamiento constitucional; «Blancos y Negros»; Milicia Nacional - Resurgimiento de Municipios: poco duran - Partido judicial de Grado - La reacción violencias de los realistas; el Batallón de Voluntarios. - Los cotos y jurisdicciones en 1827 agréganse á la autoridad municipal del Concejo. - Renacen las libertades. - Desarme de reálistas. - La epidemia colérica. - Extinción de la Junta General del Principado; se instala la Diputación provincial. - Persisten los altercados con Candamo; logra definitiva independencia en 1836. - Vuelven los Milicianos Nacionales. - Guerra civil; entran en Grado dos divisiones carlistas; los Generales Espartero y Peón persíguenlas, - Nueva jura de la Constitución, - Sobre el Juzgado de primera instancia; reclamaciones del Concejo. - Pronunciamiento de Grado en 1843. - Terremoto en la comarca. - Antagonismo con la fábrica de Trubia. - Los Milicianos del 54. - El Juzgado de Belmonte establécese en Grado; vuelve pronto á Belmonte. - Los sublevados de 1868. - Otra vez la guerra civil; facciones en Grado. - Parroquias segregadas del Concejo. - Ultimos sucesos.

jerciendo sus pacíficas funciones estaban los Comisarios, y con ellos sus vecinos disfrutaban de la vida patriarcal en que los dejamos, cuando una brusca, intensa sacudida, conmovió a España entera y llegó hasta ellos, trastornándolo todo.

Las águilas francesas estaban en la Península; su perfidia quedó demostrada el 2 de Mayo de 1808. Ejecutado el bando sangriento de Murat, el clamor de Madrid repercutió en provincias, y Asturias fue la primera que aceptó el reto lanzado por la soberbia francesa. El día 9 llegó la noticia a Oviedo, produciendo indignación, ira y pasmo en todo el Principado.

La guerra se imponía, era inevitable: en todos los ámbitos de la Nación, como en Asturias, se repetía el mismo grito; sólo de ella se hablaba y todos la deseaban.

Y empieza una lucha gigante que salvó patria y honor.

¡Qué contraste con lo ocurrido ahora, en la guerra con los Estados Unidos!

Apena el ánimo y el sonrojo asoma... Ayer todo abnegación, virilidad, patriotismo; hoy... egoísmos, abyecciones, cobardías arriba y abajo; antes, mientras duró y pasada la contienda... acusando una nación que se derrumba, y se consume en sus propias vergüenzas... ¡Que nada aprendió con la derrota!

La Junta General del Principado protesta airada de la sangre por Murat vertida, toma patrióticos acuerdos y excita y dirige el movimiento que rápidamente cunde.

En esta explosión de patriotismo no quedaron á la zaga los gradenses, que empeñan persona y bienes para la futura guerra; muchos, corren a Oviedo a presentarse en las casas donde se organizaba el alzamiento*.

igualmente los representantes concejiles supieron responder con apasionamiento a lo crítico de las circunstancias*.

Estalla la rebelión al fin en la ciudad la noche del 24 de dicho Mayo. Constitúyese en sesión la junta del Principado, se erige en soberana, y al siguiente día 25 declara solemnemente la guerra a Napoleón, produciendo la noticia general e inmenso júbilo.

Se ordena un levantamiento en masa: 18.000 hombres deben, desde luego, empuñar las armas.

Pide la junta apoyo a Inglaterra, y ésta, asombrada, califica de noble, desinteresada, heroica la conducta de los asturianos, y no tardan en llegar armas, municiones y vestuario enviados por el Gobierno de aquella gran nación

En tanto las fuerzas se organizaban. la Tunta reclama recursos, que los pueblos generosamente le mandan mostrándose el nuestro pródigo.

Poseídos de bélico entusiasmo. deseaban los gradenses habérselas pronto con sus contrarios, cuyos medios de lucha, a la sazón, desconocían o despreciaban, ciegos de amor patrio como lo demuestra el hecho siguiente, no desprovisto de gracia.

Llega a la villa un enviado de Candamo, azorado, jadeante para notificar que allí se daba como cierto el desembarco, en San Esteban de Pravia, de 16.000 franceses (¡ !), con ánimo de avanzar sobre Grado ... y dando crédito a la estupenda nueva, salen propios en todas direcciones a buscar gente armada, mientras que logran reunirse en el Campo de San Antonio unos 200 hombres prontos, si era preciso, a luchar con los ¡16.000 imperiales! ... y estaban los gradenses tan bien armados como su capitán que llevaba en el cincho un mugriento espadín, no muy fácil de ser desenvainado, según jocosamente contaba el respetable Sr. D. José Arias de Miranda, que presenció de niño aquella formación de valientes.

¡ Qué desengaño les aguardaba! ¡ Qué rudas lecciones iban presto a recibir !

El hacendado D. Gregorio de Jove, Procurador general del Principado, que estaba en ta Campona, levanta una partida de gente escogida, colonos suyos de Peñaflor o naturales del Concejo de Grado, que a su lado se distinguieron después -Por su ¡Dtrepidez con el nombre de Cazadores de Montaña hasta que es, ta fuerza se refundió en el Regimiento de Grado*.

El 18 de Junio del mismo año 1808 entra en la villa el Regimiento de Castropol, procedente de Oviedo, insubordinado y en dirección a los puertos de Mesa y Ventana. Se hallaba en el pueblo el General D. Vicente María Acebedo instruyendo su división; concedió licencia dos días antes, por el término de ocho, a los patriotas que la formaban, en premio a su adelantamiento y buena conducta, y sólo quedaban aquel día en Grado algunos oficiales y soldados, vecinos todos de la villa, y unos treinta y tres Cazadores de Montaña de los doscientos que sostenía a sus expensas e instruía y mandaba el citado D. Gregorio de Jove.

Estaban depositadas las municiones, custodiadas por una guardia poco numerosa, en la primitiva Casa-Ayuntamiento, aquélla en que se reunían los Comisarios.

Llegaron los castropolenses inopinadamente a las once de la mañana en completo desorden, amedrantando a vecinos y forasteros (era día de mercado) con sus denuestos y vocerío, al propio tiempo que arrebataban de los cestos, puestos y tiendas, frutas, comestibles y bebidas, cuanto podían, entre las protestas de los vendedores, que los insultaban y se resistían, y las severas repulsas del Capitán del Batallón de Grado, D. Manuel Aranzo, hijo del pueblo, que procuraba contenerlos. En esto, uno de los amotinados se encara con él y le amenaza, provocando la ira del Capitán, que agarra al insolente, ayudado de dos Cazadores, y lo entrega á la guardia del antiguo Ayuntamiento, que a su vez lo recluye en la cárcel. Corre la voz de estar preso un soldado de Castropol, y sus compañeros se reunen y decididos a ponerlo en libertad se dirigen tumultuariamente al referido edificio.

Dado aviso al General Acebedo, alojado en casa de Valdecarzana, baja á contener el desorden; pero es desoído de los castropolenses, dispuestos a habérselas con la escasa guardia formada ya y presta a defenderse en la escalera exterior del Municipio. Mientras esto pasaba, los Cazadores de Montaña se habían reunido en el amplio portal de la casa de su Comandante para ponerse á las órdenes de este señor, subiendo un sargento a notificarle lo que ocurría. Jove, que se hallaba descansando del ejercicio de tiro al blanco que habían tenido aquella mañana, sale precipitadamente de su casa, manda a los Cazadores preparar las armas y a todo correr llegan a la plazuela del Ayuntamiento a tiempo que mil bayonetas amenazaban la vida del General y la de los soldados de la guardia. Excitaba a los revoltosos un granadero de colosal estatura, que ya en Oviedo fuera cabeza de motín, y Acebedo, sin más defensa en tan grave aprieto que el bastón de mando y su fiel criado Madaria, que empuñaba una pistola, hablaba a la chusma que le rodeaba, con la entereza de un héroe que desprecia la vida. Al ver aquello, ordena Jove a un Cazador, su asistente, que con doce hombres refuerce inmediatamente la guardia, calando las bayonetas, y que a su voz, o a la menor señal, disparen sobre los castropolenses desde lo alto de la escalera; y dirigiéndose con el resto de los suyos hacia su superior, le dijo: "Mi General, los Cazadores y su Comandante esperan las órdenes de V. E. para destruir esa canalla." -SeñorComandante, respondió el General, hará V. S. entender a todos los individuos del Regimiento de Castropol que salgan del pueblo en el término de ocho minutos, y a los que después se encuentren, hará V. S. que se les den tres carreras de baquetas." Formó Jove en columna los veinte Cazadores que estaban a su lado, con otros tantos vecinos que se les unieron, armados de escopetas y fusiles que habían dejado en sus alojamientos algunos de los insubordinados, y materialmente a patadas, empujones y culatazos echaron del pueblo a los castropolenses, tan ligeros en la huída, a pesar del horroroso aguacero que estaba cayendo, que pasados los ocho minutos ni uno solo hallaron las patrullas que recorrían la población*.

El General Acebedo, desde aquel día, llamó a los Cazadores sus primogénitos, y como tales siguieron distinguiéndose, sofocando con Jove otros tumultos y sublevaciones por orden de la junta.

Esta otorgó a dicho General el mando en jefe por los hechos relatados, en sustitución del Marqués de Santa Cruz.

Hechos o episodios que pudieron ser sangrientos, y cuyo triste recuerdo borraron más tarde los escopeteros de Castropol, batiéndose bizarramente en Peñaflor y en el Fresno al lado de sus hermanos.

Dos días después, el 20 de junio, se creó el Regimiento de Infantería de Grado, nutrido en su mayor parte con gentes de este Concejo, que sirvieron también en otros Regimientos, teniendo especial predilección por estar a las órdenes de Bárcena y Porlier.

Formó el Regimiento de Grado en la división asturiana que salió para Santander y Vascongadas, incorporándose al ejército de Blake, que se batió bien con varia fortuna.

Al sobrevenir la desgraciada batalla de Rioseco, vióse muy cercana la irrupción del Principado, y la Junta estableció la Alarma, que era un levantamiento general de hombres útiles, los cuales, a toque de arrebato, armados de fusil o chuzo, debían acudir a las divisiones acantonadas, de antemano designadas.

El Concejo de Grado estaba comprendido en la División de Ventana, que mandaba cuando se creó D. Francisco Arias de Velasco, siendo de los concejos que más voluntariamente respondieron al toque de arrebato.

Contaba un Comandante de Alarma en cada parroquia, otro de mayor rango en cada alfoz, más el Comandante general de la Alarma de Grado.

Invadida Galicia, crea la junta otro Cuerpo de 7.000 hombres, del que formó parte el Regimiento de Grado, para cubrir la línea del Eo. Mandábalo Voster, que dio pruebas de inepto, y los franceses invaden a Asturias, llegando hasta Navia. Se rehacen los nuestros y retrocede el enemigo hasta sus anteriores posiciones.

En tanto, el pueblo gradense gemía gabelado por el tránsito de tropas y pago de raciones, dispuesto al sacrificio; pero no tolera el hallarse huérfano de representante en la junta Suprema de Asturias, y nombra a D. José María Valdés para que ampare en ella las pretensiones razonables del Concejo*.

Estamos en los comienzos de 1809.

Viene a Asturias el Marqués de la Romana, enviado por la junta Central para organizar sólidamente el alzamiento. Quiere imponerse a la junta del Principado; ésta no lo consiente, la disuelve por la fuerza y nombra una junta ílegal con manifiesto disgusto del país.

Aprovecha el francés estas desavenencias e invade la provincia por tres puntos a la vez.

Ney penetra por Ibias y desciende a Cangas de Tineo; Kallermann avanza por Pajares, y mientras, Bonnet, lo verifica por Oriente.

Para invadirá Asturias, organiza Ney una gran división a las órdenes inmediatas de Maurice Mathieu, en cuatro brigadas, bajo el mando de los Generales Lorcet, Labassée, Marcognet y Bardet, en que entraron tres regimientos de línea, uno de infanteria ligera, el 3º de húsares, el 25º de dragones y ocho piezas de montaña, con gran cantidad de municiones y galleta para siete días*. El objetivo inmediato del Mariscal era tomar a Oviedo por sorpresa y apresar al Marqués de la Romana.

No le faltó mucho para lograrlo.

Burlando de manera sorprendente las divisiones de Voster y Mahy, penetra con gran cautela en el país y logra llegar a Cornellana sin disparar un tiro, por negligencia punible de los Comandantes de Alarma; los únicos que cumplieron con su deber fueron los del Concejo de Grado. Así se expresó La Romana*.

Era la tarde del 17 de Marzo.

Sabe este General la grave nueva a las once de la noche por el Comandante Trelles, que desde Grado corriera a la capital con pliegos, relatando la invasión. Se alarma el Marqués, toma inmediatas providencias y manda al Coronel inglés Parker pase aGrado sin perder momento para enterarse del movimiento del enemigo, oficiándole lo que ocurra. Marcha el Coronel acompañado de dos ordenanzas de caballería. Igual encargo recibe poco después D. Gregorio de Jove, que parte con Trelles, facultándole además La Romana para que ya en la villa reúna la tropa y opere según las circunstancias.

Llegan a Grado y encuentran a sus habitantes consternados con la noticia de haber pasado el Narcea la vanguardia francesa; había ella acometido el río junto al poblado, donde halló barcas bastantes para una operación dificilísima de otro modo, por estar invadeable el no, aumentadas sus aguas con el deshielo de las nieves de la cordillera*.

Todo era desorden, azoramiento en el pueblo, increpaciones, lamentos, huidas precipitadas en carros, en caballerías, a pie; unos llevábanse las alhajas o efectos de valor, otros las ocultaban en medio del mayor sobresalto. Aquella noche cruzaron desoladas el puente de Peñaflor muchas familias: los Jove, Valdes, Fernández de Miranda y otras.

Ocupaban la villa muy escasa parte del Regimiento de la Princesa, tres compañías del de Gijón al mando del Coronel Argüelles, 150 soldados del de Luarca con su Coronel Cañedo y porción de paisanos de la localidad y alrededores, que, a ejemplo del párroco, y entusiasmados por Parker, que mandara, tocar Alarma en todas las iglesias del contorno, habían tomado las armas; en total unos 600 hombres.

Facultado Jove, como dijimos, por La Romana, dicta providencias, y, por su orden, avanza la expresada fuerza hasta el Fresno, mandando la tropa el Comandante Trelles y el paisanaje D. Francisco Arias de Velasco; al frente de todos iba el propio Jove.

Decididos los asturianos, toman posesión de las cumbres que dominan el camino a Cornellana y ofrecen fácil y segura retirada.

Apenas, alborea, a caballo el Mariscal al pie del vado de Cornellana, (que facilitara desviando en parte el río), divide sus fuerzas en dos columnas y mientras una toma el camino de Pravia hasta el Valle y sube a San Esteban, la otra, que manda el mismo Ney, asciende por el camino real, pasa por Dorigas y se unen las dos. en el Cantín, sitio del Fresno. Ney había topado antes con nuestras avanzadas -que eran los de Argüellinos-; pero apenas comenzado el tiroteo recibieron orden de Trelles para replegarse, con los demás asturianos, al puente de Peñaflor; mas a fin de dar lugar a que lo verificasen convenientemente y se fortificasen allí, quedó una partida de guerrilla encargada de entorpecer el paso a la numerosa caballería e infantería enemiga, ya cercana a la cumbre*.

Aquellos tiros, fueron los primeros que oyó Ney en Asturias.

Debióse el inesperado abandono del Fresno a que Trelles y los demás jefes habían impuesto su criterio a Jove, acordando resistir en Peñaflor por considerarlo más adecuado que el Fresno para luchar con ventaja, y a todo trance, mientras llegaban refuerzos de la capital y se daba lugar a que sus habitantes se salvaran con cuanto pudieran llevarse, como así sucedió, lograndose también la libertad del General en jefe. Pero estos mismos propósitos los abrigaba Jove; sólo que éste quería luchar antes en el Fresno que en Peñaflor, por ganar tiempo, dando ocasión a que pudieran salvarse los ancianos, enfermos y mujeres que aún quedaban en Grado*... ¡y no le faltaba razón!

Por lo demás, las defensas establecidas en Peñaflor no eran serias, a pesar del ahínco de nuestras gentes porque lo fueran, trabajando afanosas, sin exceptuar sexo ni edad; pero lo hicieron precipitadamente, cuando se supo la proximidad de los franceses, de mala manera, sin orden ni plan preconcebido. En los altos que amenazan camino y puente veíanse algunas trincheras y parapetos con piedras amontonadas para lanzarlas sobre el invasor; en la peña del Viso estaba la pieza de artillería de que hicimos mención; zanjas y otros obstáculos obstruían el puente... y eso era todo. Con tales defensas, en sí deficientes, y aun al amparo de aquellas enriscadas peñas, no podían los españoles evitar el avance de una legión aguerrida, bien pertrechada y fuerte de 8.000 hombres, al mando de un prestigioso General, siendo ellos, entre soldados bisoños y paisanaje, apenas 800 combatientes mal armados -muchos con chuzos- y no mejor organizados.

Al llegar a Peñaflor los que bajaron del Fresno, se les unieron los vecinos de aquel lugar y los de otros muy próximos, y tomaron todos posiciones, por un lado, desde el puente y peñas, hacia el poblado de Cuero, y por otro, hasta La Campona, formando una línea de unos 800 metros.

Eran las diez de la mañana cuando avistó Ney la villa de Grado; echa descubiertas a derecha e izquierda, cruza la población sin detenerse y se dirige a Peñaflor. Oye en la vega de este nombre un cañonazo disparado desde el Viso, e inmediatamente desvía sus columnas por la calleja de la derecha, mientras despide guerrillas hacia las márgenes del Nalón, que parapetadas tras los nogales y castaños, allí abundantes, hacen impunemente a los nuestros fuego mortífero. junto al cañón cae herido el patriota que lo disparaba*, y Parker, que allí mandaba, ve morir a su asistente, siendo milagro que a él no le alcanzaran las balas*.

Sin recibir el menor daño coloca Ney la vanguardia entre las casas de Peñaflor, y entonces sufre algunas bajas causadas por los nuestros, que hacían fuego desde la peña del Aire y ocultos entre los castaños cercanos a La Campona. El enemigo fluctuó un instante, que supo Jove aprovechar, temiendo ser envuelto, para bajar de aquellos sitios, seguido de 200 bisoños, y precipitarse a la defensa del puente, uniéndose a las otras fuerzas españolas que en él se mantenían disputando serenamente el tránsito al grueso formidable del enemigo, aglomerado en los díversos puntos de la orilla. Suben a la peña del Aire algunas compañías francesas para desalojar al paisanaje, que desde allí seguía molestándoles, y lo consiguen tras de una lucha cuerpo a cuerpo, en que se dió el caso de asirse algunos campesinos a las bayonetas del francés para evitar la muerte, caso repetido más tarde con el corto éxito de ahora.

Entre tanto otros imperiales, por medio de improvisado artificio, pasan el río y ascienden a la peña del Viso, y luego a la de Nuestra Señora, que domina el puente, arremetiendo contra la tropa y paisanos que desde ellas estaban hostilizándolos, siendo por este lado la pelea algo más dura; pero tampoco tardaron mucho los defensores del patrio suelo en declararse en desordenada huída, arrojando al río el famoso cañón, casi inservible, que en su caída ocasionó algunos daños.

Las demás fuerzas francesas avanzan también, toman el puente, y unas y otras persiguen sañudamente a los vencidos, siendo pasados a cuchillo cuantos pueden alcanzar. Las aldeas inmediatas son batidas como el heroico pueblecillo, y más de cien familias lloran su orfandad. Peñaflor evoca siempre las escenas inhumanas de esta luctuosa jornada.

"Fue el ataque más fuerte de la provincia -escribe D. Gregorio de Jove-, y la patria declaró beneméritos a los que allí lucharon."

La acción duró cuatro horas.

Terminada ya, destaca Ney parte de su fuerza en observación de Trelles, y retrocediendo a la villa con el resto, la entrega al saqueo, desenfreno y licencia de sus soldados, por haberse hecho resistencia a sus tropas.

Otro día inolvidable para Grado; entraron como fieras, hiriendo y matando. Queman muebles, ropas, papeles, profanan imágenes, hacen daño por placer; arde el Ayuntamiento con su apreciado archivo* ... y llega el pillaje hasta ínfimas viviendas, coadyuvando a él, para lucrarse, unos cuantos indignos gradenses.

¡Los bárbaros de Ney emulando a los delConde Peláez!

Copiemos la narración del Sr. Arias Miranda, que vio ese día saqueada su casa:

Empero, el contratiempo más deplorable que haya Grado experimentado -dice-, ocurrió el día 18 de marzo de 1809, cuando la entrada de las tropas de Napoleón mandadas por Ney.

"Estaba ya en Cornellana el General francés, dos horas de Grado, cuando tuvieron la primer noticia sus habitantes. Por fortuna, aún pudieron lograr el desamparar sus casas y cuanto en ellas encerraban, y ganan precipitadamente las montañas más cercanas, recelosos de la suerte que podía caberles, esperando tranquilos a un enemigo que en mil otros puntos de la Península había señalado su tránsito con actos de atroz vandalismo, con especialidad cuando marchaba a su frente el jefe que ahora les acaudillaba. Valiera a los moradores tan prudente precaución, pues los enfermos, los ancianos y las mujeres, que mal de su grado se hallaron en la imposibilidad de seguirles, fueron bárbaramente sacrificados, la villa entrada a saco, alcanzando los mismos horrores a las aldeas comarcanas. Aún hoy, después de transcurridos tantos años, no sólo la memoria se conserva fresca de tan cruel desenfreno, sino que se reconocen sus vestigios y se lamentan sus consecuencias. ¡De esta manera trataba á pueblos inermes e inofensivos el hombre que irónicamente se daba el dictado de regenerador de los españoles!"

Los franceses, después del saqueo de Grado, hicieron noche en Peñaflor, aflojándose Ney en La Campona, para continuar al siguiente día su marcha sobre la capital.

Bien claro vió la Romana el peligro que corría, aun antes de la rota de Peñaflor, y había ordenado que salieran a reforzar este punto los Regimientos de la Princesa y de Gijón, una compañía de artillería volante con piezas de a 8 y su escolta de caballería.

Jove por su parte, temeroso de que la imponente acometida de Ney no pudiera resistirse, había abandonado la refriega cuando estaba batiándose en el puente, para salir más que a prisa hacia Oviedo, poco menos que envuelto entre la caballería francesa, a pedir a la Romana inmediatos refuerzos y enterarle de sus futuros planes.

Al subir a la Lloral tropieza con el Regimiento de la Princesa, encarece al Coronel la urgencia de llegar al punto amenazado, y sigue sin más demora a la capital.

El Coronel, atento a lo que oyera, precipita su marcha; pero por noticias que adquiere en el camino, considera inútil toda resistencia y se retira con la caballería y artillería en dirección de Naranco, con ánimo de incorporarse a Ballesteros.

Síguele poco después el Regimiento de Gijón, unido a la fuerza que defendiera a Peñaflor, que había replegado sobre Fabarín, exceptuando los 150 de Luarca, que se dirigen á Teverga y más adelante se juntan á la división de Voster*.

Cerciorado La Romana de lo que en Grado ocurriera, considera inevitable la ocupación de la ciudad, y embarcándose en Gijón, huye a Galicia, dejando desorganizada la provincia, que vése entregada a su propia suerte.

Prosiguió Ney avanzando, y sin más que ligera resistencia en Gallegos, entró en la capital de Asturias a las cuatro de la tarde del día 19.

La Junta nombrada por La Romana se retira a Teverga; acuerda vigorosas medidas, y su vocal Jove, desde allí y en nombre de ella, marcha á conferenciar con Voster para que vaya sobre Grado con la división de su mando, lo que no llegó a verificarse.

El Mariscal Ney se vió pronto obligado a volver a Galicia, que ardía en guerra, y emprende la marcha por la costa, cometiendo crueldades a su paso, en cuanto hallaba la menor resistencia.

La junta de Armamento y Defensa, de allí a poco, reitera á Voster que avance más hacia la capital; éste obedece y llega a Salas, donde establece su cuartel general.

Al propio tiempo, y es muy sensible anotarlo, otra lucha de intrigas se desarrollaba entre los conspicuos asturianos, originada por la sed de mando, que vino a entorpecer la expulsión del extranjero,

Llegado el mes de Mayo, por superior mandato y en calidad de Coronel, personase Jove en Grado para reunir el paisanaje constituído en Alarma y hacerle accionar con eficacia. Encuentra agitados los moradores, porque el enemigo manteníase a orillas del Narcea; reúne la gente armada, y con ella y 200 soldados de línea acantonados en Grado, que se le juntan de acuerdo con su Comandante, sale el noble asturiano en busca de los franceses. No tarda en tropezarlos en número de 390, y trabada la pelea les hace replegarse, continuando después las operaciones militares con buen acierto*.

Por estos días había Voster dividido sus fuerzas, entregando parte de las mismas, en las que iba el Regimiento de Grado, al entonces Brigadier D. Pedro de la Bárcena, el cual se dirige hacia el Narcea, remontándose a San Martín de Miranda, y desde allí oficia a Jove para que se le una con su gente de Alarma y dispersos de Grado, si es que puede verificarlo, lo que se consiguió aunque con trabajo.

Kallermann ocupaba a Oviedo, e intranquilo por la estancia en Salas de los españoles, decídese a enviar contra ellos un Cuerpo de ejército al mando del General Barthelemy que se en camina a Grado el 31 del mismo Mayo, dejando en la ciudad parte de la legión combatiente para seguirle al siguiente día.

La aproximación del francés á la villa produce en ella desasosiego, por temerse anunciadas violencias, y algunos vecinos huyen, fija en su mente la entrada fatal de Ney; mas esta vez, por fortuna, sólo hubo que lamentar las consiguientes molestias y algún que otro ligero atropello.

Llega Barthelemy a Grado por la tarde, y sabe aquí, ciertamente, que Voster dividiera sus fuerzas, y que Bárcena, con las suyas, distaba apenas 13 kilómetros. Dio descanso a su tropa, que mientras se raciona deja las armas formando pabellones. Aprovecha la ocasión un buen patricio, D. Luis Arango, para avisar á Bárcena, extendiendo sigilosamente en casa de D. Diego Arias de Miranda, llena de franceses, un preciso parte acusando el número de enemigos, su pronta marcha y otras particularidades; y para cerciorarse mejor de cuánta era la fuerza, antes de dar aviso, sale de su casa el Sr. Arias, y en la Plaza Mayor y en el Campo, donde los imperiales tenían sus pabellones, cuenta atentamente los fusiles, resultando ser un Cuerpo de 1.364 plazas.

Se encarga de llevar el pliego a Leguarda, Ramón Fernández, criado del Sr. Arango, patriota decidido y muy práctico en los caminos, Atraviesa por entre los franceses las calles de la villa, llevando el parte en el puño, y corre hacia el campamento espafiol, donde llega sin contratiempo*.

No tarda Barthelemy en doblar la altura del Fresno y desciende el valle de Miranda en busca de Bárcena.

El resto de la brigada que dejara en Oviedo entra en Grado, como se esperaba, el 1º de junio. Descansa y se raciona como la precedente, y repítese el recuento de pabellones, y se envía otro parte a Bárcena, diciendo que este Cuerpo constaba de 1000 plazas.

Estos soldados, desde el Fresno, bajan a Cornellana y siguen a Salas en busca de Voster, que, noticioso de la aproximación del enemigo se había retirado sobre la Espina.

Llega á Salas el francés, y receloso de aquella retirada, Y. por lo que allí sabe, de que fuera escasa la fuerza de Barthelemy para empeñarse con la de Bárcena, cree prudente dejar a Voster y vuelve sobre sus pasos, enderezándolos a Miranda para unirse a sus compañeros

Al recibir Bárcena los dos partes enviados desde Grado, estaba cerca de San Martín, izquierda del Pigüeña. Sospecha el ataque por el frente y dispone la retirada, caso necesario, por las cumbres de la Brueba.

Componían la vanguardia el Regimiento de Grado y otras fuerzas, que formaban en Menes, cuando las descubiertas de Barthelemy asoman por las vegas de San Cristóbal caminando hacia el puente de San Martín. Colócanse prontamente sobre el puente dos guerrillas del Regimiento de Grado, y con fuergo certero consiguen detener las primeras avanzadas del enemigo pero no su núcleo que, al llegar, arroja de su posición á nuestros guerrilleros, los cuales, del otro lado del puente apostados, Siguieron bravamente disputándolo. Bárcena dispone entonces que las retaguardias salgan a reforzar las guerrillas, para que al avanzar los franceses tengan que sufrir pérdidas sensibles.

Barthelemy quiere forzar el puente a todo tranco.

Debidamente colocados el Regimiento de Salas, dos compañías de granaderos de Grado, otras dos de Lena y una de Pravia, se aviva el fuego a medida que los franceses se apresuran a ganar la orilla en que estaban los nuestros. Llegan a conseguirlo, pero no pueden sostenerse, y muv descalabrados vuelven la espalda, después de dos horas de ruda pelea.

No obstante, al repasar el puente, se atrincheran en las casas de San Cristóbal, intentando repetir la operación; pero apenas ganan terreno, y vencidos dejan muchos hombres tendidos en las márgenes del río y sepultados otros entre sus aguas

No fue dable precisar sus pérdidas; mas se hicieron ascender hasta 100 muertos v 300 heridos, no habiendo duda que fueron muy graves, porque de ello se lamentaba Barthelemy en Grado y en Oviedo.

Jove afirma que de creerle Bárcena, no quedaba un francés*.

Así y todo, satisfecho el brigadier y los suyos, se repliegan sobre Leiguarda, ocupando con premura el lugar de Las Estacas, pues la otra fuerza francesa salida de Grado persiguiendo á Voster, asoma por Oviñana, y teme Bárcena ser envuelto si se rehiciesen los derrotados.

Aquella misma noche, 2 de junio, recibe sorprendido el caudillo español órdenes de Voster para que se retire a Llamas de Mouro (Tineo), en previsión de seguir la retirada a Galicia, D. produciendo el desacertado mandato protestas y basta conatos de sublevación en las filas amigas. Bárcena, disgustado, duda si obedecer.

Reunidos los dos cuerpos franceses, desanimados y mohinos retroceden a Grado, llevando á retaguardia un largo convoy con numerosos heridos, hacinados en carros del país. Llegan á San Juan de Villapañada, y de pronto las escoltas del convoy son atacadas por los campesinos, provistos de chuzos, hoces y otros instrumentos de labranza: ni un fusil contaban. La valiente acometida hizo daño y exaspera a Barthelemy que, va en Grado, manda en castigo incendiar las aldeas y caseríos y fusilar sin distinción a todos los habitantes de San Juan, los cuales, avisados inmediatamente desde la villa, abandonan presurosos sus hogares, llevándose sus ganados y ahorros. Al ir a cumplimentarse el bárbaro mandato, intercede muy oportunamente D. Luis Arango y se conmuta la pena por la entrega de 46.000 reales en el término de cuatro días, plazo dentro del cual contaba dicho señor llegarían nuestras tropas. No llegaron por desgracia, y no habiéndose tampoco entregado la cantidad estipulada, marchan los franceses a San Juan, divídense en grupos y se desparraman por aquellos sitios como enloquecidas bestias: sorprenden cuatro aldeanos y en el acto los fusilan; hallan en el prado de Santiago, escondido, un anciano matrimonio y lo degüellan sin piedad; tropiezan más allá con dos infelices que imploran perdón, y destrózanle a uno cuerpo v cráneo con la misma hoz que llevaba*, y al otro, huyendo herido, le persiguen, pudiendo salvarse en un barranco; otros más cayeron, siendo los enfermos asesinados en sus lechos. Incendian, en fin, 11 casas, varios hórreos, y arrasan sin darse a vagar cuanto encuentran, no llegando a la total devastación por haber recibido contraorden el jefe de aquella desencadenada soldadesca.

Tocaron á degüello general, nos decía un anciano de San Juan cuyo padre salvó aquel día milagrosamente la vida.

La suspensión de la brutal venganza habíala conseguido el mismo Sr. Arango, garantizando cumplir lo pactado en breves horas, que bastaron esta vez a dar tiempo a las fuerzas asturianas para llegar a Grado y ahuyentar, flagelado, al enemigo*.

Permaneció Bárcena en su indecisión dos días en Las Estacas, resolviendo, por último, pasar a Teverga, donde aguarda por instantes que le comunique Voster nuevas instrucciones para caer sobre Grado. Pero no llegan y toma la iniciativa enderezando su marcha a Linares (Proaza), punto dominante a las dos leguas largas de aquella villa; particípaselo a Voster, que siguió mudo, por lo que, pasados otros dos días, impaciente, reúne a jefes y oficiales para deliberar sobre el partido que debía tomarse. Los más, entre ellos el Vocal de la junta D. Gregorio Jove, son de parecer que se ataque a Grado sin nueva demora, y concurriendo allí Voster, marchen las fuerzas. reunidas sobre Oviedo, dejando el país libre de enemigos.

Satisface á Bárcena esta opinión y ordena verificar la marcha rápida y cautelosamente.

Al entrar en Sama nuestras avanzadas, topan con un pelotón francés de 60 hombres que, procedente de Grado, hacía la descubierta y exigía raciones a los vecinos reacios en aprontarlas; cargan sobre ellos los de Bárcena, y al amparo de vertiginosa fuga líbranse de ser envueltos y prisioneros. Los persiguen los nuestros, crúzanse tiros por el camino, y al acercarse a Grado, el fuego de fusilería pone en alarma la guarnición francesa, compuesta de la tropa llegada de San Martín de Miranda, menos un destacamento que había salido para Oviedo escoltando a Barthelemy y a los heridos en aquella jornada.

Descubiertos los asturianos, no correspondió el movimiento a los resultados apetecidos; pero el plan, sin embargo, dió su fruto.

Al llegar nuestra vanguardia, formada del Regimiento de Grado, que mandaba Jove, y el de los catalanes, el Coronel Orozco, a la altura de La Mata, toma apresuradamente por la derecha hacia Gurullén, lanzándose por la cordillera que el río Nalón corta en Peñaflor, mientras que el grueso de la división seguía directamente a la villa para atajar a los imperiales y cogerlos entre dos fuegos.

Fatalmente se retrasaron los de Orozco y aun muchos de los de Jove, y no llegaron a la angostura con la prontitud precisa, consiguiendo pasar, sin detrimento, la mayor parte de los franceses.

El grueso de nuestra división, contra lo que pensara, no encontró en Grado resistencia alguna, porque al enemigo, al formar filas, le entró el pánico y se desbordó por la vega, sin que lograran contenerlo el esfuerzo de sus jefes, que sable en mano, dan con furia a los que a todo correr sólo piensan en salvarse, arrojando en la llanura armas y equipo, para llegar cuanto antes al puente de Peñaflor; los mismos jefes no tardan en imitarles, al cerciorarse de que, á poco que se descuiden, son todos prisioneros. Y esto indudablemente hubiera sucedido de no retrasarse, como antes dijimos, nuestra vanguardia, amenguando la brillantez de la victoria.

Sólo siete llegaron con Jove á tiempo al boquete de Peñaflor, y abriendo fuego, todavía lograron interceptar el paso á la retaguardia francesa, más bien tropel de enemigos, de la que fueron hechos prisioneros 100 hombres en el término del Canal, sin tener nosotros un solo herido; otros consiguieron cruzar el río por el vado de aquel sitio, salvándose en un viñedo que había a la otra banda, y los menos afortunados fueron envueltos por las ondas del Nalón. Veinticinco más se entregaron en ta Mata, no pocos en El Xorro y Castañedo y un grupo de 30 rindió las armas en el prado del Carbayedo, próximo al caserío de la villa*. En junto se hicieron 300 prisioneros, cogiéndose gran cantidad de municiones, armas y mochilas; los muertos y heridos no pudieron con exactitud contarse*.

Asombrados quedaron los gradenses al ver vencidas, humilladas dos veces en pocos días, las invencibles águilas del Sena, a aquéllos que tan altivos y seguros del triunfo se creyeron poco antes y fingían despreciarles. ¡Cuánto placer y consuelo recibieron después de tanta amargura!

A las pocas horas de quedar Bárcena en Grado, recibe inesperadamente la noticia de que viene Kallermann a atacarle, y como ignora las fuerzas de éste, se retira a las cumbres del Fresno y toma posiciones. Algo después sabe que sólo era un batallón salido de Oviedo el que llegaba para reforzar la guarnición de Grado, juzgándola amenazada. Esta tropa encuentra por el camino a sus dispersos camaradas, reúne los que puede, llegan ¡untos a Peñaflor, observan el valle, y temerosos, dan la vuelta, a Oviedo para enterar a Kallermann de todo lo ocurrido. Pero antes trataron de volar el puente, y al efecto llenaron de pólvora un boquete que abrieron en una de las pilastras, verificándose la explosión sin causar apenas daño.

Bárcena baja al siguiente día a la villa; llega Voster con las demás tropas de la 5ª División y toma el mando en jefe. No se decide á seguir adelante; pero instado por su plana mayor y cuantos le rodean, conviene al fin en dirigirse á la ciudad*.

Kallermann no se considera seguro en ella; la evacua el 10 de Junio, y es perseguido hasta Pajares, pasando a Castilla, y a poco, queda Asturias libre de enemigos.

Regresan a Grado las familias que habían huído y todo son placemes, mezclados con tristes relatos de las violencias y tropelías que en esta etapa de la guerra, quizás más que en las siguientes, cometieron en la villa los soldados de Napoleón, castigados a veces por los mismos jefes que eran culpables en otras.

Atentaron contra personas y cosas.

En la calle de la Pedrera asesinaron una pobre mujer tartamuda, mutilándola luego, por tomar a burla su tartamudez; en Cimadevilla dieron muerte cruel a Ramón Fernández porque hiciera armas contra Ney en Peñaflor*; al ex-alcalde D. Manuel Vázquez Prada, le arrancaron de su posesión de La Gáraba por suponerle espía, y muere en La Mata de un tiro que vilmente disparan por la espalda los que le conducían. El infeliz preveía su fin, e iba rezando por su alma.

Y no fueron éstas las únicas víctimas.

Edificios entregados a las llamas por defender sus dueños la causa nacional ó estar en las partidas, contáronse no pocos.

Los apaleamientos por fútiles motivos no cesaron.

Así, medroso el vecindario, se explican sus frecuentes sustos, sin motivo justificado a veces, como el sufrido uno de los días en que el extranjero estaba lejos de la villa y despertaron los habitantes al grito de ¡los franceses, los franceses!, ¡vienen por Cabruñana! Muchos subieron á cerciorarse á las cumbres inmediatas, y vieron, recelosos, por el tortuoso camino, a lo lejos, avanzar pausadamente buen número de jinetes, que se les antojó ser la caballería francesa, y eran... ¡los frailes de Cornellana ! que, montados en sus caballerías, calada la capucha, abandonaban su asilo, no considerándose en él seguros á pesar de las promesas de Ney cuando estuvo en el convento.

Al efectuarse la retirada del extranjero, muéstrase más abiertamente la animosidad contra los que saquearon la villa en compañía de los soldados de Ney, y son insultados y perseguidos, alcanzando la odiosidad a todo el que vendiera o retuviera objetos comprados á los franceses procedentes del pillaje*.

Es creada, por acuerdo del Municipio, una junta local de personas mtegras y celosas, para que ayude á la justicia, procure conservar el orden y vigile ó haga vigilar a los afrancesados, espías y transeúntes. Llamósela junta de represalias, y dispuso la confiscación de bienes a toda persona que hubiese seguido el partido francés*.

Se avivan en la provincia las discordias interiores, y es repuesta parte de la junta destituída por La Romana.

Quedan solamente 4.000 hombres en la zona oriental del país, 2.000 en las cercanías de Oviedo, y un cuerpo franco de 1.000 combatientes que acaudillaba Porlier. Las más y mejores tropas del ejército provincial, entre las que se contaba el Regimiento de Grado, las había llevado Ballesteros fuera de Asturias.

En tales circunstancias, vuelve ésta a ser invadida a principios de 1810.

Bonnet entra por Oriente y ataca a Llano Ponte, que se hallaba hacia Colombres, forzándole a replegarse sobre Infiesto, aunque nuestra artillería causara gran daño al enemigo.

Diversas partidas españolas acometen en diferentes puntos a sus contrarios: les hacen prisioneros, interceptan convoyes, les infieren mil daños, molestándoles de continuo.

Hízose notar el intrépido Porlier, que luego se establece en Pravia.

Venciendo todo obstáculo llega Bonnet a Oviedo, por breve tiempo, sin embargo, pues se le hizo salir en seguida, ocupando la capital los españoles, que estaban en los puestos del Nalón, los cuales a su vez tienen pronto que evacuarla, obligados por Bonnet, que vuelve a entrar en ella el 31 de Enero, después de haber arrojado las tropas asturianas del otro lado de aquel río.

Pero no pasó de Peñaflor, cuyo puente tornó a ser testigo de nueva refriega, defendido durante tres horas tan sólo por 80 paisanos, 18 soldados y 20 granaderos del Regimiento de Grado, al mando de Jove y D. José Castellar, oficial de ingenieros, "batiéndose tan pocos e inexpertos asturianos contra fuerzas decuplícadas de aguerridos franceses, auxiliados de tres cañones*. Mientras unos sostienen abajo nutrido fuego ó luchan a bayonetazos, otros en las cimas arrojan piedras sobre el enemigo, que sufre numerosas bajas, y logran contenerle. Estos hombres, que el francés calificó de osados, eran en su mayoría naturales de Grado y Peñaflor, que tomaron revancha de la ofensa que allí mismo Ney les infiriera.

Queda este punto fortificado, emplazándose dos piezas de artillería de pequeño calibre en sitio conveniente.

El contratiempo aquel fue lo bastante á impedir a Bonnet la persecución de los asturianos, y dió lugar a que se reforzara nuestra línea y pudiera Bárcena situarse en Puentes de Soto, midiendo sus armas con las de Bonnet en diferentes encuentros, que rápidamente se sucedieron, matándole en el más recio de todos (hacia el 7 de Febrero) hasta 20 oficiales y 23 soldados, e hiriendo a otros muchos que el enemigo se llevó a Oviedo en carros.

A la sazón el núcleo principal de nuestra fuerza estaba en Grado y Peñaflor, y el Cuartel general en Salas*.

Relacionándose con uno de esos encuentros, el 4 del propio Febrero, comunicaba Arias de Velasco a la junta, desde Sama, que aquella mañana tenia en su poder nueve barriles de pólvora, dos de los cuales, y cuantas piedras de chispa había almacenadas, pensaba enviar, con los escopeteros de la comarca, para la expedición que aquella noche tenía proyectada Bárcena en Puentes de Soto, hacia donde había salido su hijo, sustituyéndole a él, pudiendo asegurar que los Comandantes subalternos eran buenos todos, leales y valientes, así como los Comandantes parroquianos. Decía, además, que había recibido la noche anterior al general Peón, quien había ordenado se armasen todos los escopeteros en partidas sueltas para perseguir al enemigo en emboscadas, desfiladeros y encrucijadas, donde lo hallasen con menos 6 igual fuerza, circulándose las órdenes entonces mismo, y que los escopeteros del Alfoz se hallaban sobre las armas, así como los de los concejos limítrofes, izquierda del Nalón y punto invadido de Puentes de Soto, todo lo cual se había dispuesto de acuerdo con Bárcena, al que prontamente irían más fuerzas a auxiliar*.

Entra en Grado el día 8 el General en jefe; pónese al habla con D. Gregorio de Jove, que allí estaba en funciones de Comandante General de la Armada de la División de Ventana, y le pide con urgencia mayor número de hombres "para circular órdenes por el dilatado Concejo en que se hallaban, pues son muchas las que recibe," y que ponga a su disposición también todos los veedores disponibles "mientras pasen estos días apurados."

Presta Jove a su jefe, diligente, los auxilios demandados, y el día 10, de acuerdo con el mismo, publica un bando en los términos siguientes:

"Deseoso de evitar a los habitantes de esta villa daños que necesariamente padecen en sus casas y haberes, abandonando uno y otro con motivo de la retirada de nuestras tropas, y para que el soldado no carezca de los auxilios necesarios, mando vuelvan al pueblo, abandonando sus escondrijos ó guaridas, uno por lo menos de cada familia, pues aunque el enemigo osase penetrar hasta la capital de este Concejo, les queda el tiempo suficiente para ponerse otra vez en salvo, no dudando del notorio patriotismo de tan honrados asturianos se prestarán gustosos a este servicio, conveniente a sus intereses y al orden social*."

Después sale D. Gregorio de Grado; reúne la Alarma en Peñaflor, donde había ya reunido a los soldados dispersos del general Ballesteros que había en esta cuarta parte de la provincia, haciendo cuartel para ellos de la suntuosa casa de sus mayores, La Campona, y a todos juntos les arenga en levantados términos, comunicándoles su patriótico ardor.

El día 12 evacua Bonnet a Oviedo y marcha sobre Pola de Siero, lo que no bien advierten las avanzadas asturianas, que no sin éxito operaban desde las citadas posiciones de Soto y Peñaflor y las partidas que las secundaban, y aun el núcleo de la fuerza, todos, se lanzan en tropel a la ciudad, desobedeciendo las ordenes que les diera su jefe desde el Cuartel general, "precipitándose en un desorden, no sólo impropio de tropas regladas, sino muy perjudicial para una acción colectiva como iba á hacerse necesaria inmediatamente*." Su objeto era perseguir al enemigo en la que suponían retirada hacia Santander, y así, de modo irreflexivo, Bárcena, que mandaba aquella gente, y la caballería de Porlier, continuaron persiguiéndole hasta el puente de Colloto, en que de pronto las tropas de Bonnet se arrojan sobre las nuestras, aprovechando una densa niebla y recia nevada, "y las ponen en precipitada fuga para Oviedo, acabando por pronunciarse en dispersión tal, que no acabó sino en la orilla izquierda del Nalón *," y poco faltó para ser abandonado el puente de Peñaflor cerca del cual cae herido el que antes le defendiera y fortificara, el valeroso Castellar, y si no cayó prisionero, debióse a que el francés no insistió en su avance, más receloso cada día de comprometerse en país tan accidentado.

El desánimo de las tropas cundió a los pueblos.

Sólo se manifestó á la altura de su deber Bárcena, que se remonta al Narcea, evacuando la línea del Nalón; sobre la izquierda queda Porlier.

Bonnet recibe refuerzos, y entonces, avanza resueltamente, desechando sus temores.

Al pasar por Pefiaflor quema el interesante archivo de la jurisdicción, mientras envía a Gauthier contra Jove, el cual, desde las alturas, con sólo algunos paisanos y soldados, intenta temerariamente defender la entrada del poblado, y sin más estorbos, invade a Grado el francés el mismo día, que era el 7 de Marzo, y en él se estaciona, con todo, no muy seguro de sus pasos*.

Días más tarde, uno de los destacamentos de Bonnet se aventuró á pasar de Comellana y desde allí envió a su General en jefe 900 reses vacunas, que inútilmente pretende arrebatarle, antes de llegar a Grado, gente armada, enviada por Bárcena desde Las Estacas.

Por los mismos días, el Comandante de Alarma, Tuñón y un jefe de partida propusieron a Jove, en el supuesto que del río de Cornellana, hacia allá, había tanta tropa española el unirse a parte de ella en Linares, para tomar al enemigo las cimas de Peñaflor por los altos de Gurullés y si bien le pareció factible a D. Gregorio la operación, dice él que hubo de consultarse y desechar el intento.

Para acallar de una vez los disgustos interiores, habíase organizado una Junta, genuina representación de los concejos, que se reunió en Luarca el 4 de dicho mes de Marzo. Sus acertadas providencias, los trabajos de los guerrilleros y un refuerzo de 2.000 hombres procedente de Galicia, decidieron a los asturianos a tomar la ofensiva. Fíjòse al efecto un plan combinado, según cual el grueso del ejército debía atacar por Peñaflor, llamando a la vez por la derecha la atención de los franceses, mientras que Porlier se embarcaría en la costa para sorprender por la espalda las tropas de Bonnet.

Comienza el combate en toda la línea el día 19; salen bien los movimientos, y el paso de Peñaflor es una vez más seriamente disputado, mandando los nuestros Bárcena. "La división gallega halla la mayor resistencia en las alturas inmediatas, pues si en un principio las guerrillas del Rivero y Zamora llevaron arrolladas a las francesas hasta ponerse a tiro de pistola, reforzadas estas considerablemente no fue posible darlas una carga a la bayoneta, preparada ya con otras compañías de Zamora que las seguían en reserva y muy de cerca. Por el contrario, los franceses, como hemos dicho, tenían muy reforzada aquella ala, y cubrieron de fuego a los gallegos; éstos, no sabiendo contestarlo, comenzaron muy pronto a perder terreno, dispersándose algunos hasta las inmediaciones de Bayo y Sama, donde sus oficiales los reunieron de nuevo para dirigirse a Grado, con el fin de formar la segunda línea de los asturianos."

"Este combate no poco reñido de la división de Galicia, decidió, aun resultando desgraciado, la victoria de los españoles en la línea, porque Bárcena no halló a su frente la masa mayor de sus enemigos, que andaban distraídos por su izquierda; y aunque Porlier llegó retrasado al campo de batalla, los asturianos avanzaron triunfantes hasta las posiciones francesas, ocupándolas con la mayor energía. Los enemigos, vencidos a su frente, y viendo cómo los hostilízaban de todos lados las partidas que acudían al llamamiento del cañón, se retiraron la mañana siguiente con los muchos heridos que habían tenido a Oviedo, que abandonaron por la noche, tomando el camino de Infiesto y Cangas de Onís*."

Costó a la división gallega la refriega 12 muertos, 28 heridos, 26 prisioneros y 73 extraviados, mientras los de Bárcena sólo expenmentaron pérdidas insignificantes. Los franceses tuvieron más de 30 muertos y se llevaron a Oviedo 30 carros de heridos.

Siguieron los españoles al alcance del enemigo en esta ocasión con más cautela que en la anterior, al reconquistar la ciudad.

Bonnet aguarda refuerzos en Cangas de Onís pedidos con gran urgencia; le llegan, y el día 28 avanzaba de nuevo con buen golpe de tropas, que los nuestros no aciertan a contener. Les entra el pánico, y al llegar á Oviedo Íntroducen entre sus compafieros el mayor desorden, tomando todos el camino del Nalón en busca de los puestos de la línea que les era preciso otra vez defender.

En tanto, D. Antonio Peón, Mariscal de Campo y Comandante General de la Alarma del Principado, se hallaba en nuestra villa cumpliendo escrupulosamente sus deberes. Previno: que se recontasen las fuerzas de la Alarma en éste y en otros concejos*; que se recompusieran las armas de fuego inútiles "por cerrajeros curiosos; " que en todas las parroquias se reuniesen los alistados una hora al día y los instruyesen en el manejo del arma los que hubieren sido soldados; que se emplease en diversos trabajos muy convenientes -y para ello le autorizó la junta- la gente que cubría el Puente de Peñaflor, sustituída muy pronto (hacia el día 27) por nuevas tropas procedentes de Galicia, y tomó en fin, otras medidas, muy indicadas, como más tarde se echó de ver*.

D. Gregorio de Jove, al propio tiempo hacía días que estaba en Santianes de Molenes con escasa fuerza, reorganizando algunos servicios, y remisos los dispersos a volver a las armas vióse precisado a ordenar, desde allí, á los Comandantes de Sama, Santa María de Grado, Trubia, Vega Piridiello y Gurullés, que fueran obligados á presentarse al cura de Santianes inmediatamente todos los soldados que se hallaban sin licencia en sus casas, debiendo unirse á la partida que les designara el expresado sacerdote, y de no concurrir voluntariamente, se les llevase amarrados, y que recordasen a los vecinos de dichos lugares su obligación de darles las raciones correspondientes. Ya el día 23, y contestando a un oficio de la junta, la informaba de que en Salcedo, y al abrigo de las armas contrarias, se escondían muchos desertores, y hasta se resistían á entregarse en el mismo pueblo en el que a la sazón se hallaba (Villamarín). donde se les buscaba para restituirlos á sus banderas.

No terminada aún su misión consideró precisa su presencia en la villa, y bajó a ella el día 26: se avista con Peón, cambia impresiones, y acto seguido llama a los Comandantes de Alarma para reprenderles severamente.

Como superior inmediato, les dijo "El incumnlimiento de mis mandatos ha producido graves desórdenes y puede conducir al Principado a su total perdición: ni siquiera han llegado a mis manos los estados de muertos, heridos y prisioneros que hubo en los diversos encuentros, ni se me dió parte de las fuerzas de mi mando, ni del número de armas, chuzos, etc., de cada Comandancia, ni aun noticias de los movimientos del invasor; exíjoles el cumplimiento inmediato de cuanto les ordené; no porque el enemigo haya retrocedido hasta Cangas de Onís, podemos contemplarnos seguros de sus artes: él nos observa astuto, y si nos descuidamos volverá á vengar su afrenta v satisfacer su ambición v codicia."

Uno de los Comandantes, D. Bonifacio Alvarez Moutas, con los debidos respetos le replica: que precisamente en la mañana de aquel día le había oficiado á Salcedo desde Villamarín de Candamo, manifestándole que no le hiciese cargos por no haber cubierto á Peñaflor como le había ordenado, "pues hacia dos días que los paisanos a sus órdenes estaban sin comer por imposibilidad de sacar raciones, efecto de haber acudido mucha tropa al punto donde se hallaba, y apenas había bastantes para ésta; además -continuó- medite la mucha tropa que había en Peñaflor y en mayor número en la villa de Grado, por lo que me pareció inútil mi presencia en Peñaflor o punto señalado: tan necesitados estaban los paisanos, que compré el poco pan que había en la plaza, pagándolo de mi bolsillo, y lo repartí entre mis alarmados. Considerando, pues, inútil por ahora estar sobre las armas mi persona y partida, estaba disolviéndola con permiso del General Peón, y regresaban los paisanos a sus casas, todas cercanas, para volver a salir inmediatamente, cuando las circunstancias lo exigieran*."

Al siguiente día, 27, regresa Jove a Salcedo, para volver a Grado el 2 de Abril, dando entonces cumplimiento a una orden de Bárcena para relevar á Foxaco del mando de su partida que merodeaba por el Concejo sustituyéndole por Busto; encarece al propio tiempo a las justicias que cumplan exactamente todo lo dispuesto a fin de saber los movimientos del enemigo, y ordena que cuanto antes se ponga a su disposición preso y atado un sargento llamado Juan Antonio Mier, de Grado, que vagaba en compañía de un cabo y seis soldados, armados y equipados, el que debía ser conducido con escolta*.

El día 3, la división de Galicia cubría el Puente de Peñaflor; Bárcena los de Soto y la derecha de la línea, y Porlier, a la izquierda, ocupó con su caballería la costa. Ya así, se Ajó en el Cuartel general el plan de tener en constante alarma á los franceses, no dándoles reposo. El ingeniero Castellar acabó de asegurar el Puente de Peñaflor, y le dejó artillado convenientemente*.

Al frente de una partida de dispersos, entra en Grado el día 10 el Capitán D. José Cienfuegos ordenándosele pase con ella a la división gallega.

Los choques menudeaban, en su mayoría provocados por los nuestros en cumplimiento de lo acordado, y algunos fueron muy rudos, como el día día 14 cerca del Padrún*.

Las Alarmas reuníanse solícitas al toque de campanas.

La división de Ventana riñe con el francés en Torrebarrio.

Las partidas ó guerrillas tampoco cesaban de hostigar a los franceses en toda ocasión favorable que se les presentaba, espiándolos todos los días y por todas partes en diversos puntos de la provincia. Mientras Escandón con sus partidas combatía sobre Cangas de Onís las de Castañón y Cuéllar interceptaban las comunicaciones que Bonnet insistía en mantener con Castilla, de donde, con la noticia de la rendición de Astorga, sitiada por Junio esperaba refuerzos para acabar su empresa de someter el Principado en toda su extensión.

En las orillas del Nalón era, donde más se ofrecían esas series de combates, en que, sin ninguno decisivo, sólo se logra ejercitar el valor de los beligerantes.

Uno de estos encuentros tuvo lugar en El Fresno, viniendo Porlier de Pravia en dirección á Belmonte. Desde el camino que va a Las Cruces divisó el Marquesito al enemigo, que procedente de la costa se internaba, avanzando por La Llalga hacia El Armitán. Manda hacer alto, monta cuatro cañones de montaña que traía consigo y rompe certero fuego, del cual malamente se defendieron los contrarios, obligados a refugiarse en las escabrosidades del Cabañín y del Llovio, perseguidos por el Marquesito durante un buen trecho. La caballería enemiga quedó deshecha, viéndose muchos jinetes caer del caballo. Luego siguió aquél su ruta en busca de Belmonte, para volver presto á orillas del Nalón. Hacia el 12 estaba Porlier en Peñaflor y se trasladaba á Pravía*.

Con la capitulación de Astorga, refuerza Bonnet su ejército considerablemente, y sin perder momento ataca el 27 el Puente de Soto y rompe el pequeño cuerpo que lo defendía. Sucédense á seguida combates en que los españoles trataron en vano de contener la embestida del General francés, que persigue la ocupación de toda la parte occidental de Asturias. Resiste la división gallega el primer ataque dado al centro en Peñaflor; pero pronto se pronuncia en retirada, acosada por el invasor, que deja en Grado alguna tropa y sigue su triunfal marcha a Cornellana, donde, gracias á la llegada de Porlier, pueden los nuestros defender el puente más ó menos tiempo, para luego proseguir la retirada hacia el extremo occidental de la provincia, y allí continuaron los asturianos defendiéndose*.

Por decreto del 28 son distribuídos los puestos para correr pliegos y mantener la comunicación en toda nuestra línea, y se establecen siete de esos puestos en el Concejo de Grado; uno en Cabruñana, otro en la villa, y desde ella, por Santa María hasta Puentes de Soto, los restantes, cubiertos cada uno por un guarda y cuatro paisanos ó soldados desarmados.

Al mediar Mayo, parte de las tropas españolas procurábanse correr hacía el centro de la provincia.

A últimos de este mes regresaba D. Gregorio Jove con sus guerrilleros de recoger dispersos en el Concejo de Miranda, y al llegar á Salcedo, dánle aviso de hallarse en Villamarin una patrulla francesa, fogueada antes por otras partidas; trata de sorprenderla, y á ese objeto evoluciona; pero n.o sólo vio frustrado su intento y el de atajarla tras rápida marcha en el camino militar de Grado, sino que una avanzadilla de seis hombres y un cabo del Regimiento de Salas, establecida poco antes por el mismo Jove en ese camino, fué copada por el enemigo en su huída de los nuestros.

De vuelta á Villamarín expide órdenes para que los vecinos de Salcedo proporcionen raciones de pan y carne a sus soldados, esparcidos algunos por la comarca, y con sorpresa vése desobedecido en Restiello, donde, al llegar siete de los guerrilleros, en vez de auxiliarles, les insultan y rechazan, a pesar de la orden que enseñaron y despreció el General Armiñán allí presente*. Caso lamentable que dejamos apuntado en la parroquia de Restiello.

Obligado por otros fines militares, pasó el enérgico Jove a Teverga, y muy pronto se desarrollaron acontecimientos, otra vez luctuosos para Grado y sus cercanías, que el propio señor relata de la siguiente manera, en oficio a la junta Suprema:

"Anuncié á V. E. se preparaba una operación sobre la carretera de Castilla; me hallé el 4 del corriente en Taja (era el mes de junio), con el Comandante de la vanguardia del Regimiento del Rivero y otros oficiales que habían ya formado, v la operación se ejecutó desgraciadamente. Fuimos sobre El Fresno, Grado y Peñaflor el día 6; para atajar al enemigo en el Daso, se había dispuesto corta fuerza que se aumentó después, compuesta de los Regimientos del Rivero y Luarca, debiendo obrar con toda la División por nuestro flanco izquierdo, y sobre la misma posición, en unión del Comandante de tiradores D. Fernando Miranda. Para el segundo puesto se destinaron los demás cuerpos de la División del Sr. Bárcena, con el de Castilla, a excepción del Regimiento de Salas, que tuvo a su cargo ocupar el tercer puesto. La falta de combinación, diferencia de distancias y falsas noticias que teman los jefes acerca de las fuerzas enemigas, ocasionó necesariamente la desigualdad en la ejecución y el desorden en nuestros movimientos. Cuando los Regimientos del Rivero y Luarca atacaban vigorosamente el único baluarte de la línea enemiga y rompía el fuego en La Mata la División destinada a aquel punto, ya Miranda había sido atacado y batido sobre su marcha, y, por consecuencia, comprometidos Luarca y Rivero, que no sólo tenían a su cargo la empresa más difícil y batíanse con enemigo mayor en número, sino que éste debía ser reforzado inmediatamente por la fuerza que rechazó a Miranda y por la que constituía la guarnición de Pretías (?), pues las fuerzas, todas a nuestra derecha, nada más hicieron que divertirse río en medio contra la guerrilla contraria colocada en las inmediaciones de la villa por aquella parte.

El enemigo estaba, como siempre, noticioso de nuestras intenciones, y así lo encontramos posicionado en el mayor orden de defensa.

"Las guerrillas de Luarca, al mando de los oficiales D. Domingo Estrada, D. N. Martínez, D. F. Valledor, la acreditada compañía franca al mando de su intrépido jefe D. Felipe Rams, auxiliados de otra que mandaba el Teniente Viescas e interpoladas con los que se destacaron del Rivero, comenzaron la acción más reñida que ha tenido en Asturias el orgulloso Gauthier. En vano desenvolvía los grandes recursos de su consumado arte, «Porque nuestras guerrillas, protegidas del acertado fuego de artillería que mandaba Don Juan Naredo, desalojaron sucesivamente al enemigo de todas sus posiciones y fuertes, y ya eran nuestras la capilla y la casa de su izquierda, y el contrario había comenzado su retirada, después de habernos cargado inútilmente dos veces. Entonces fue cuando, auxiliado de los Cuerpos mencionados, se rehace el enemigo en la altura de Cabruñana, v amenazando nuestro flanco izquierdo se ponen los nuestros en confusión, replegándose la columna del punto que ocupaba a un erial -Próximo para contenerlos, y á pesar de que rápidamente descendió en su socorro con el resto de Luarca su valiente, acreditado, infeliz Comandante D. Alvaro Ramos, fue envuelto en el desorden y víctima de su intrepidez, y comunicándose progresivamente a la parte del Rivero que aún permanecía en formación, entró el desconcierto. En vano se esforzaron jefes y oficiales en reunir nuestras tropas; nuestros soldados prácticos en el terreno tomaron diferentes caminos, y sólo pequeña parte del Rivero se retiró por la misma ruta que había llevado, pues además del número excesivo que perseguía nuestra retirada, nos veíamos próximos a ser envueltos en nuestra derecha aunque oportunamente colocado el Comandante Burracán en el bosque del Xorro, nos la cubría con sus fuerzas. Batída esta fuerza, avanzó el enemigo por todas partes, y aunque era un pequeño número la que mandaba el Comandante Bárzana, lo puso en desorden, cargándole con un corto destacamento de caballería, y según noticias, debióse a la disciplina del Regimiento de Castilla la libertad de muchos soldados, pues hecho firme en el punto correspondiente, rechazó la caballería francesa, matándola algunos jinetes. La pérdida para nosotros ha consistido en cinco oficiales prisioneros y 53 soldados, y un número igual de éstos pasados a cuchillo por los dragones después de rendirse; v aunque por nuestra parte no hubiéramos tenido prisionero alguno, la gradúo considerable con la pérdida sola del Teniente D. Domíngo Estrada, que acaba de morir de seis heridas v la del Comandante D. Alvaro Ramos, cuya suerte se ignora. Deben premiarse tantos servicios. El enemigo sufrió pérdidas terribles, que sin exageración pueden graduarse de veinte partes por una, hicimos un prisionero, v se tomaron varios efectos de querrá, teniendo la satisfacción de haber inutilizado y herido al Coronel Gauthier por algún tiempo con una bala que le atravesó un pie. Los cuerpos de nuestra, derecha hicieron dos prisioneros y tomaron varias caballerías y maletas. Bonnet vino a Grado inmediatamente con 500 hombres, y los 20 incautos vecinos de aquella villa, que tomaron las armas y mataron a palos a un soldado francés han sido fusilados, a excenpión de los que se refugiaron en nuestras tropas. Un regimiento más que nos hubiese protegido, hubiera decidido la suerte en nuestro favor. "

El 5 de julio sufre un fuerte descalabro en Navia el ejército español, y Bárcena, a poco, logra derrotar al enemigo en Linares de Comellana, a cuya acción concurren numerosos vecinos de El Fresno que se habían unido al caudillo asturiano poco antes, al pasar cercano a la parroquia.

D. Gregorio de Cañedo desde Ambas y en las postrimerías de aquel mes, oficiaba a la junta que una columna francesa pasaba por Montovo en dirección al puerto de Mesa, y el 5 de Agosto, desde Tolinas, el patriota Miranda comunicaba a Jove que en Grado, El Fresno y Picaroso había fuerza francesa estacionada, constándole que el Coronel Duelos dormía en este último punto todas las noches, y que él, con su partida, pensaba salir de Salcedo por la noche, pasando a Cornellana con intento de sorprender al enemigo. El mismo día participaba a Jove también el cura de Gurullés, que acababa de ver pasar hacia Escamplero unos 1.200 franceses «repartidos en tres trozos, a quienes acompañaba el caballo blanco, algunas vacas y carros; iban velozmente, habiendo precedido la seña de guerra en la altura PicoTorcido*

Bonnet está en Grado; acaba de llegar con Gauthier, el cual, por mandato de su General, toma las alturas apresurándose a fortificarlas, y con más empeño a Picaroso, a causa de que cuatro noches antes, por este punto cruzaran nuestras tropas con animo de sorprender la villa, y lo consiguieran de no interponerse un traidor, obligándolas á retroceder*.

Líbrase una acción en las cercanías de aquella capital el 29 de] propio Agosto, que fue sostenida por algunos soldados del Regimiento de Fernando VII, mandados por D. José del Valle, quien al participárselo a Bárcena y pedirle municiones, le advierte que los heridos están mal asistidos por falta de local. Merece escribirse que los soldados aludidos estaban en observación, y tan gallardamente se batieron, que la Junta acordó dar publicidad a su mérito, y gratificar, por mano de Bárcena, con 200 reales a los cuatro que más se habían distinguido*.

No se dormían los nuestros. satisface consignarlo.

Diversas veces Peón quiso tomar a Grado, siendo, a pesar de sus bríos, vanas sus tentativas; inútil su persistencia. El francés, detrás de la muralla, le hacía mucho daño, que con frecuencia alcanzaba a pacíficos vecinos, especialmente a los de la calle de la Pedrera.

Un día, en uno de los intentos, un grupo de jóvenes gradenses, casi niños, entusiasmados, unióse a los que iban a libertar a su pueblo del extranjero y hubieron de sellar con sangre su santa resolución: perdió la vida uno de ellos, y dos fueron malamente heridos.

Mas la constancia de Peón, a la postre, llevóle a la victoria.

El 10 de Septiembre penetró con los suyos triunfalmente en Grado, obteniendo el merecido galardón; y dejándolo guarnecido, se aleja con escasa gente a sitios donde su presencia había sido reclamada*.

Por mandato de la junta de Provisiones de aquella localidad, el Juez de la misma, D. Francisco Fernández de Miranda, hace saber con fecha del 5 a los concejos que componen la División de Ventana: "Que antes del 15 del mes actual se han de entregar en los almacenes de esta junta las rentas de los emigrados y conventos suprimidos, en dinero o grano, e igualmente 10 quintales de trigo, 50 raciones de legumbres secas (pues sólo hay judías y arbejos), 25 raciones de hierba, otras tantas de cebada y paja, leña y aceite, correspondientes a 3.600 hombres que se previene estarán en ésta y sus contornos de guarnición."

El prorrateo entre los concejos y cotos, para los efectos del pago, lo había hecho la Junta de Provisiones, y constaba en el oficio*.

Y el día 24 la junta del Principado a su vez acordó: "Visto los males que se van a padecer en Salcedo con el tránsito de tropas por aquella parte, a causa del mucho consumo de granos, que sean embargados los frutos de los Préstamos de todo el partido y los de las casas diezmeras y novenas del mismo, destinándolos a satisfacer las demandas de las tropas;" y al propio tiempo encargaba que se tomaran medidas para que no cayesen en poder del enemigo*.

Prosigue la guerra con suerte diversa: los nuestros se baten bien, pero sin plan; les faltaba unidad.

El 16 de Octubre vuelve Peón a Grado con 500 hombres y se apresura a tomar disposiciones en consonancia con futuros planes.

Quejoso de algunos alistados de la Alarma por su incumplimiento, impone para en adelante 5 ducados de multa a todo el que no concurra a ella; y convencido después de que los primeros culpables son algunos Comandantes parroquianos, los llama a la villa, les reprende y destituye, nombrando otros en su lugar, de reconocido valor y patriotismo por informes que toma del párroco y juez.

Procede a demoler la muralla por orden de la junta*.

El Fresno presenciaba de continuo escaramuzas y choques, debido en primer término a su situación dominante y a cruzar por sus altos el camino real que unía el Concejo con el oriente y occidente de la provincia. Siempre tenían en él los franceses fuerzas destacadas, cuando en Grado se estacionaban, y por lo común acamparon en el carbayedo del Xorro, punto excepcionalmente estratégico, alojándose la oficialidad en la casa llamada de la Requexada. Convirtieron la iglesia en reducto, y su posesión fue diferentes veces disputada con vigor por los beligerantes.

Como Bárcena y Porlier, frecuentó esta parroquia D. Fernando Miranda, de Trubia, que con su partida formada de sus colonos armados a su costa (como hiciera Jove), y de otros paisanos que se le unieron, solía entrar por las cumbres de Las Peruyales sobre La Caridad, y sostuvo diversos encuentros con el enemigo, que arrojó en ocasiones hasta Peñaflor, según se propusiera. En una de ellas no anduvo lejos de copar, por sorpresa, el Estado Mayor francés, alojado en casa de la Requexada, el cual se salvó gracias a la oportuna Regada de sus tropas, que estaban en Pico de Pando, y no sin ser castigadas y forzadas a retirarse por los españoles, parapetados en la iglesia y torre.

Pero el día del ataque general, como lo llaman todavía los vecinos, fue el más sonado de El Fresno.

La fuerza francesa destacada en aquellos lugares, vió que avanzaban por el Sur Bárcena y Porlier, y a toda prisa replégase sobre Grado, ocupado por Duppont, el que, alarmado, pide refuerzos con urgencia, llegándole con artillería y caballería. Inmedíatamente prepárase para atacar a los asturianos, que le esperan en su ventajosa posición, si superiores en número, inferiores, como siempre, en armamento y organización.

Don Pedro mandaba 2.000 hombres, y 1.000 el Marquesito, y hallándose más cercanos a la villa los de Bárcena, son los primeros en divisará los franceses, subiendo la fatigosa cuesta, oyéndoles gritar ya muy próximos: ¡Si no ganar hoy, no ganar nunca! Rompen los nuestros como respuesta vigoroso fuego, mientras los imperiales se dividen, yendo los menos contra Porlier, y los más contra D. Pedro. Generalizase la lucha, y en ciertos puntos llegan a batirse cuerpo a cuerpo; el cañón retumbaba de continuo. Cejan los de Bárcena y comienzan á retirarse ordenadamente, y van lejos, perseguidos siempre, con cierta cautela, por sus adversarios.

Más afortunado el Marquesito, consigue acorralar en unos castañedos a los que fueron contra él, y en tal situación los tiene, que sólo defenderse pueden, sufriendo bajas sensibles; estrechados más y más, a su vocerío contestan los nuestros viendo de coparlos. Dos escuadrones enemigos suben por el Xorro en auxilio de sus compatriotas; divísalos Porlier desde Las Peruyales, y envía parte de su gente a esperarlos emboscada en el Armitan, y al tenerlos cerca, rompe ésta en descargas cerradas; se encabritan los caballos, caen algunos jinetes, heridos o muertos, y los demás decláranse en huída, perseguidos por los del Marquesito hasta Pica el Gallo, cerca de Grado.

Los que batieron a Bárcena vienen en socorro de los suyos, cogen á Porlier entre dos fuegos y libran a los acorralados de la furia de los nuestros, que se replegan con alguna confusión hacia Pereda.

Contaron unos y otros combatientes muy dolorosas bajas. Del Fresno perecieron bastantes vecinos, casi todos sacrificados, inermes, por el vencedor, y a las viudas de los que más se distinguieron, como va referido en lugar conveniente, las pensionó la Patria, comprobándolo dos documentos que conserva el autor.

El enemigo regresa a Grado y el Marquesito acampa en el Llovio y Moutas, maquinando un pronto desquite.

Cuentan que al siguiente día, disfrazado de aldeano, llegó a la villa vendiendo huevos, para espiar a sus contrarios y procurar averiguar sus planes. La fortuna le ayudó; supo que por la tarde debía salir de Grado gran parte de la fuerza, reclamada desde Oviedo, y toma en seguida su partido: caer sobre el pueblo cuanto antes, sorprendiendo la mermada división.

Y aquella misma noche, de improviso y por distintas calles, entra con los suyos en la villa y sorprende, en efecto, a los franceses, que azorados y miedosos ofrecen desde sus alojamientos débil resistencia, sin que tarden, dispersos, en abandonar la población.

La fama de Porlier se acrisola; fue el ídolo popular.

Otra desazón reciben los franceses por los mismos sitios y al poco tiempo: se la dio D. Fernando Miranda.

Con numerosa partida entra por la loma del Esqueriz sigilosamente para coger descuidado al enemigo, que descansaba en el carbayedo real del Xorro. Abrenle camino por entre el rozo, cortándolo a su paso, algunos campesinos, y logran sin novedad los guerrilleros llegar a las praderas de Esguilera: allí son descubiertos y sus adversarios se desbandan, dividiéndose en dos grupos, y siendo el más numeroso perseguido, corre a defenderse cerca de Moutas; pero con suerte escasa, pues en su azoramiento forma una masa tal, que recibe de lleno los fusilazos de los nuestros, y muy luego en la Llalga una carga a la bayoneta, apenas esperada ya por los franceses, los disuelve, y a todo correr llegan al Cabañín de mala manera, con la ropa hecha jirones, casi descalzos, escondiéndose donde y como pueden.

Conseguido este resultado, toma la partida por Santa Cristina en busca de los otros dispersados en el Xorro, que vuelven a serlo ahora, ocultándose también por las asperezas de Pereda, como sus camaradas.

Aquella noche duerme en Grado D. Fernando y lo aclaman y obsequian a porfía, lo mismo que a sus soldados*.

En este período de la guerra fue extremada la movilidad de esta partida. En varias ocasiones se parapetó en la pomarada del Pradón, frente a los muros de Grado, y desde allí hostilizaba con sus fuegos la casa de Miranda, donde solía alojarse el General en jefe del ejército francés. En uno de los inesperados ataques, ya de noche, hallábase en la casa Bonnet, y se dice que le alcanzó ligeramente una bala, llevando la alarma a toda la guarnición. Perseguidos los nuestros, inútilmente en este caso como en otros semejantes, motivó la orden de talar la pomarada.

Fue aquella partida, en el Concejo, la que más se hizo notar y temer del enemigo, puesto en jaque de continuo por el temerario arrojo de D. Fernando y sus gentes.

En esta zona, como en el resto de Asturias, mientras duró la guerra, mostraron los naturales aptitud de guerrilleros, siendo las cumbres sus constantes aliadas*.

Esas guerrillas, en que los patriotas se batían cuerpo a cuerpo, o en emboscadas sorprendían a sus contrarios en bruscas acometidas, irritaron a Bonnet hasta el extremo de fijar un bando inhumano, opuesto a las leyes de la guerra, en Grado y Peñaflor al comenzar Enero de 1811. Bando del que protestó el Comandante general español D. Francisco Losada, y que dio ocasión a los soldados franceses, enseñoreados del territorio gradense, a que cometieran desafueros, principalmente en el partido de Salcedo, viéndose obligadas a huir las familias refugiadas, de Grado en su mayoría, a otros sitios más lejanos del foco enemigo.

Es completamente derrotado el ejército español en Cangas de Tineo el 19 de Marzo del expresado año 1811.

Y precisamente ese día atacó Bárcena la fortificada iglesia del Fresno y la tomó a viva fuerza, después de haber aprisionado un pelotón de franceses que iban a relevar a sus compañeros*.

Muy pronto volvió a castigar al enemigo en la misma parroquia. Estaba con su partida junto a una venta 6 taberna, cuando avistó á los imperiales avanzando por el camino de San Marcelo. Toma Bárcena por el del Requexo para colocarse en punto estratégico, próximo al llano de la Tejera, y sobreviene un choque, recio y breve, en que hubo de retirarse el francés con pérdidas hacia el Morriando, donde se hallaba tranquilamente una banda de 200 aldeanos armados de chuzos, hoces, hachas y fusiles, que lo hubieran pasado mal a no avisarles Bárcena para que se retirasen inmediatamente.

Los valles del Nalón y Narcea son por entonces teatro de aquella acción, en que el General Valleteaux hubiera derrotado por completo a los asturianos sin los esfuerzos de Porlier, que le contuvo en lo mejor de su triunfo.

La lucha no cesa; se prolonga, hasta que por último el 14 de junio tienen los franceses que evacuar el Principado, a pesar de la fatal jornada de Prelo, en que el esforzado Bárcena cayó herido.

Tres días antes de abandonar el país, el 11, salieron aquéllos de Grado mal de su gusto.

El General Losada, desde Cangas de Tineo, donde estaba el Cuartel general, avanza con las tropas de la segunda sección, ávidas de picar la retaguardia al enemigo, y haciendo alto en Grado, siguieron a Oviedo, lo que participa el General a la junta Suprema*.

Tornan a lucir días bonancibles.

En esta seguida invasión permanecieron los franceses largas temporadas en la villa, siendo ella su Cuartel general y paso continuo de unos u otros beligerantes. Iban los vecinos familiarizándose con los extranjeros, y hasta alguno hizo con ellos lícita amistad; mas con todo fueron siempre mirados como huéspedes molestísimos, y generalmente odiados, llegó a tenerse por insulto el ser llamado francés* .

Odiados tenían que serlo: su modo de conducirse, las crecidas derramas y frecuentes requisas de ganado, sus crueldades, todo conspiraba a que lo fueran, y lo sabían, y por eso, suspicaces, exageraban las precauciones y el rigor; hasta la molienda vigilaban, lo que trajo deplorables consecuencias. En el molino del Fuejo, La Mata, sorprenden y matan los guerrilleros a dos franceses vigilantes, y son fusilados en el Campo los inocentes molineros, suponiéndoles culpables*; tras ellos otros dos de su oficio, inocentes también, por el supuesto de envenenar las harinas, y para vengarlos, los del molino de Santiago (San Juan), con tres hermanos suyos, apuñalan y entierran en el cauce a los dos guardianes franceses, y si los culpables se libraron de la muerte fue porque hicieron creer que los vigilantes habían desertado.

Víctima de su españolismo fue igualmente el respetable hacendado Cuervo Arango, fusilado junto al prado de la Laguna, en La Mata, por un pelotón de franceses que requisaba ganado.

Cierto que aun dentro de la villa no podían los imperiales estar tranquilos; de modo airado perecieron algunos en las calles, y en el campo se les hacía una guerra despiadada: francés rezagado o desprevenido, era muerto sin piedad; los cercanos valles quedaron llenos de sepulturas, y así las represalias eran justas a veces.

La musa popular se desbordó, reflejándose en versos y canciones que de bueno sólo tenían la intención, y ésta, bajo el concepto patriótico*.

Las casas de Valdecarzana y Fernández de Miranda fueron cuartel de los imperiales, y para comunicarlas entre sí tendieron un puente sobre la calleja que separa esta casa de la huerta de aquélla; convirtieron también en cuadra la capilla de los Dolores y la sacristía en cocina.

En lo alto de la Cuba, arrabal del pueblo, levantaron un parapeto, que artillaron con dos cañones, y en él tenían constantemente retenes.

Enterraban sus muertos, generalmente, en el pradin de la Borbolla, llamado por los vecinos cementerio del francés, y en San Miguel de las Ollas*.

Alejados de Asturias los franceses, vuelve la junta provincial a fijar su residencia en Oviedo, y al cruzar por Grado dos de los Vocales, viniendo de Occidente, son objeto de público entusiasmo.

Se fracciona el ejército asturiano para marchar una parte en ayuda de sus hermanos de allende Pajares.

Son acantonadas algunas fuerzas en Grado, y la junta patriótica local, a pesar de sus exiguos recursos, proporciónales buenos alojamientos y raciones, gracias a la cooperación que le prestaron todas las clases de la sociedad*.

En el mes de Octubre se traslada el Repuesto de comestibles de Salas a Grado, agregándosele Miranda, a propuesta del Director de Víveres y en conformidad de la junta Superior.

Vuelven los franceses el 5 de Noviembre. Los primeros rumores llegan a Oviedo al atardecer, muy confusos, llenando de tristeza a todos los habitantes. Reúnense apresuradamente los Vocales de la junta, sin saber nada en concreto, y unos y otros se preguntan, se interrogan, y alguno duda de la amarga realidad; pero llega el Presidente y puede confirmar por desgracia, disipando toda duda, la noticia de la nueva invasión.

Se declara en el acto la sesión permanente.

Tómanse disposiciones rápidas, eficaces, unánimes, como eximan. las circunstancias, y llegadas las tres de la madrugada del día ó, acuerda la junta trasladarse sin pérdida de momento á Grado, y en consecuencia "salió para esa villa, a donde llega aquella misma mañana -copiamos el acta de la sesión-, e inmediatamente se trató con la Comisión sobre los arbitrios que debían adoptarse para proporcionar subsistencias a. las tropas asturianas que probablemente iban a reconcentrarse en Grado; se hizo comparecer al Administrador, D. Luis Laguna, y se le previno recaudase los caudales y efectos de la Real Hacienda y los pusiese a salvo bajo toda responsabilidad."

"Se conferenció sobre asuntos de servicio con el jefe de Estado Mayor, D. Francisco Hubert y noticiosa la junta de haber llegado á Peñaflor los batallones de Marina, dio órdenes para que los conductores de las reses de la Provisión dejasen seis en aquella villa, con el fin de que las tropas no escaseasen de este artículo, y, por último, se tomó el camino de Cornellana; pero habiendo sobrevenido la noche, se tuvo por conveniente pasarla en Dorigas."

Al salir de Grado la junta, la acompañaron los vecinos gran trecho, aclamándola sin cesar, aunque angustiado su espíritu. Constituíanla D. Luis Arango, D. Ramón de Llano Ponte, D. N. Puertas y D. Joaquín Sánchez pues otros Vocales ya desde Oviedo salieran a distintas comisiones, según se desprende del acta existente en el Archivo provincial.

En cuanto los junteros llegaron a Dorigas, continuaron tomando providencias u oficiando sin darse apenas reposo*, y al amanecer del día 7 salieron presurosos para Cornellana, a fin de seguir por la vía de Salas a Tineo y por Mohías a Fígueras.

Los que penetraron en Asturias eran 12.000 hombres al mando de Bonnet, divididos en dos cuerpos: el que entra por Pajares él mismo lo acaudilla, y confía a Gauthier el que entra por Ventana.

Avista Bonnet a los asturianos en Fierros, mandados por Losada, que sabe al propio tiempo los pasos de Gauthier, y temeroso de ser envuelto por los dos capitanes franceses, se replega hacia el interior, hallándose sin novedad con sus tropas en Grado a los dos días, el 7 citado, a donde acudieron también el General Bárcena y, tras marcha apresurada, el incansable Moscoso.

Salen de la villa los nuestros a ocupar las alturas del Fresno para desbaratar los designios de Gauthier, que intentaba atacarles por la espalda, con lo cual quedó a cubierto el paso del Narcea.

Burlado en sus planes el jefe francés, sufre luego un revés en el Fresno y las Dorigas al luchar con la retaguardia de Losada, que le inutiliza varios combatientes.

Tan mala fortuna fuerza a Gauthier a suspender por entonces la persecución de los españoles.

Bonnet, posesionado de Oviedo, avanza algo más tarde en persecución de Losada, quien de propósito se retira hasta más allá del río Narcea. El caudillo enemigo en su camino encuentra a Grado y demás pueblos solitarios, viéndose privado de recursos, como procuraron sus habitantes y el ejército asturiano, que en su bien dispuesta retirada se había llevado todas las municiones y pertrechos de guerra, colocando al invasor en la dura y triste situación por que estaba atravesando. Se acantonan en Grado los franceses, y siguen poco después en Occidente las operaciones, con fortuna para los españoles, que fueron ganando terreno y acabaron por arrojar al enemigo a su línea de Pajares a Oviedo, mientras que en Oriente el Marquesito les combatía también con éxito y sin tregua, tomando la guerra una faz tan mala para el francés, que no tuvo más remedio que evacuar nuevamente la provincia en el mes de Enero de 1812. Esta vez, en su permanencia en Grado los imperiales, habían levantado fortificaciones en la huerta de la casa de Miranda, en sustitución de la demolida muralla, que tanto daño hiciera a los españoles, por lo que la junta acordó el arrasamiento de ellas. Por cierto que los trabajos para efectuarlo fueron prolongándose más de lo previsto y faltó el dinero para pagar á los jornaleros, que no tenían pan que llevarse á la boca, viéndose precisado el Ingeniero militar director de las obras a socorrerlos de su propio peculio, según ofició el Comandante general a la junta, la cual ordenó en su vista á la Comisión del Concejo de Grado que suministrase raciones gratuitas a los que trabajaban en la demolición, como lo había pedido oportunamente el Ingeniero*, lo que trajo disgustos entre las autoridades y por poco la rebeldía de la Comisión. Algo más tarde pidió la junta que se le remitiese a la brevedad posible un estado de los granos que habían quedado a la evacuación de los enemigos. El país preparábase ante nuevas agresiones, que consideraba seguras, aunque no inmediatas. El Brigadier Davales, con su división, cubría el 26 de Marzo los puntos del Nalón y Narcea; Bárcena y Porlier estaban en Oriente.

En Abril todavía continuaba en Grado el derribo de las fortificaciones, pero ya sin novedad, habiendo dispuesto el Comandante general cesase en la dirección de las obras el Ingeniero militar, y se encargase de ellas la Comisión de Grado, en unión de la de Candamo, por mandato de la junta, que á la vez encarecía la mayor actividad en los trabajos*.

Quéjanse los habitantes de Salas del gravamen excesivo que imponía el servicio de los continuos bagajes, y como la Junta creyera en principio justificada su querella, acordó que una parte del concejo de Miranda se agregase para aquel servicio al de Grado, ínterin los Diputados de esos concejos y sus jurisdicciones se reunían en Cornellana, como se proponían y debían hacerlo el 25 de Mayo, para arreglar definitivamente un asunto que era de temer levantara protestas, principalmente en Grado*.

Coincidiendo con tales propósitos y antes de poder realizarlos, hacia el 19 de aquel mes, penetra Bonnet en Asturias por cuarta vez, ya nutridos sus batallones; pero ahora, breve fué su permanencia.

Una columna enemiga llega a Grado a los pocos días lo deja guarnecido y continúa su camino a Salas, donde no se atreve a penetrar, y se replega prudentemente para regresar á Grado el día 30. Durante el trayecto, en el retroceso, soldados v jefes roban aldeas, talan campos v cometen exacciones que posteriormente, al extenderse por Salcedo, llegaron á lo inverosímil.

El 1º de junio había reunidos en Grado 1.200 imperiales, con ánimo, según noticias llegadas á la junta Suprema. de atacar la división de reserva acantonada en Tineo*.

Pero el ejército amigo aumenta en diversos puntos sus ventajas; mortifica cada vez más a los franceses, que no tienen descanso; les entra el desaliento, y no había terminado el mes de Junio de aquel año feliz de., 1812, cuando en derrota salen por Oriente, y dejan de hollar para siempre, para nunca más, volver, el suelo asturiano.

De Grado se despidió el francés con rumbo. Ya anochecido, apaleó unos cuantos vecinos e hizo arder la casa de Fernández de Miranda; bien es cierto que labró la fortuna de otros, como vamos á ver.

Tenía el enemigo sus provisiones de boca en las dos paneras que había en la Magdalena, y al ponerse en marcha, algunos soldados indicaron a los vecinos que los contemplaban que podían aprovecharse de las provisiones, porque ellos seguramente no volverían más. No quisieron oir otra cosa los invitados, y carganando con todo a quien más podía, dejaron limpios los dos artefactos, después de un traiín que duró hasta el amanecer. Hubo hombre que logró acopiar cuarenta fanegas de buen grano, con más, jamones, tocino, etc., siendo base de la holgada posición que luego disfrutó*.

Entre algunos gradenses y franceses cambiáronse regalos por vía de recuerdo, y aquella noche desertaron cuatro ó seis soldados del Imperio por no abandonar sitios que tan gratos les eran, casándose en la villa, donde se hicieron apreciar, como hoy sus descendientes.

Dicho queda: fue valiente, desinteresada, constantemente patriótica la conducta de Grado y su término en aquellos años de prueba y ciertamente, el día que el último soldado francés traspuso Dará siempre los umbrales del Principado, bien pudieron considerarlo estos habitantes como el más fausto de su vida*.

Continúa

"Historia de una Comarca asturiana, Grado y su Concejo" escrita por D. Alvaro Fernández Miranda y prologada por D. Valentín Andrés.

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