Las
águilas francesas estaban en la Península; su perfidia
quedó demostrada el 2 de Mayo de 1808. Ejecutado el bando
sangriento de Murat, el clamor de Madrid repercutió en provincias,
y Asturias fue la primera que aceptó el reto lanzado por
la soberbia francesa. El día 9 llegó la noticia a
Oviedo, produciendo indignación, ira y pasmo en todo el Principado.
La guerra se
imponía, era inevitable: en todos los ámbitos de la
Nación, como en Asturias, se repetía el mismo grito;
sólo de ella se hablaba y todos la deseaban.
Y empieza una
lucha gigante que salvó patria y honor.
¡Qué
contraste con lo ocurrido ahora, en la guerra con los Estados Unidos!
Apena el ánimo
y el sonrojo asoma... Ayer todo abnegación, virilidad, patriotismo;
hoy... egoísmos, abyecciones, cobardías arriba y abajo;
antes, mientras duró y pasada la contienda... acusando una
nación que se derrumba, y se consume en sus propias vergüenzas...
¡Que nada aprendió con la derrota!
La Junta General
del Principado protesta airada de la sangre por Murat vertida, toma
patrióticos acuerdos y excita y dirige el movimiento que
rápidamente cunde.
En esta explosión
de patriotismo no quedaron á la zaga los gradenses, que empeñan
persona y bienes para la futura guerra; muchos, corren a Oviedo
a presentarse en las casas donde se organizaba el alzamiento*.
igualmente los
representantes concejiles supieron responder con apasionamiento
a lo crítico de las circunstancias*.
Estalla la rebelión
al fin en la ciudad la noche del 24 de dicho Mayo. Constitúyese
en sesión la junta del Principado, se erige en soberana,
y al siguiente día 25 declara solemnemente la guerra a Napoleón,
produciendo la noticia general e inmenso júbilo.
Se ordena un levantamiento
en masa: 18.000 hombres deben, desde luego, empuñar las armas.
Pide la junta apoyo a
Inglaterra, y ésta, asombrada, califica de noble, desinteresada,
heroica la conducta de los asturianos, y no tardan en llegar armas,
municiones y vestuario enviados por el Gobierno de aquella gran
nación
En tanto las fuerzas
se organizaban. la Tunta reclama recursos, que los pueblos generosamente
le mandan mostrándose el nuestro pródigo.
Poseídos de bélico
entusiasmo. deseaban los gradenses habérselas pronto con
sus contrarios, cuyos medios de lucha, a la sazón, desconocían
o despreciaban, ciegos de amor patrio como lo demuestra el hecho
siguiente, no desprovisto de gracia.
Llega a la villa un enviado
de Candamo, azorado, jadeante para notificar que allí se
daba como cierto el desembarco, en San Esteban de Pravia, de 16.000
franceses (¡ !), con ánimo de avanzar sobre Grado
... y dando crédito
a la estupenda nueva, salen propios en todas direcciones a buscar
gente armada, mientras que logran reunirse en el Campo de San Antonio
unos 200 hombres prontos, si era preciso, a luchar con los ¡16.000
imperiales! ... y estaban los gradenses tan bien armados como su
capitán que llevaba en el cincho un mugriento espadín,
no muy fácil de ser desenvainado, según jocosamente
contaba el respetable Sr. D. José Arias de Miranda, que presenció
de niño aquella formación de valientes.
¡ Qué desengaño
les aguardaba! ¡ Qué rudas lecciones iban presto a
recibir !
El hacendado D. Gregorio
de Jove, Procurador general del Principado, que estaba en ta Campona,
levanta una partida de gente escogida, colonos suyos de Peñaflor
o naturales del Concejo de Grado, que a su lado se distinguieron
después -Por su ¡Dtrepidez con el nombre de Cazadores
de Montaña hasta que es, ta fuerza se refundió en
el Regimiento de Grado*.
El 18 de
Junio del mismo año 1808 entra en la villa el Regimiento
de Castropol, procedente de Oviedo, insubordinado y en dirección
a los puertos de Mesa y Ventana. Se hallaba en el pueblo el General
D. Vicente María Acebedo instruyendo su división;
concedió licencia dos días antes, por el término
de ocho, a los patriotas que la formaban, en premio a su adelantamiento
y buena conducta, y sólo quedaban aquel día en Grado
algunos oficiales y soldados, vecinos todos de la villa, y unos
treinta y tres Cazadores de Montaña de los doscientos que
sostenía a sus expensas e instruía y mandaba el citado
D. Gregorio de Jove.
Estaban depositadas las
municiones, custodiadas por una guardia poco numerosa, en la primitiva
Casa-Ayuntamiento, aquélla en que se reunían los Comisarios.
Llegaron los castropolenses
inopinadamente a las once de la mañana en completo desorden,
amedrantando a vecinos y forasteros (era día de mercado)
con sus denuestos y vocerío, al propio tiempo que arrebataban
de los cestos, puestos y tiendas, frutas, comestibles y bebidas,
cuanto podían, entre las protestas de los vendedores, que
los insultaban y se resistían, y las severas repulsas del
Capitán del Batallón de Grado, D. Manuel Aranzo, hijo
del pueblo, que procuraba contenerlos. En esto, uno de los amotinados
se encara con él y le amenaza, provocando la ira del Capitán,
que agarra al insolente, ayudado de dos Cazadores, y lo entrega
á la guardia del antiguo Ayuntamiento, que a su vez lo recluye
en la cárcel. Corre la voz de estar preso un soldado de Castropol,
y sus compañeros se reunen y decididos a ponerlo en libertad
se dirigen tumultuariamente al referido edificio.
Dado aviso al General
Acebedo, alojado en casa de Valdecarzana, baja á contener
el desorden; pero es desoído de los castropolenses, dispuestos
a habérselas con la escasa guardia formada ya y presta a
defenderse en la escalera exterior del Municipio. Mientras esto
pasaba, los Cazadores de Montaña se habían reunido
en el amplio portal de la casa de su Comandante para ponerse á
las órdenes de este señor, subiendo un sargento a
notificarle lo que ocurría. Jove, que se hallaba descansando
del ejercicio de tiro al blanco que habían tenido aquella
mañana, sale precipitadamente de su casa, manda a los Cazadores
preparar las armas y a todo correr llegan a la plazuela del Ayuntamiento
a tiempo que mil bayonetas amenazaban la vida del General y la de
los soldados de la guardia. Excitaba a los revoltosos un granadero
de colosal estatura, que ya en Oviedo fuera cabeza de motín,
y Acebedo, sin más defensa en tan grave aprieto que el bastón
de mando y su fiel criado Madaria, que empuñaba una pistola,
hablaba a la chusma que le rodeaba, con la entereza de un héroe
que desprecia la vida. Al ver aquello, ordena Jove a un Cazador,
su asistente, que con doce hombres refuerce inmediatamente la guardia,
calando las bayonetas, y que a su voz, o a la menor señal,
disparen sobre los castropolenses desde lo alto de la escalera;
y dirigiéndose con el resto de los suyos hacia su superior,
le dijo: "Mi General, los Cazadores y su Comandante esperan
las órdenes de V. E. para destruir esa canalla." -SeñorComandante,
respondió el General, hará V. S. entender a todos
los individuos del Regimiento de Castropol que salgan del pueblo
en el término de ocho minutos, y a los que después
se encuentren, hará V. S. que se les den tres carreras de
baquetas." Formó Jove en columna los veinte Cazadores
que estaban a su lado, con otros tantos vecinos que se les unieron,
armados de escopetas y fusiles que habían dejado en sus alojamientos
algunos de los insubordinados, y materialmente a patadas, empujones
y culatazos echaron del pueblo a los castropolenses, tan ligeros
en la huída, a pesar del horroroso aguacero que estaba cayendo,
que pasados los ocho minutos ni uno solo hallaron las patrullas
que recorrían la población*.
El General Acebedo, desde
aquel día, llamó a los Cazadores sus primogénitos,
y como tales siguieron distinguiéndose, sofocando con Jove
otros tumultos y sublevaciones por orden de la junta.
Esta otorgó a
dicho General el mando en jefe por los hechos relatados, en sustitución
del Marqués de Santa Cruz.
Hechos o episodios que
pudieron ser sangrientos, y cuyo triste recuerdo borraron más
tarde los escopeteros de Castropol, batiéndose bizarramente
en Peñaflor y en el Fresno al lado de sus hermanos.
Dos días después,
el 20 de junio, se creó el Regimiento de Infantería
de Grado, nutrido en su mayor parte con gentes de este Concejo,
que sirvieron también en otros Regimientos, teniendo especial
predilección por estar a las órdenes de Bárcena
y Porlier.
Formó el Regimiento
de Grado en la división asturiana que salió para Santander
y Vascongadas, incorporándose al ejército de Blake,
que se batió bien con varia fortuna.
Al sobrevenir la desgraciada
batalla de Rioseco, vióse muy cercana la irrupción
del Principado, y la Junta estableció la Alarma, que era
un levantamiento general de hombres útiles, los cuales, a
toque de arrebato, armados de fusil o chuzo, debían acudir
a las divisiones acantonadas, de antemano designadas.
El Concejo de Grado estaba
comprendido en la División de Ventana, que mandaba cuando
se creó D. Francisco Arias de Velasco, siendo de los concejos
que más voluntariamente respondieron al toque de arrebato.
Contaba un Comandante
de Alarma en cada parroquia, otro de mayor rango en cada alfoz,
más el Comandante general de la Alarma de Grado.
Invadida Galicia, crea
la junta otro Cuerpo de 7.000 hombres, del que formó parte
el Regimiento de Grado, para cubrir la línea del Eo. Mandábalo
Voster, que dio pruebas de inepto, y los franceses invaden a Asturias,
llegando hasta Navia. Se rehacen los nuestros y retrocede el enemigo
hasta sus anteriores posiciones.
En tanto, el pueblo gradense
gemía gabelado por el tránsito de tropas y pago de
raciones, dispuesto al sacrificio; pero no tolera el hallarse huérfano
de representante en la junta Suprema de Asturias, y nombra a D.
José María Valdés para que ampare en ella las
pretensiones razonables del Concejo*.
Estamos en los comienzos
de 1809.
Viene a Asturias el Marqués
de la Romana, enviado por la junta Central para organizar sólidamente
el alzamiento. Quiere imponerse a la junta del Principado; ésta
no lo consiente, la disuelve por la fuerza y nombra una junta ílegal
con manifiesto disgusto del país.
Aprovecha el francés
estas desavenencias e invade la provincia por tres puntos a la vez.
Ney penetra por Ibias
y desciende a Cangas de Tineo; Kallermann avanza por Pajares, y
mientras, Bonnet, lo verifica por Oriente.
Para invadirá
Asturias, organiza Ney una gran división a las órdenes
inmediatas de Maurice Mathieu, en cuatro brigadas, bajo el mando
de los Generales Lorcet, Labassée, Marcognet y Bardet, en
que entraron tres regimientos de línea, uno de infanteria
ligera, el 3º de húsares, el 25º de dragones y
ocho piezas de montaña, con gran cantidad de municiones y
galleta para siete días*.
El objetivo inmediato del Mariscal era tomar a Oviedo por sorpresa
y apresar al Marqués de la Romana.
No le faltó mucho
para lograrlo.
Burlando de manera sorprendente
las divisiones de Voster y Mahy, penetra con gran cautela en el
país y logra llegar a Cornellana sin disparar un tiro, por
negligencia punible de los Comandantes de Alarma; los únicos
que cumplieron con su deber fueron los del Concejo de Grado. Así
se expresó La Romana*.
Era la tarde del 17 de
Marzo.
Sabe este General la
grave nueva a las once de la noche por el Comandante Trelles, que
desde Grado corriera a la capital con pliegos, relatando la invasión.
Se alarma el Marqués, toma inmediatas providencias y manda
al Coronel inglés Parker pase aGrado sin perder momento para
enterarse del movimiento del enemigo, oficiándole lo que
ocurra. Marcha el Coronel acompañado de dos ordenanzas de
caballería. Igual encargo recibe poco después D. Gregorio
de Jove, que parte con Trelles, facultándole además
La Romana para que ya en la villa reúna la tropa y opere
según las circunstancias.
Llegan a Grado y encuentran
a sus habitantes consternados con la noticia de haber pasado el
Narcea la vanguardia francesa; había ella acometido el río
junto al poblado, donde halló barcas bastantes para una operación
dificilísima de otro modo, por estar invadeable el no, aumentadas
sus aguas con el deshielo de las nieves de la cordillera*.
Todo era desorden, azoramiento
en el pueblo, increpaciones, lamentos, huidas precipitadas en carros,
en caballerías, a pie; unos llevábanse las alhajas
o efectos de valor, otros las ocultaban en medio del mayor sobresalto.
Aquella noche cruzaron desoladas el puente de Peñaflor muchas
familias: los Jove, Valdes, Fernández de Miranda y otras.
Ocupaban la villa muy
escasa parte del Regimiento de la Princesa, tres compañías
del de Gijón al mando del Coronel Argüelles, 150 soldados
del de Luarca con su Coronel Cañedo y porción de paisanos
de la localidad y alrededores, que, a ejemplo del párroco,
y entusiasmados por Parker, que mandara, tocar Alarma en todas las
iglesias del contorno, habían tomado las armas; en total
unos 600 hombres.
Facultado Jove, como
dijimos, por La Romana, dicta providencias, y, por su orden, avanza
la expresada fuerza hasta el Fresno, mandando la tropa el Comandante
Trelles y el paisanaje D. Francisco Arias de Velasco; al frente
de todos iba el propio Jove.
Decididos los asturianos,
toman posesión de las cumbres que dominan el camino a Cornellana
y ofrecen fácil y segura retirada.
Apenas, alborea, a caballo
el Mariscal al pie del vado de Cornellana, (que facilitara desviando
en parte el río), divide sus fuerzas en dos columnas y mientras
una toma el camino de Pravia hasta el Valle y sube a San Esteban,
la otra, que manda el mismo Ney, asciende por el camino real, pasa
por Dorigas y se unen las dos. en el Cantín, sitio del Fresno.
Ney había topado antes con nuestras avanzadas -que eran los
de Argüellinos-; pero apenas comenzado el tiroteo recibieron
orden de Trelles para replegarse, con los demás asturianos,
al puente de Peñaflor; mas a fin de dar lugar a que lo verificasen
convenientemente y se fortificasen allí, quedó una
partida de guerrilla encargada de entorpecer el paso a la numerosa
caballería e infantería enemiga, ya cercana a la cumbre*.
Aquellos tiros, fueron
los primeros que oyó Ney en Asturias.
Debióse el inesperado
abandono del Fresno a que Trelles y los demás jefes habían
impuesto su criterio a Jove, acordando resistir en Peñaflor
por considerarlo más adecuado que el Fresno para luchar con
ventaja, y a todo trance, mientras llegaban refuerzos de la capital
y se daba lugar a que sus habitantes se salvaran con cuanto pudieran
llevarse, como así sucedió, lograndose también
la libertad del General en jefe. Pero estos mismos propósitos
los abrigaba Jove; sólo que éste quería luchar
antes en el Fresno que en Peñaflor, por ganar tiempo, dando
ocasión a que pudieran salvarse los ancianos, enfermos y
mujeres que aún quedaban en Grado*...
¡y no le faltaba razón!
Por lo demás,
las defensas establecidas en Peñaflor no eran serias, a pesar
del ahínco de nuestras gentes porque lo fueran, trabajando
afanosas, sin exceptuar sexo ni edad; pero lo hicieron precipitadamente,
cuando se supo la proximidad de los franceses, de mala manera, sin
orden ni plan preconcebido. En los altos que amenazan camino y puente
veíanse algunas trincheras y parapetos con piedras amontonadas
para lanzarlas sobre el invasor; en la peña del Viso estaba
la pieza de artillería de que hicimos mención; zanjas
y otros obstáculos obstruían el puente... y eso era
todo. Con tales defensas, en sí deficientes, y aun al amparo
de aquellas enriscadas peñas, no podían los españoles
evitar el avance de una legión aguerrida, bien pertrechada
y fuerte de 8.000 hombres, al mando de un prestigioso General, siendo
ellos, entre soldados bisoños y paisanaje, apenas 800 combatientes
mal armados -muchos con chuzos- y no mejor organizados.
Al llegar a Peñaflor
los que bajaron del Fresno, se les unieron los vecinos de aquel
lugar y los de otros muy próximos, y tomaron todos posiciones,
por un lado, desde el puente y peñas, hacia el poblado de
Cuero, y por otro, hasta La Campona, formando una línea de
unos 800 metros.
Eran las diez de la mañana
cuando avistó Ney la villa de Grado; echa descubiertas a
derecha e izquierda, cruza la población sin detenerse y se
dirige a Peñaflor. Oye en la vega de este nombre un cañonazo
disparado desde el Viso, e inmediatamente desvía sus columnas
por la calleja de la derecha, mientras despide guerrillas hacia
las márgenes del Nalón, que parapetadas tras los nogales
y castaños, allí abundantes, hacen impunemente a los
nuestros fuego mortífero. junto al cañón cae
herido el patriota que lo disparaba*,
y Parker, que allí mandaba, ve morir a su asistente, siendo
milagro que a él no le alcanzaran las balas*.
Sin recibir el menor
daño coloca Ney la vanguardia entre las casas de Peñaflor,
y entonces sufre algunas bajas causadas por los nuestros, que hacían
fuego desde la peña del Aire y ocultos entre los castaños
cercanos a La Campona. El enemigo fluctuó un instante, que
supo Jove aprovechar, temiendo ser envuelto, para bajar de aquellos
sitios, seguido de 200 bisoños, y precipitarse a la defensa
del puente, uniéndose a las otras fuerzas españolas
que en él se mantenían disputando serenamente el tránsito
al grueso formidable del enemigo, aglomerado en los díversos
puntos de la orilla. Suben a la peña del Aire algunas compañías
francesas para desalojar al paisanaje, que desde allí seguía
molestándoles, y lo consiguen tras de una lucha cuerpo a
cuerpo, en que se dió el caso de asirse algunos campesinos
a las bayonetas del francés para evitar la muerte, caso repetido
más tarde con el corto éxito de ahora.
Entre tanto otros imperiales,
por medio de improvisado artificio, pasan el río y ascienden
a la peña del Viso, y luego a la de Nuestra Señora,
que domina el puente, arremetiendo contra la tropa y paisanos que
desde ellas estaban hostilizándolos, siendo por este lado
la pelea algo más dura; pero tampoco tardaron mucho los defensores
del patrio suelo en declararse en desordenada huída, arrojando
al río el famoso cañón, casi inservible, que
en su caída ocasionó algunos daños.
Las demás fuerzas
francesas avanzan también, toman el puente, y unas y otras
persiguen sañudamente a los vencidos, siendo pasados a cuchillo
cuantos pueden alcanzar. Las aldeas inmediatas son batidas como
el heroico pueblecillo, y más de cien familias lloran su
orfandad. Peñaflor evoca siempre las escenas inhumanas de
esta luctuosa jornada.
"Fue el ataque más
fuerte de la provincia -escribe D. Gregorio de Jove-, y la patria
declaró beneméritos a los que allí lucharon."
La acción duró
cuatro horas.
Terminada ya, destaca
Ney parte de su fuerza en observación de Trelles, y retrocediendo
a la villa con el resto, la entrega al saqueo, desenfreno y licencia
de sus soldados, por haberse hecho resistencia a sus tropas.
Otro día inolvidable
para Grado; entraron como fieras, hiriendo y matando. Queman muebles,
ropas, papeles, profanan imágenes,
hacen daño por placer; arde el Ayuntamiento con su apreciado
archivo*
... y llega el pillaje hasta ínfimas viviendas, coadyuvando
a él, para lucrarse, unos cuantos indignos gradenses.
¡Los bárbaros
de Ney emulando a los delConde Peláez!
Copiemos la narración
del Sr. Arias Miranda, que vio ese día saqueada su casa:
Empero, el contratiempo
más deplorable que haya Grado experimentado -dice-, ocurrió
el día 18 de marzo de 1809, cuando la entrada de las tropas
de Napoleón mandadas por Ney.
"Estaba ya en Cornellana
el General francés, dos horas de Grado, cuando tuvieron la
primer noticia sus habitantes. Por fortuna, aún pudieron
lograr el desamparar sus casas y cuanto en ellas encerraban, y ganan
precipitadamente las montañas más cercanas, recelosos
de la suerte que podía caberles, esperando tranquilos a un
enemigo que en mil otros puntos de la Península había
señalado su tránsito con actos de atroz vandalismo,
con especialidad cuando marchaba a su frente el jefe que ahora les
acaudillaba. Valiera a los moradores tan prudente precaución,
pues los enfermos, los ancianos y las mujeres, que mal de su grado
se hallaron en la imposibilidad de seguirles, fueron bárbaramente
sacrificados, la villa entrada a saco, alcanzando los mismos horrores
a las aldeas comarcanas. Aún hoy, después de transcurridos
tantos años, no sólo la memoria se conserva fresca
de tan cruel desenfreno, sino que se reconocen sus vestigios y se
lamentan sus consecuencias. ¡De esta manera trataba á
pueblos inermes e inofensivos el hombre que irónicamente
se daba el dictado de regenerador de los españoles!"
Los franceses, después
del saqueo de Grado, hicieron noche en Peñaflor, aflojándose
Ney en La Campona, para continuar al siguiente día su marcha
sobre la capital.
Bien claro vió
la Romana el peligro que corría, aun antes de la rota de
Peñaflor, y había ordenado que salieran a reforzar
este punto los Regimientos de la Princesa y de Gijón, una
compañía de artillería volante con piezas de
a 8 y su escolta de caballería.
Jove por su parte, temeroso
de que la imponente acometida de Ney no pudiera resistirse, había
abandonado la refriega cuando estaba batiándose en el puente,
para salir más que a prisa hacia Oviedo, poco menos que envuelto
entre la caballería francesa, a pedir a la Romana inmediatos
refuerzos y enterarle de sus futuros planes.
Al subir a la Lloral
tropieza con el Regimiento de la Princesa, encarece al Coronel la
urgencia de llegar al punto amenazado, y sigue sin más demora
a la capital.
El Coronel, atento a
lo que oyera, precipita su marcha; pero por noticias que adquiere
en el camino, considera inútil toda resistencia y se retira
con la caballería y artillería en dirección
de Naranco, con ánimo de incorporarse a Ballesteros.
Síguele poco después
el Regimiento de Gijón, unido a la fuerza que defendiera
a Peñaflor, que había replegado sobre Fabarín,
exceptuando los 150 de Luarca, que se dirigen á Teverga y
más adelante se juntan á la división de Voster*.
Cerciorado La Romana
de lo que en Grado ocurriera, considera inevitable la ocupación
de la ciudad, y embarcándose en Gijón, huye a Galicia,
dejando desorganizada la provincia, que vése entregada a
su propia suerte.
Prosiguió Ney
avanzando, y sin más que ligera resistencia en Gallegos,
entró en la capital de Asturias a las cuatro de la tarde
del día 19.
La Junta nombrada por
La Romana se retira a Teverga; acuerda vigorosas medidas, y su vocal
Jove, desde allí y en nombre de ella, marcha á conferenciar
con Voster para que vaya sobre
Grado con la división de su mando, lo que no llegó
a verificarse.
El Mariscal Ney se vió
pronto obligado a volver a Galicia, que ardía en guerra,
y emprende la marcha por la costa, cometiendo crueldades a su paso,
en cuanto hallaba la menor resistencia.
La junta de Armamento
y Defensa, de allí a poco, reitera á Voster que avance
más hacia la capital; éste obedece y llega a Salas,
donde establece su cuartel general.
Al propio tiempo, y es
muy sensible anotarlo, otra lucha de intrigas se desarrollaba entre
los conspicuos asturianos, originada por la sed de mando, que vino
a entorpecer la expulsión del extranjero,
Llegado el mes de Mayo,
por superior mandato y en calidad de Coronel, personase Jove en
Grado para reunir el paisanaje constituído en Alarma y hacerle
accionar con eficacia. Encuentra agitados los moradores, porque
el enemigo manteníase a orillas del Narcea; reúne
la gente armada, y con ella y 200 soldados de línea acantonados
en Grado, que se le juntan de acuerdo con su Comandante, sale el
noble asturiano en busca de los franceses. No tarda en tropezarlos
en número de 390, y trabada la pelea les hace replegarse,
continuando después las operaciones militares con buen acierto*.
Por estos días
había Voster dividido sus fuerzas, entregando parte de las
mismas, en las que iba el Regimiento de Grado, al entonces Brigadier
D. Pedro de la Bárcena, el cual se dirige hacia el Narcea,
remontándose a San Martín de Miranda, y desde allí
oficia a Jove para que se le una con su gente de Alarma y dispersos
de Grado, si es que puede verificarlo, lo que se consiguió
aunque con trabajo.
Kallermann ocupaba a
Oviedo, e intranquilo por la estancia en Salas de los españoles,
decídese a enviar contra ellos un Cuerpo de ejército
al mando del General Barthelemy que se en camina a Grado el 31 del
mismo Mayo, dejando en la ciudad parte de la legión combatiente
para seguirle al siguiente día.
La aproximación
del francés á la villa produce en ella desasosiego,
por temerse anunciadas violencias, y algunos vecinos huyen, fija
en su mente la entrada fatal de Ney; mas esta vez, por fortuna,
sólo hubo que lamentar las consiguientes molestias y algún
que otro ligero atropello.
Llega Barthelemy a Grado
por la tarde, y sabe aquí, ciertamente, que Voster dividiera
sus fuerzas, y que Bárcena, con las suyas, distaba apenas
13 kilómetros. Dio descanso a su tropa, que mientras se raciona
deja las armas formando pabellones. Aprovecha la ocasión
un buen patricio, D. Luis Arango, para avisar á Bárcena,
extendiendo sigilosamente en casa de D. Diego Arias de Miranda,
llena de franceses, un preciso parte acusando el número de
enemigos, su pronta marcha y otras particularidades; y para cerciorarse
mejor de cuánta era la fuerza, antes de dar aviso, sale de
su casa el Sr. Arias, y en la Plaza Mayor y en el Campo, donde los
imperiales tenían sus pabellones, cuenta atentamente los
fusiles, resultando ser un Cuerpo de 1.364 plazas.
Se encarga de llevar
el pliego a Leguarda, Ramón Fernández, criado del
Sr. Arango, patriota decidido y muy práctico en los caminos,
Atraviesa por entre los franceses las calles de la villa, llevando
el parte en el puño, y corre hacia el campamento espafiol,
donde llega sin contratiempo*.
No tarda Barthelemy en
doblar la altura del Fresno y desciende el valle de Miranda en busca
de Bárcena.
El resto de la brigada
que dejara en Oviedo entra en Grado, como se esperaba, el 1º
de junio. Descansa y se raciona como la precedente, y repítese
el recuento de pabellones, y se envía otro parte a Bárcena,
diciendo que este Cuerpo constaba de 1000 plazas.
Estos soldados, desde
el Fresno, bajan a Cornellana y siguen a Salas en busca de Voster,
que, noticioso de la aproximación del enemigo se había
retirado sobre la Espina.
Llega á Salas
el francés, y receloso de aquella retirada, Y. por lo que
allí sabe, de que fuera escasa la fuerza de Barthelemy para
empeñarse con la de Bárcena, cree prudente dejar a
Voster y vuelve sobre sus pasos, enderezándolos a Miranda
para unirse a sus compañeros
Al recibir Bárcena
los dos partes enviados desde Grado, estaba cerca de San Martín,
izquierda del Pigüeña. Sospecha el ataque por el frente
y dispone la retirada, caso necesario, por las cumbres de la Brueba.
Componían la vanguardia
el Regimiento de Grado y otras fuerzas, que formaban en Menes, cuando
las descubiertas de Barthelemy asoman por las vegas de San Cristóbal
caminando hacia el puente de San Martín. Colócanse
prontamente sobre el puente dos guerrillas del Regimiento de Grado,
y con fuergo certero consiguen detener las primeras avanzadas del
enemigo pero no su núcleo que, al llegar, arroja de su posición
á nuestros guerrilleros, los cuales, del otro lado del puente
apostados, Siguieron bravamente disputándolo. Bárcena
dispone entonces que las retaguardias salgan a reforzar las guerrillas,
para que al avanzar los franceses tengan que sufrir pérdidas
sensibles.
Barthelemy quiere forzar
el puente a todo tranco.
Debidamente colocados
el Regimiento de Salas, dos compañías de granaderos
de Grado, otras dos de Lena y una de Pravia, se aviva el fuego a
medida que los franceses se apresuran a ganar la orilla en que estaban
los nuestros. Llegan a conseguirlo, pero no pueden sostenerse, y
muv descalabrados vuelven la espalda, después de dos horas
de ruda pelea.
No obstante, al repasar
el puente, se atrincheran en las casas de San Cristóbal,
intentando repetir la operación; pero apenas ganan terreno,
y vencidos dejan muchos hombres tendidos en las márgenes
del río y sepultados otros entre sus aguas
No fue dable precisar
sus pérdidas; mas se hicieron ascender hasta 100 muertos
v 300 heridos, no habiendo duda que fueron muy graves, porque de
ello se lamentaba Barthelemy en Grado y en Oviedo.
Jove afirma que de creerle
Bárcena, no quedaba un francés*.
Así y todo, satisfecho
el brigadier y los suyos, se repliegan sobre Leiguarda, ocupando
con premura el lugar de Las Estacas, pues la otra fuerza francesa
salida de Grado persiguiendo á Voster, asoma por Oviñana,
y teme Bárcena ser envuelto si se rehiciesen los derrotados.
Aquella misma noche,
2 de junio, recibe sorprendido el caudillo español órdenes
de Voster para que se retire a Llamas de Mouro (Tineo), en previsión
de seguir la retirada a Galicia, D. produciendo el desacertado mandato
protestas y basta conatos de sublevación en las filas amigas.
Bárcena, disgustado, duda si obedecer.
Reunidos los dos cuerpos
franceses, desanimados y mohinos retroceden a Grado, llevando á
retaguardia un largo convoy con numerosos heridos, hacinados en
carros del país. Llegan á San Juan de Villapañada,
y de pronto las escoltas del convoy son atacadas por los campesinos,
provistos de chuzos, hoces y otros instrumentos de labranza: ni
un fusil contaban. La valiente acometida hizo daño y exaspera
a Barthelemy que, va en Grado, manda en castigo incendiar las aldeas
y caseríos y fusilar sin distinción a todos los habitantes
de San Juan, los cuales, avisados inmediatamente desde la villa,
abandonan presurosos sus hogares, llevándose sus ganados
y ahorros. Al ir a cumplimentarse el bárbaro mandato, intercede
muy oportunamente D. Luis Arango y se conmuta la pena por la entrega
de 46.000 reales en el término de cuatro días, plazo
dentro del cual contaba dicho señor llegarían nuestras
tropas. No llegaron por desgracia, y no habiéndose tampoco
entregado la cantidad estipulada, marchan los franceses a San Juan,
divídense en grupos y se desparraman por aquellos sitios
como enloquecidas bestias: sorprenden cuatro aldeanos y en el acto
los fusilan; hallan en el prado de Santiago, escondido, un anciano
matrimonio y lo degüellan sin piedad; tropiezan más
allá con dos infelices que imploran perdón, y destrózanle
a uno cuerpo v cráneo con la misma hoz que llevaba*,
y al otro, huyendo herido, le persiguen, pudiendo salvarse en un
barranco; otros más cayeron, siendo los enfermos asesinados
en sus lechos. Incendian, en fin, 11 casas, varios hórreos,
y arrasan sin darse a vagar cuanto encuentran, no llegando a la
total devastación por haber recibido contraorden el jefe
de aquella desencadenada soldadesca.
Tocaron á degüello
general, nos decía un anciano de San Juan cuyo padre salvó
aquel día milagrosamente la vida.
La suspensión
de la brutal venganza habíala conseguido el mismo Sr. Arango,
garantizando cumplir lo pactado en breves horas, que bastaron esta
vez a dar tiempo a las fuerzas asturianas para llegar a Grado y
ahuyentar, flagelado, al enemigo*.
Permaneció Bárcena
en su indecisión dos días en Las Estacas, resolviendo,
por último, pasar a Teverga, donde aguarda por instantes
que le comunique Voster nuevas instrucciones para caer sobre Grado.
Pero no llegan y toma la iniciativa enderezando su marcha a Linares
(Proaza), punto dominante a las dos leguas largas de aquella villa;
particípaselo a Voster, que siguió mudo, por lo que,
pasados otros dos días, impaciente, reúne a jefes
y oficiales para deliberar sobre el partido que debía tomarse.
Los más, entre ellos el Vocal de la junta D. Gregorio Jove,
son de parecer que se ataque a Grado sin nueva demora, y concurriendo
allí Voster, marchen las fuerzas. reunidas sobre Oviedo,
dejando el país libre de enemigos.
Satisface á Bárcena
esta opinión y ordena verificar la marcha rápida y
cautelosamente.
Al entrar en Sama nuestras
avanzadas, topan con un pelotón francés de 60 hombres
que, procedente de Grado, hacía la descubierta y exigía
raciones a los vecinos reacios en aprontarlas; cargan sobre ellos
los de Bárcena, y al amparo de vertiginosa fuga líbranse
de ser envueltos y prisioneros. Los persiguen los nuestros, crúzanse
tiros por el camino, y al acercarse a Grado, el fuego de fusilería
pone en alarma la guarnición francesa, compuesta de la tropa
llegada de San Martín de Miranda, menos un destacamento que
había salido para Oviedo escoltando a Barthelemy y a los
heridos en aquella jornada.
Descubiertos los asturianos,
no correspondió el movimiento a los resultados apetecidos;
pero el plan, sin embargo, dió su fruto.
Al llegar nuestra vanguardia,
formada del Regimiento de Grado, que mandaba Jove, y el de los catalanes,
el Coronel Orozco, a la altura de La Mata, toma apresuradamente
por la derecha hacia Gurullén, lanzándose por la cordillera
que el río Nalón corta en Peñaflor, mientras
que el grueso de la división seguía directamente a
la villa para atajar a los imperiales y cogerlos entre dos fuegos.
Fatalmente se retrasaron
los de Orozco y aun muchos de los de Jove, y no llegaron a la angostura
con la prontitud precisa, consiguiendo pasar, sin detrimento, la
mayor parte de los franceses.
El grueso de nuestra
división, contra lo que pensara, no encontró en Grado
resistencia alguna, porque al enemigo, al formar filas, le entró
el pánico y se desbordó por la vega, sin que lograran
contenerlo el esfuerzo de sus jefes, que sable en mano, dan con
furia a los que a todo correr sólo piensan en salvarse, arrojando
en la llanura armas y equipo, para llegar cuanto antes al puente
de Peñaflor; los mismos jefes no tardan en imitarles, al
cerciorarse de que, á poco que se descuiden, son todos prisioneros.
Y esto indudablemente hubiera sucedido de no retrasarse, como antes
dijimos, nuestra vanguardia, amenguando la brillantez de la victoria.
Sólo siete llegaron
con Jove á tiempo al boquete de Peñaflor, y abriendo
fuego, todavía lograron interceptar el paso á la retaguardia
francesa, más bien tropel de enemigos, de la que fueron hechos
prisioneros 100 hombres en el término del Canal, sin tener
nosotros un solo herido; otros consiguieron cruzar el río
por el vado de aquel sitio, salvándose en un viñedo
que había a la otra banda, y los menos afortunados fueron
envueltos por las ondas del Nalón. Veinticinco más
se entregaron en ta Mata, no pocos en El Xorro y Castañedo
y un grupo de 30 rindió las armas en el prado del Carbayedo,
próximo al caserío de la villa*.
En junto se hicieron 300 prisioneros, cogiéndose gran cantidad
de municiones, armas y mochilas; los muertos y heridos no pudieron
con exactitud contarse*.
Asombrados quedaron los
gradenses al ver vencidas, humilladas dos veces en pocos días,
las invencibles águilas del Sena, a aquéllos que tan
altivos y seguros del triunfo se creyeron poco antes y fingían
despreciarles. ¡Cuánto placer y consuelo recibieron
después de tanta amargura!
A las pocas horas de
quedar Bárcena en Grado, recibe inesperadamente la noticia
de que viene Kallermann a atacarle, y como ignora las fuerzas de
éste, se retira a las cumbres del Fresno y toma posiciones.
Algo después sabe que sólo era un batallón
salido de Oviedo el que llegaba para reforzar la guarnición
de Grado, juzgándola amenazada. Esta tropa encuentra por
el camino a sus dispersos camaradas, reúne los que puede,
llegan ¡untos a Peñaflor, observan el valle, y temerosos,
dan la vuelta, a Oviedo para enterar a Kallermann de todo lo ocurrido.
Pero antes trataron de volar el puente, y al efecto llenaron de
pólvora un boquete que abrieron en una de las pilastras,
verificándose la explosión sin causar apenas daño.
Bárcena baja al
siguiente día a la villa; llega Voster con las demás
tropas de la 5ª División y toma el mando en jefe. No
se decide á seguir adelante; pero instado por su plana mayor
y cuantos le rodean, conviene al fin en dirigirse á la ciudad*.
Kallermann no se considera
seguro en ella; la evacua el 10 de Junio, y es perseguido hasta
Pajares, pasando a Castilla, y a poco, queda Asturias libre de enemigos.
Regresan a Grado las
familias que habían huído y todo son placemes, mezclados
con tristes relatos de las violencias y tropelías que en
esta etapa de la guerra, quizás más que en las siguientes,
cometieron en la villa los soldados de Napoleón, castigados
a veces por los mismos jefes que eran culpables en otras.
Atentaron contra personas
y cosas.
En la calle de la Pedrera
asesinaron una pobre mujer tartamuda, mutilándola luego,
por tomar a burla su tartamudez; en Cimadevilla dieron muerte cruel
a Ramón Fernández porque hiciera armas contra Ney
en Peñaflor*;
al ex-alcalde D. Manuel Vázquez Prada, le arrancaron de su
posesión de La Gáraba por suponerle espía,
y muere en La Mata de un tiro que vilmente disparan por la espalda
los que le conducían. El infeliz preveía su fin, e
iba rezando por su alma.
Y no fueron éstas
las únicas víctimas.
Edificios entregados
a las llamas por defender sus dueños la causa nacional ó
estar en las partidas, contáronse no pocos.
Los apaleamientos por
fútiles motivos no cesaron.
Así, medroso el
vecindario, se explican sus frecuentes sustos, sin motivo justificado
a veces, como el sufrido uno de los días en que el extranjero
estaba lejos de la villa y despertaron los habitantes al grito de
¡los franceses, los franceses!, ¡vienen por Cabruñana!
Muchos subieron á cerciorarse á las cumbres inmediatas,
y vieron, recelosos, por el tortuoso camino, a lo lejos, avanzar
pausadamente buen número de jinetes, que se les antojó
ser la caballería francesa, y eran... ¡los frailes
de Cornellana ! que, montados en sus caballerías, calada
la capucha, abandonaban su asilo, no considerándose en él
seguros á pesar de las promesas de Ney cuando estuvo en el
convento.
Al efectuarse la retirada
del extranjero, muéstrase más abiertamente la animosidad
contra los que saquearon la villa en compañía de los
soldados de Ney, y son insultados y perseguidos, alcanzando la odiosidad
a todo el que vendiera o retuviera objetos comprados á los
franceses procedentes del pillaje*.
Es creada, por acuerdo
del Municipio, una junta local de personas mtegras y celosas, para
que ayude á la justicia, procure conservar el orden y vigile
ó haga vigilar a los afrancesados, espías y transeúntes.
Llamósela junta de represalias, y dispuso la confiscación
de bienes a toda persona que hubiese seguido el partido francés*.
Se avivan en la provincia
las discordias interiores, y es repuesta parte de la junta destituída
por La Romana.
Quedan solamente 4.000
hombres en la zona oriental del país, 2.000 en las cercanías
de Oviedo, y un cuerpo franco de 1.000 combatientes que acaudillaba
Porlier. Las más y mejores tropas del ejército provincial,
entre las que se contaba el Regimiento de Grado, las había
llevado Ballesteros fuera de Asturias.
En tales circunstancias,
vuelve ésta a ser invadida a principios de 1810.
Bonnet entra por Oriente
y ataca a Llano Ponte, que se hallaba hacia Colombres, forzándole
a replegarse sobre Infiesto, aunque nuestra artillería causara
gran daño al enemigo.
Diversas partidas españolas
acometen en diferentes puntos a sus contrarios: les hacen prisioneros,
interceptan convoyes, les infieren mil daños, molestándoles
de continuo.
Hízose notar el
intrépido Porlier, que luego se establece en Pravia.
Venciendo todo obstáculo
llega Bonnet a Oviedo, por breve tiempo, sin embargo, pues se le
hizo salir en seguida, ocupando la capital los españoles,
que estaban en los puestos del Nalón, los cuales a su vez
tienen pronto que evacuarla, obligados por Bonnet, que vuelve a
entrar en ella el 31 de Enero, después de haber arrojado
las tropas asturianas del otro lado de aquel río.
Pero no pasó de
Peñaflor, cuyo puente tornó a ser testigo de nueva
refriega, defendido durante tres horas tan sólo por 80 paisanos,
18 soldados y 20 granaderos del Regimiento de Grado, al mando de
Jove y D. José Castellar, oficial de ingenieros, "batiéndose
tan pocos e inexpertos asturianos contra fuerzas decuplícadas
de aguerridos franceses, auxiliados de tres cañones*.
Mientras unos sostienen abajo nutrido fuego ó luchan a bayonetazos,
otros en las cimas arrojan piedras sobre el enemigo, que sufre numerosas
bajas, y logran contenerle. Estos hombres, que el francés
calificó de osados, eran en su mayoría naturales de
Grado y Peñaflor, que tomaron revancha de la ofensa que allí
mismo Ney les infiriera.
Queda este punto fortificado,
emplazándose dos piezas de artillería de pequeño
calibre en sitio conveniente.
El contratiempo aquel
fue lo bastante á impedir a Bonnet la persecución
de los asturianos, y dió lugar a que se reforzara nuestra
línea y pudiera Bárcena situarse en Puentes de Soto,
midiendo sus armas con las de Bonnet en diferentes encuentros, que
rápidamente se sucedieron, matándole en el más
recio de todos (hacia el 7 de Febrero) hasta 20 oficiales y 23 soldados,
e hiriendo a otros muchos que el enemigo se llevó a Oviedo
en carros.
A la sazón el
núcleo principal de nuestra fuerza estaba en Grado y Peñaflor,
y el Cuartel general en Salas*.
Relacionándose
con uno de esos encuentros, el 4 del propio Febrero, comunicaba
Arias de Velasco a la junta, desde Sama, que aquella mañana
tenia en su poder nueve barriles de pólvora, dos de los cuales,
y cuantas piedras de chispa había almacenadas, pensaba enviar,
con los escopeteros de la comarca, para la expedición que
aquella noche tenía proyectada Bárcena en Puentes
de Soto, hacia donde había salido su hijo, sustituyéndole
a él, pudiendo asegurar que los Comandantes subalternos eran
buenos todos, leales y valientes, así como los Comandantes
parroquianos. Decía, además, que había recibido
la noche anterior al general Peón, quien había ordenado
se armasen todos los escopeteros en partidas sueltas para perseguir
al enemigo en emboscadas, desfiladeros y encrucijadas, donde lo
hallasen con menos 6 igual fuerza, circulándose las órdenes
entonces mismo, y que los escopeteros del Alfoz se hallaban sobre
las armas, así como los de los concejos limítrofes,
izquierda del Nalón y punto invadido de Puentes de Soto,
todo lo cual se había dispuesto de acuerdo con Bárcena,
al que prontamente irían más fuerzas a auxiliar*.
Entra en Grado el día
8 el General en jefe; pónese al habla con D. Gregorio de
Jove, que allí estaba en funciones de Comandante
General de la Armada de la División de Ventana, y le pide
con urgencia mayor número de hombres "para circular
órdenes por el dilatado Concejo en que se hallaban, pues
son muchas las que recibe," y que ponga a su disposición
también todos los veedores disponibles "mientras pasen
estos días apurados."
Presta Jove a su jefe,
diligente, los auxilios demandados, y el día 10, de acuerdo
con el mismo, publica un bando en los términos siguientes:
"Deseoso de evitar
a los habitantes de esta villa daños que necesariamente padecen
en sus casas y haberes, abandonando uno y otro con motivo de la
retirada de nuestras tropas, y para que el soldado no carezca de
los auxilios necesarios, mando vuelvan al pueblo, abandonando sus
escondrijos ó guaridas, uno por lo menos de cada familia,
pues aunque el enemigo osase penetrar hasta la capital de este Concejo,
les queda el tiempo suficiente para ponerse otra vez en salvo, no
dudando del notorio patriotismo de tan honrados asturianos se prestarán
gustosos a este servicio, conveniente a sus intereses y al orden
social*."
Después sale D.
Gregorio de Grado; reúne la Alarma en Peñaflor, donde
había ya reunido a los soldados dispersos del general Ballesteros
que había en esta cuarta parte de la provincia, haciendo
cuartel para ellos de la suntuosa casa de sus mayores, La Campona,
y a todos juntos les arenga en levantados términos, comunicándoles
su patriótico ardor.
El día 12 evacua
Bonnet a Oviedo y marcha sobre Pola de Siero, lo que no bien advierten
las avanzadas asturianas, que no sin éxito operaban desde
las citadas posiciones de Soto y Peñaflor y las partidas
que las secundaban, y aun el núcleo de la fuerza, todos,
se lanzan en tropel a la ciudad, desobedeciendo las ordenes que
les diera su jefe desde el Cuartel general, "precipitándose
en un desorden, no sólo impropio de tropas regladas, sino
muy perjudicial para una acción colectiva como iba á
hacerse necesaria inmediatamente*."
Su objeto era perseguir al enemigo en
la que suponían retirada hacia Santander, y así, de
modo irreflexivo, Bárcena, que mandaba aquella gente, y la
caballería de Porlier, continuaron persiguiéndole
hasta el puente de Colloto, en que de pronto las tropas de Bonnet
se arrojan sobre las nuestras, aprovechando una densa niebla y recia
nevada, "y las ponen en precipitada fuga para Oviedo, acabando
por pronunciarse en dispersión tal, que no acabó sino
en la orilla izquierda del Nalón *,"
y poco faltó para ser abandonado el puente de Peñaflor
cerca del cual cae herido el que antes le defendiera y fortificara,
el valeroso Castellar, y si no cayó prisionero, debióse
a que el francés no insistió en su avance, más
receloso cada día de comprometerse en país tan accidentado.
El desánimo de
las tropas cundió a los pueblos.
Sólo se manifestó
á la altura de su deber Bárcena, que se remonta al
Narcea, evacuando la línea del Nalón; sobre la izquierda
queda Porlier.
Bonnet recibe refuerzos,
y entonces, avanza resueltamente, desechando sus temores.
Al pasar por Pefiaflor
quema el interesante archivo de la jurisdicción, mientras
envía a Gauthier contra Jove, el cual, desde las alturas,
con sólo algunos paisanos y soldados, intenta temerariamente
defender la entrada del poblado, y sin más estorbos, invade
a Grado el francés el mismo día, que era el 7 de Marzo,
y en él se estaciona, con todo, no muy seguro de sus pasos*.
Días más
tarde, uno de los destacamentos de Bonnet se aventuró á
pasar de Comellana y desde allí envió a su General
en jefe 900 reses vacunas, que inútilmente pretende arrebatarle,
antes de llegar a Grado, gente armada, enviada por Bárcena
desde Las Estacas.
Por los mismos días,
el Comandante de Alarma, Tuñón y un jefe de partida
propusieron a Jove, en el supuesto que del río de Cornellana,
hacia allá, había tanta tropa española el unirse
a parte de ella en Linares, para tomar al enemigo las cimas de Peñaflor
por los altos de Gurullés y si bien le pareció factible
a D. Gregorio la operación, dice él que hubo de consultarse
y desechar el intento.
Para acallar de una vez
los disgustos interiores, habíase organizado una Junta, genuina
representación de los concejos, que se reunió en Luarca
el 4 de dicho mes de Marzo. Sus acertadas providencias, los trabajos
de los guerrilleros y un refuerzo de 2.000 hombres procedente de
Galicia, decidieron a los asturianos a tomar la ofensiva. Fíjòse
al efecto un plan combinado, según cual el grueso del ejército
debía atacar por Peñaflor, llamando a la vez por la
derecha la atención de los franceses, mientras que Porlier
se embarcaría en la costa para sorprender por la espalda
las tropas de Bonnet.
Comienza el combate en
toda la línea el día 19; salen bien los movimientos,
y el paso de Peñaflor es una vez más seriamente disputado,
mandando los nuestros Bárcena. "La división gallega
halla la mayor resistencia en las alturas inmediatas, pues si en
un principio las guerrillas del Rivero y Zamora llevaron arrolladas
a las francesas hasta ponerse a tiro de pistola, reforzadas estas
considerablemente no fue posible darlas una carga a la bayoneta,
preparada ya con otras compañías de Zamora que las
seguían en reserva y muy de cerca. Por el contrario, los
franceses, como hemos dicho, tenían muy reforzada aquella
ala, y cubrieron de fuego a los gallegos; éstos, no sabiendo
contestarlo, comenzaron muy pronto a perder terreno, dispersándose
algunos hasta las inmediaciones de Bayo y Sama, donde sus oficiales
los reunieron de nuevo para dirigirse a Grado, con el fin de formar
la segunda línea de los asturianos."
"Este combate no
poco reñido de la división de Galicia, decidió,
aun resultando desgraciado, la victoria de los españoles
en la línea, porque Bárcena no halló a su frente
la masa mayor de sus enemigos, que andaban distraídos por
su izquierda; y aunque Porlier llegó retrasado al campo de
batalla, los asturianos avanzaron triunfantes hasta las posiciones
francesas, ocupándolas con la mayor energía. Los enemigos,
vencidos a su frente, y viendo cómo los hostilízaban
de todos lados las partidas que acudían al llamamiento del
cañón, se retiraron la mañana siguiente con
los muchos heridos que habían tenido a Oviedo, que abandonaron
por la noche, tomando el camino de Infiesto y Cangas de Onís*."
Costó a la división
gallega la refriega 12 muertos, 28 heridos, 26 prisioneros y 73
extraviados, mientras los de Bárcena sólo expenmentaron
pérdidas insignificantes. Los franceses tuvieron más
de 30 muertos y se llevaron a Oviedo 30 carros de heridos.
Siguieron los españoles
al alcance del enemigo en esta ocasión con más cautela
que en la anterior, al reconquistar la ciudad.
Bonnet aguarda refuerzos
en Cangas de Onís pedidos con gran urgencia; le llegan, y
el día 28 avanzaba de nuevo con buen golpe de tropas, que
los nuestros no aciertan a contener. Les entra el pánico,
y al llegar á Oviedo Íntroducen entre sus compafieros
el mayor desorden, tomando todos el camino del Nalón en busca
de los puestos de la línea que les era preciso otra vez defender.
En tanto, D. Antonio
Peón, Mariscal de Campo y Comandante General de la Alarma
del Principado, se hallaba en nuestra villa cumpliendo escrupulosamente
sus deberes. Previno: que se recontasen las fuerzas de la Alarma
en éste y en otros concejos*;
que se recompusieran las armas de fuego inútiles "por
cerrajeros curiosos; " que en todas las parroquias se reuniesen
los alistados una hora al día y los instruyesen en el manejo
del arma los que hubieren sido soldados; que se emplease en diversos
trabajos muy convenientes -y para ello le autorizó la junta-
la gente que cubría el Puente de Peñaflor, sustituída
muy pronto (hacia el día 27) por nuevas tropas procedentes
de Galicia, y tomó en fin, otras medidas, muy indicadas,
como más tarde se echó de ver*.
D. Gregorio de Jove,
al propio tiempo hacía días que estaba en Santianes
de Molenes con escasa fuerza, reorganizando algunos servicios, y
remisos los dispersos a volver a las armas vióse precisado
a ordenar, desde allí, á los Comandantes de Sama,
Santa María de Grado, Trubia, Vega Piridiello y Gurullés,
que fueran obligados á presentarse al cura de Santianes inmediatamente
todos los soldados que se hallaban sin licencia en sus casas, debiendo
unirse á la partida que les designara el expresado sacerdote,
y de no concurrir voluntariamente, se les llevase amarrados, y que
recordasen a los vecinos de dichos lugares su obligación
de darles las raciones correspondientes. Ya el día 23, y
contestando a un oficio de la junta, la informaba de que en Salcedo,
y al abrigo de las armas contrarias, se escondían muchos
desertores, y hasta se resistían á entregarse en el
mismo pueblo en el que a la sazón se hallaba (Villamarín).
donde se les buscaba para restituirlos á sus banderas.
No terminada aún
su misión consideró precisa su presencia en la villa,
y bajó a ella el día 26: se avista con Peón,
cambia impresiones, y acto seguido llama a los Comandantes de Alarma
para reprenderles severamente.
Como superior inmediato,
les dijo "El incumnlimiento de mis mandatos ha producido graves
desórdenes y puede conducir al Principado a su total perdición:
ni siquiera han llegado a mis manos los estados de muertos, heridos
y prisioneros que hubo en los diversos encuentros, ni se me dió
parte de las fuerzas de mi mando, ni del número de armas,
chuzos, etc., de cada Comandancia, ni aun noticias de los movimientos
del invasor; exíjoles el cumplimiento inmediato de cuanto
les ordené; no porque el enemigo haya retrocedido hasta Cangas
de Onís, podemos contemplarnos seguros de sus artes: él
nos observa astuto, y si nos descuidamos volverá á
vengar su afrenta v satisfacer su ambición v codicia."
Uno de los Comandantes,
D. Bonifacio Alvarez Moutas, con los debidos respetos le replica:
que precisamente en la mañana de aquel día le había
oficiado á Salcedo desde Villamarín de Candamo, manifestándole
que no le hiciese cargos por no haber cubierto á Peñaflor
como le había ordenado, "pues hacia dos días
que los paisanos a sus órdenes estaban sin comer por imposibilidad
de sacar raciones, efecto de haber acudido mucha tropa al punto
donde se hallaba, y apenas había bastantes para ésta;
además -continuó- medite la mucha tropa que había
en Peñaflor y en mayor número en la villa de Grado,
por lo que me pareció inútil mi presencia en Peñaflor
o punto señalado: tan necesitados estaban los paisanos, que
compré el poco pan que había en la plaza, pagándolo
de mi bolsillo, y lo repartí entre mis alarmados. Considerando,
pues, inútil por ahora estar sobre las armas mi persona y
partida, estaba disolviéndola con permiso del General Peón,
y regresaban los paisanos a sus casas, todas cercanas, para volver
a salir inmediatamente, cuando las circunstancias lo exigieran*."
Al siguiente día,
27, regresa Jove a Salcedo, para volver a Grado el 2 de Abril, dando
entonces cumplimiento a una orden de Bárcena para relevar
á Foxaco del mando de su partida que merodeaba por el Concejo
sustituyéndole por Busto; encarece al propio tiempo a las
justicias que cumplan exactamente todo lo dispuesto a fin de saber
los movimientos del enemigo, y ordena que cuanto antes se ponga
a su disposición preso y atado un sargento llamado Juan Antonio
Mier, de Grado, que vagaba en compañía de un cabo
y seis soldados, armados y equipados, el que debía ser conducido
con escolta*.
El día 3, la división
de Galicia cubría el Puente de Peñaflor; Bárcena
los de Soto y la derecha de la línea, y Porlier, a la izquierda,
ocupó con su caballería la costa. Ya así, se
Ajó en el Cuartel general el plan de tener en constante alarma
á los franceses, no dándoles reposo. El ingeniero
Castellar acabó de asegurar el Puente de Peñaflor,
y le dejó artillado convenientemente*.
Al frente de una partida
de dispersos, entra en Grado el día 10 el Capitán
D. José Cienfuegos ordenándosele pase con ella a la
división gallega.
Los choques menudeaban,
en su mayoría provocados por los nuestros en cumplimiento
de lo acordado, y algunos fueron muy rudos, como el día día
14 cerca del Padrún*.
Las Alarmas reuníanse
solícitas al toque de campanas.
La división de
Ventana riñe con el francés en Torrebarrio.
Las partidas ó
guerrillas tampoco cesaban de hostigar a los franceses en toda ocasión
favorable que se les presentaba, espiándolos todos los días
y por todas partes en diversos puntos de la provincia. Mientras
Escandón con sus partidas combatía sobre Cangas de
Onís las de Castañón y Cuéllar interceptaban
las comunicaciones que Bonnet insistía en mantener con Castilla,
de donde, con la noticia de la rendición de Astorga, sitiada
por Junio esperaba refuerzos para acabar su empresa de someter el
Principado en toda su extensión.
En las orillas del Nalón
era, donde más se ofrecían esas series de combates,
en que, sin ninguno decisivo, sólo se logra ejercitar el
valor de los beligerantes.
Uno de estos encuentros
tuvo lugar en El Fresno, viniendo Porlier de Pravia en dirección
á Belmonte. Desde el camino que va a Las Cruces divisó
el Marquesito al enemigo, que procedente de la costa se internaba,
avanzando por La Llalga hacia El Armitán. Manda hacer alto,
monta cuatro cañones de montaña que traía consigo
y rompe certero fuego, del cual malamente se defendieron los contrarios,
obligados a refugiarse en las escabrosidades del Cabañín
y del Llovio, perseguidos por el Marquesito durante un buen trecho.
La caballería enemiga quedó deshecha, viéndose
muchos jinetes caer del caballo. Luego siguió aquél
su ruta en busca de Belmonte, para volver presto á orillas
del Nalón. Hacia
el 12 estaba Porlier en Peñaflor y se trasladaba á
Pravía*.
Con la capitulación
de Astorga, refuerza Bonnet su ejército considerablemente,
y sin perder momento ataca el 27 el Puente de Soto y rompe el pequeño
cuerpo que lo defendía. Sucédense á seguida
combates en que los españoles trataron en vano de contener
la embestida del General francés, que persigue la ocupación
de toda la parte occidental de Asturias. Resiste la división
gallega el primer ataque dado al centro en Peñaflor; pero
pronto se pronuncia en retirada, acosada por el invasor, que deja
en Grado alguna tropa y sigue su triunfal marcha a Cornellana, donde,
gracias á la llegada de Porlier, pueden los nuestros defender
el puente más ó menos tiempo, para luego proseguir
la retirada hacia el extremo occidental de la provincia, y allí
continuaron los asturianos defendiéndose*.
Por decreto del 28 son
distribuídos los puestos para correr pliegos y mantener la
comunicación en toda nuestra línea, y se establecen
siete de esos puestos en el Concejo de Grado; uno en Cabruñana,
otro en la villa, y desde ella, por Santa María hasta Puentes
de Soto, los restantes, cubiertos cada uno por un guarda y cuatro
paisanos ó soldados desarmados.
Al mediar Mayo, parte
de las tropas españolas procurábanse correr hacía
el centro de la provincia.
A últimos de este
mes regresaba D. Gregorio Jove con sus guerrilleros de recoger dispersos
en el Concejo de Miranda, y al llegar á Salcedo, dánle
aviso de hallarse en Villamarin una patrulla francesa, fogueada
antes por otras partidas; trata de sorprenderla, y á ese
objeto evoluciona; pero n.o sólo vio frustrado su intento
y el de atajarla tras rápida marcha en el camino militar
de Grado, sino que una avanzadilla de seis hombres y un cabo del
Regimiento de Salas, establecida poco antes por el mismo Jove en
ese camino, fué copada por el enemigo en su huída
de los nuestros.
De vuelta á Villamarín
expide órdenes para que los vecinos de Salcedo proporcionen
raciones de pan y carne a sus soldados, esparcidos algunos por la
comarca, y con sorpresa vése desobedecido en Restiello, donde,
al llegar siete de los guerrilleros, en vez de auxiliarles, les
insultan y rechazan, a pesar de la orden que enseñaron y
despreció el General Armiñán allí presente*.
Caso lamentable que dejamos apuntado en la parroquia de Restiello.
Obligado por otros fines
militares, pasó el enérgico Jove a Teverga, y muy
pronto se desarrollaron acontecimientos, otra vez luctuosos para
Grado y sus cercanías, que el propio señor relata
de la siguiente manera, en oficio a la junta Suprema:
"Anuncié
á V. E. se preparaba una operación sobre la carretera
de Castilla; me hallé el 4 del corriente en Taja (era el
mes de junio), con el Comandante de la vanguardia del Regimiento
del Rivero y otros oficiales que habían ya formado, v la
operación se ejecutó desgraciadamente. Fuimos sobre
El Fresno, Grado y Peñaflor el día 6; para atajar
al enemigo en el Daso, se había dispuesto corta fuerza que
se aumentó después, compuesta de los Regimientos del
Rivero y Luarca, debiendo obrar con toda la División por
nuestro flanco izquierdo, y sobre la misma posición, en unión
del Comandante de tiradores D. Fernando Miranda. Para el segundo
puesto se destinaron los demás cuerpos de la División
del Sr. Bárcena, con el de Castilla, a excepción del
Regimiento de Salas, que tuvo a su cargo ocupar el tercer puesto.
La falta de combinación, diferencia de distancias y falsas
noticias que teman los jefes acerca de las fuerzas enemigas, ocasionó
necesariamente la desigualdad en la ejecución y el desorden
en nuestros movimientos. Cuando los Regimientos del Rivero y Luarca
atacaban vigorosamente el único baluarte de la línea
enemiga y rompía el fuego en La Mata la División destinada
a aquel punto, ya Miranda había sido atacado y batido sobre
su marcha, y, por consecuencia, comprometidos Luarca y Rivero, que
no sólo tenían a su cargo la empresa más difícil
y batíanse con enemigo mayor en número, sino que éste
debía ser reforzado inmediatamente por la fuerza que rechazó
a Miranda y por la que constituía la guarnición de
Pretías (?), pues las fuerzas, todas a nuestra derecha, nada
más hicieron que divertirse río en medio contra la
guerrilla contraria colocada en las inmediaciones de la villa por
aquella parte.
El enemigo estaba, como
siempre, noticioso de nuestras intenciones, y así lo encontramos
posicionado en el mayor orden de defensa.
"Las guerrillas
de Luarca, al mando de los oficiales D. Domingo Estrada, D. N. Martínez,
D. F. Valledor, la acreditada compañía franca al mando
de su intrépido jefe D. Felipe Rams, auxiliados de otra que
mandaba el Teniente Viescas e interpoladas con los que se destacaron
del Rivero, comenzaron la acción más reñida
que ha tenido en Asturias el orgulloso Gauthier. En vano desenvolvía
los grandes recursos de su consumado arte, «Porque nuestras
guerrillas, protegidas del acertado fuego de artillería que
mandaba Don Juan Naredo, desalojaron sucesivamente al enemigo de
todas sus posiciones y fuertes, y ya eran nuestras la capilla y
la casa de su izquierda, y el contrario había comenzado su
retirada, después de habernos cargado inútilmente
dos veces. Entonces fue cuando, auxiliado de los Cuerpos mencionados,
se rehace el enemigo en la altura de Cabruñana, v amenazando
nuestro flanco izquierdo se ponen los nuestros en confusión,
replegándose la columna del punto que ocupaba a un erial
-Próximo para contenerlos, y á pesar de que rápidamente
descendió en su socorro con el resto de Luarca su valiente,
acreditado, infeliz Comandante D. Alvaro Ramos, fue envuelto en
el desorden y víctima de su intrepidez, y comunicándose progresivamente
a la parte del Rivero que aún permanecía en formación, entró el
desconcierto. En vano se esforzaron jefes y oficiales en reunir
nuestras tropas; nuestros soldados prácticos en el terreno tomaron
diferentes caminos, y sólo pequeña parte del Rivero se retiró por
la misma ruta que había llevado, pues además del número excesivo
que perseguía nuestra retirada, nos veíamos próximos a ser envueltos
en nuestra derecha aunque oportunamente colocado el Comandante Burracán
en el bosque del Xorro, nos la cubría con sus fuerzas. Batída esta
fuerza, avanzó el enemigo por todas partes, y aunque era un pequeño
número la que mandaba el Comandante Bárzana, lo puso en desorden,
cargándole con un corto destacamento de caballería, y según noticias,
debióse a la disciplina del Regimiento de Castilla la libertad de
muchos soldados, pues hecho firme en el punto correspondiente, rechazó
la caballería francesa, matándola algunos jinetes. La pérdida para
nosotros ha consistido en cinco oficiales prisioneros y 53 soldados,
y un número igual de éstos pasados a cuchillo por los dragones después
de rendirse; v aunque por nuestra parte no hubiéramos tenido prisionero
alguno, la gradúo considerable con la pérdida sola del Teniente
D. Domíngo Estrada, que acaba de morir de seis heridas v la del
Comandante D. Alvaro Ramos, cuya suerte se ignora. Deben premiarse
tantos servicios. El enemigo sufrió pérdidas terribles, que sin
exageración pueden graduarse de veinte partes por una, hicimos un
prisionero, v se tomaron varios efectos de querrá, teniendo la satisfacción
de haber inutilizado y herido al Coronel Gauthier por algún tiempo
con una bala que le atravesó un pie. Los cuerpos de nuestra, derecha
hicieron dos prisioneros y tomaron varias caballerías y maletas.
Bonnet vino a Grado inmediatamente con 500 hombres, y los 20 incautos
vecinos de aquella villa, que tomaron las armas y mataron a palos
a un soldado francés han sido fusilados, a excenpión de los que
se refugiaron en nuestras tropas. Un regimiento más que nos hubiese
protegido, hubiera decidido la suerte en nuestro favor. "
El 5 de julio sufre un
fuerte descalabro en Navia el ejército español, y
Bárcena, a poco, logra derrotar al enemigo en Linares de
Comellana, a cuya acción concurren numerosos vecinos de El
Fresno que se habían unido al caudillo asturiano poco antes,
al pasar cercano a la parroquia.
D. Gregorio de Cañedo
desde Ambas y en las postrimerías de aquel mes, oficiaba
a la junta que una columna francesa pasaba por Montovo en dirección
al puerto de Mesa, y el 5 de Agosto, desde Tolinas, el patriota
Miranda comunicaba a Jove que en Grado, El Fresno y Picaroso había
fuerza francesa estacionada, constándole que el Coronel Duelos
dormía en este último punto todas las noches, y que
él, con su partida, pensaba salir de Salcedo por la noche,
pasando a Cornellana con intento de sorprender al enemigo. El mismo
día participaba a Jove también el cura de Gurullés,
que acababa de ver pasar hacia Escamplero unos 1.200 franceses «repartidos
en tres trozos, a quienes acompañaba el caballo blanco, algunas
vacas y carros; iban velozmente, habiendo precedido la seña
de guerra en la altura PicoTorcido*.»
Bonnet está en
Grado; acaba de llegar con Gauthier, el cual, por mandato de su
General, toma las alturas apresurándose a fortificarlas,
y con más empeño a Picaroso, a causa de que cuatro
noches antes, por este punto cruzaran nuestras tropas con animo
de sorprender la villa, y lo consiguieran de no interponerse un
traidor, obligándolas á retroceder*.
Líbrase una acción
en las cercanías de aquella capital el 29 de] propio Agosto,
que fue sostenida por algunos soldados del Regimiento de Fernando
VII, mandados por D. José del Valle, quien al participárselo
a Bárcena y pedirle municiones, le advierte que los heridos
están mal asistidos por falta de local. Merece escribirse
que los soldados aludidos estaban en observación, y tan gallardamente
se batieron, que la Junta acordó dar publicidad a su mérito,
y gratificar, por mano de Bárcena, con 200 reales a los cuatro
que más se habían distinguido*.
No se dormían
los nuestros. satisface consignarlo.
Diversas veces Peón
quiso tomar a Grado, siendo, a pesar de sus bríos, vanas
sus tentativas; inútil su persistencia. El francés,
detrás de la muralla, le hacía mucho daño,
que con frecuencia alcanzaba a pacíficos vecinos, especialmente
a los de la calle de la Pedrera.
Un día, en uno
de los intentos, un grupo de jóvenes gradenses, casi niños,
entusiasmados, unióse a los que iban a libertar a su pueblo
del extranjero y hubieron de sellar con sangre su santa resolución:
perdió la vida uno de ellos, y dos fueron malamente heridos.
Mas la constancia de
Peón, a la postre, llevóle a la victoria.
El 10 de Septiembre penetró
con los suyos triunfalmente en Grado, obteniendo el merecido galardón;
y dejándolo guarnecido, se aleja con escasa gente a sitios
donde su presencia había sido reclamada*.
Por mandato de la junta
de Provisiones de aquella localidad, el Juez de la misma, D. Francisco
Fernández de Miranda, hace saber con fecha del 5 a los concejos
que componen la División de Ventana: "Que antes del
15 del mes actual se han de entregar en los almacenes de esta junta
las rentas de los emigrados y conventos suprimidos, en dinero o
grano, e igualmente 10 quintales de trigo, 50 raciones de legumbres
secas (pues sólo hay judías y arbejos), 25 raciones
de hierba, otras tantas de cebada y paja, leña y aceite,
correspondientes a 3.600 hombres que se previene estarán
en ésta y sus contornos de guarnición."
El prorrateo entre los
concejos y cotos, para los efectos del pago, lo había hecho
la Junta de Provisiones, y constaba en el oficio*.
Y el día 24 la
junta del Principado a su vez acordó: "Visto los males
que se van a padecer en Salcedo con el tránsito de tropas
por aquella parte, a causa del mucho consumo de granos, que sean
embargados los frutos de los Préstamos de todo el partido
y los de las casas diezmeras y novenas del mismo, destinándolos
a satisfacer las demandas de las tropas;" y al propio tiempo
encargaba que se tomaran medidas para que no cayesen en poder del
enemigo*.
Prosigue la guerra con
suerte diversa: los nuestros se baten bien, pero sin plan; les faltaba
unidad.
El 16 de Octubre vuelve
Peón a Grado con 500 hombres y se apresura a tomar disposiciones
en consonancia con futuros planes.
Quejoso de algunos alistados
de la Alarma por su incumplimiento, impone para en adelante 5 ducados
de multa a todo el que no concurra a ella; y convencido después
de que los primeros culpables son algunos Comandantes parroquianos,
los llama a la villa, les reprende y destituye, nombrando otros
en su lugar, de reconocido valor y patriotismo por informes que
toma del párroco y juez.
Procede a demoler la
muralla por orden de la junta*.
El Fresno presenciaba
de continuo escaramuzas y choques, debido en primer término
a su situación dominante y a cruzar por sus altos el camino
real que unía el Concejo con el oriente y occidente de la
provincia. Siempre tenían en él los franceses fuerzas
destacadas, cuando en Grado se estacionaban, y por lo común
acamparon en el carbayedo del Xorro, punto excepcionalmente estratégico,
alojándose la oficialidad en la casa llamada de la Requexada.
Convirtieron la iglesia en reducto, y su posesión fue diferentes
veces disputada con vigor por los beligerantes.
Como Bárcena y
Porlier, frecuentó esta parroquia D. Fernando Miranda, de
Trubia, que con su partida formada de sus colonos armados a su costa
(como hiciera Jove), y de otros paisanos que se le unieron, solía
entrar por las cumbres de Las Peruyales sobre La Caridad, y sostuvo
diversos encuentros con el enemigo, que arrojó en ocasiones
hasta Peñaflor, según se propusiera. En una de ellas
no anduvo lejos de copar, por sorpresa, el Estado Mayor francés,
alojado en casa de la Requexada, el cual se salvó gracias
a la oportuna Regada de sus tropas, que estaban en Pico de Pando,
y no sin ser castigadas y forzadas a retirarse por los españoles,
parapetados en la iglesia y torre.
Pero el día del
ataque general, como lo llaman todavía los vecinos, fue el
más sonado de El Fresno.
La fuerza francesa destacada
en aquellos lugares, vió que avanzaban por el Sur Bárcena
y Porlier, y a toda prisa replégase sobre Grado, ocupado
por Duppont, el que, alarmado, pide refuerzos con urgencia, llegándole
con artillería y caballería. Inmedíatamente
prepárase para atacar a los asturianos, que le esperan en
su ventajosa posición, si superiores en número, inferiores,
como siempre, en armamento y organización.
Don Pedro mandaba 2.000
hombres, y 1.000 el Marquesito, y hallándose más cercanos
a la villa los de Bárcena, son los primeros en divisará
los franceses, subiendo la fatigosa cuesta, oyéndoles gritar
ya muy próximos: ¡Si no ganar hoy, no ganar nunca!
Rompen los nuestros como respuesta vigoroso fuego, mientras los
imperiales se dividen, yendo los menos contra Porlier, y los más
contra D. Pedro. Generalizase la lucha, y en ciertos puntos llegan
a batirse cuerpo a cuerpo; el cañón retumbaba de continuo.
Cejan los de Bárcena y comienzan á retirarse ordenadamente,
y van lejos, perseguidos siempre, con cierta cautela, por sus adversarios.
Más afortunado
el Marquesito, consigue acorralar en unos castañedos a los
que fueron contra él, y en tal situación los tiene,
que sólo defenderse pueden, sufriendo bajas sensibles; estrechados
más y más, a su vocerío contestan los nuestros
viendo de coparlos. Dos escuadrones enemigos suben por el Xorro
en auxilio de sus compatriotas; divísalos Porlier desde Las
Peruyales, y envía parte de su gente a esperarlos emboscada
en el Armitan, y al tenerlos cerca, rompe ésta en descargas
cerradas; se encabritan los caballos, caen algunos jinetes, heridos
o muertos, y los demás decláranse en huída,
perseguidos por los del Marquesito hasta Pica el Gallo, cerca de
Grado.
Los que batieron a Bárcena
vienen en socorro de los suyos, cogen á Porlier entre dos
fuegos y libran a los acorralados de la furia de los nuestros, que
se replegan con alguna confusión hacia Pereda.
Contaron unos y otros
combatientes muy dolorosas bajas. Del Fresno perecieron bastantes
vecinos, casi todos sacrificados, inermes, por el vencedor, y a
las viudas de los que más se distinguieron, como va referido
en lugar conveniente, las pensionó la Patria, comprobándolo
dos documentos que conserva el autor.
El enemigo regresa a
Grado y el Marquesito acampa en el Llovio y Moutas, maquinando un
pronto desquite.
Cuentan que al siguiente
día, disfrazado de aldeano, llegó a la villa vendiendo
huevos, para espiar a sus contrarios y procurar averiguar sus planes.
La fortuna le ayudó; supo que por la tarde debía salir
de Grado gran parte de la fuerza, reclamada desde Oviedo, y toma
en seguida su partido: caer sobre el pueblo cuanto antes, sorprendiendo
la mermada división.
Y aquella misma noche,
de improviso y por distintas calles, entra con los suyos en la villa
y sorprende, en efecto, a los franceses, que azorados y miedosos
ofrecen desde sus alojamientos débil resistencia, sin que
tarden, dispersos, en abandonar la población.
La fama de Porlier se
acrisola; fue el ídolo popular.
Otra desazón reciben
los franceses por los mismos sitios y al poco tiempo: se la dio
D. Fernando Miranda.
Con numerosa partida
entra por la loma del Esqueriz sigilosamente para coger descuidado
al enemigo, que descansaba en el carbayedo real del Xorro. Abrenle
camino por entre el rozo, cortándolo a su paso, algunos campesinos,
y logran sin novedad los guerrilleros llegar a las praderas de Esguilera:
allí son descubiertos y sus adversarios se desbandan, dividiéndose
en dos grupos, y siendo el más numeroso perseguido, corre
a defenderse cerca de Moutas; pero con suerte escasa, pues en su
azoramiento forma una masa tal, que recibe de lleno los fusilazos
de los nuestros, y muy luego en la Llalga una carga a la bayoneta,
apenas esperada ya por los franceses, los disuelve, y a todo correr
llegan al Cabañín de mala manera, con la ropa hecha
jirones, casi descalzos, escondiéndose donde y como pueden.
Conseguido este resultado,
toma la partida por Santa Cristina en busca de los otros dispersados
en el Xorro, que vuelven a serlo ahora, ocultándose también
por las asperezas de Pereda, como sus camaradas.
Aquella noche duerme
en Grado D. Fernando y lo aclaman y obsequian a porfía, lo
mismo que a sus soldados*.
En este período
de la guerra fue extremada la movilidad de esta partida. En varias
ocasiones se parapetó en la pomarada del Pradón, frente
a los muros de Grado, y desde allí hostilizaba con sus fuegos
la casa de Miranda, donde solía alojarse el General en jefe
del ejército francés. En uno de los inesperados ataques,
ya de noche, hallábase en la casa Bonnet, y se dice que le
alcanzó ligeramente una bala, llevando la alarma a toda la
guarnición. Perseguidos los nuestros, inútilmente
en este caso como en otros semejantes, motivó la orden de
talar la pomarada.
Fue aquella partida,
en el Concejo, la que más se hizo notar y temer del enemigo,
puesto en jaque de continuo por el temerario arrojo de D. Fernando
y sus gentes.
En esta zona, como en
el resto de Asturias, mientras duró la guerra, mostraron
los naturales aptitud de guerrilleros, siendo las cumbres sus constantes
aliadas*.
Esas guerrillas, en que
los patriotas se batían cuerpo a cuerpo, o en emboscadas
sorprendían a sus contrarios en bruscas acometidas, irritaron
a Bonnet hasta el extremo de fijar un bando inhumano, opuesto a
las leyes de la guerra, en Grado y Peñaflor al comenzar Enero
de 1811. Bando del que protestó el Comandante general español
D. Francisco Losada, y que dio ocasión a los soldados franceses,
enseñoreados del territorio gradense, a que cometieran desafueros,
principalmente en el partido de Salcedo, viéndose obligadas
a huir las familias refugiadas, de Grado en su mayoría, a
otros sitios más lejanos del foco enemigo.
Es completamente derrotado
el ejército español en Cangas de Tineo el 19 de Marzo
del expresado año 1811.
Y precisamente ese día
atacó Bárcena la fortificada iglesia del Fresno y
la tomó a viva fuerza, después de haber aprisionado
un pelotón de franceses que iban a relevar a sus compañeros*.
Muy pronto volvió
a castigar al enemigo en la misma parroquia. Estaba con su partida
junto a una venta 6 taberna, cuando avistó á los imperiales
avanzando por el camino de San Marcelo. Toma Bárcena por
el del Requexo para colocarse en punto estratégico,
próximo al llano de la Tejera, y sobreviene un choque, recio
y breve, en que hubo de retirarse el francés con pérdidas
hacia el Morriando, donde se hallaba tranquilamente una banda de
200 aldeanos armados de chuzos, hoces, hachas y fusiles, que lo
hubieran pasado mal a no avisarles Bárcena para que se retirasen
inmediatamente.
Los valles del Nalón
y Narcea son por entonces teatro de aquella
acción, en que el General Valleteaux hubiera derrotado por
completo a los asturianos sin los esfuerzos de Porlier, que le contuvo
en lo mejor de su triunfo.
La lucha no cesa; se
prolonga, hasta que por último el 14 de junio tienen los
franceses que evacuar el Principado, a pesar de la fatal jornada
de Prelo, en que el esforzado Bárcena cayó herido.
Tres días antes
de abandonar el país, el 11, salieron aquéllos de
Grado mal de su gusto.
El General Losada, desde
Cangas de Tineo, donde estaba el Cuartel general, avanza con las
tropas de la segunda sección, ávidas de picar la retaguardia
al enemigo, y haciendo alto en Grado, siguieron a Oviedo, lo que
participa el General a la junta Suprema*.
Tornan a lucir días
bonancibles.
En esta seguida invasión
permanecieron los franceses largas temporadas en la villa, siendo
ella su Cuartel general y paso continuo de unos u otros beligerantes.
Iban los vecinos familiarizándose con los extranjeros, y
hasta alguno hizo con ellos lícita amistad; mas con todo
fueron siempre mirados como huéspedes molestísimos,
y generalmente odiados, llegó a tenerse por insulto el ser
llamado francés*
.
Odiados tenían
que serlo: su modo de conducirse, las crecidas derramas y frecuentes
requisas de ganado, sus crueldades, todo conspiraba a que lo fueran,
y lo sabían, y por eso, suspicaces, exageraban las precauciones
y el rigor; hasta la molienda vigilaban, lo que trajo deplorables
consecuencias. En el molino del Fuejo, La Mata, sorprenden y matan
los guerrilleros a dos franceses vigilantes, y son fusilados en
el Campo los inocentes molineros, suponiéndoles culpables*;
tras ellos otros dos de su oficio, inocentes también, por
el supuesto de envenenar las harinas, y para vengarlos, los del
molino de Santiago (San Juan), con tres hermanos suyos, apuñalan
y entierran en el cauce a los dos guardianes franceses, y si los
culpables se libraron de la muerte fue porque hicieron creer que
los vigilantes habían desertado.
Víctima de su
españolismo fue igualmente el respetable hacendado Cuervo
Arango, fusilado junto al prado de la Laguna, en La Mata, por un
pelotón de franceses que requisaba ganado.
Cierto que aun dentro
de la villa no podían los imperiales estar tranquilos; de
modo airado perecieron algunos en las calles, y en el campo se les
hacía una guerra despiadada: francés rezagado o desprevenido,
era muerto sin piedad; los cercanos valles quedaron llenos de sepulturas,
y así las represalias eran justas a veces.
La musa popular se desbordó,
reflejándose en versos y canciones que de bueno sólo
tenían la intención, y ésta, bajo el concepto
patriótico*.
Las casas de Valdecarzana
y Fernández de Miranda fueron cuartel de los imperiales,
y para comunicarlas entre sí tendieron un puente sobre la
calleja que separa esta casa de la huerta de aquélla; convirtieron
también en cuadra la capilla de los Dolores y la sacristía
en cocina.
En lo alto de la Cuba,
arrabal del pueblo, levantaron un parapeto, que artillaron con dos
cañones, y en él tenían constantemente retenes.
Enterraban sus muertos,
generalmente, en el pradin de la Borbolla, llamado por los vecinos
cementerio del francés, y en San Miguel de las Ollas*.
Alejados de Asturias
los franceses, vuelve la junta provincial a fijar su residencia
en Oviedo, y al cruzar por Grado dos de los Vocales, viniendo de
Occidente, son objeto de público entusiasmo.
Se fracciona el ejército
asturiano para marchar una parte en ayuda de sus hermanos de allende
Pajares.
Son acantonadas algunas
fuerzas en Grado, y la junta patriótica local, a pesar de
sus exiguos recursos, proporciónales buenos alojamientos
y raciones, gracias a la cooperación que le prestaron todas
las clases de la sociedad*.
En el mes de Octubre
se traslada el Repuesto de comestibles de Salas a Grado, agregándosele
Miranda, a propuesta del Director de Víveres y en conformidad
de la junta Superior.
Vuelven los franceses
el 5 de Noviembre. Los primeros rumores llegan a Oviedo al atardecer,
muy confusos, llenando de tristeza a todos los habitantes. Reúnense
apresuradamente los Vocales de la junta, sin saber nada en concreto,
y unos y otros se preguntan, se interrogan, y alguno duda de la
amarga realidad; pero llega el Presidente y puede confirmar por
desgracia, disipando toda duda, la noticia de la nueva invasión.
Se declara en el acto
la sesión permanente.
Tómanse disposiciones
rápidas, eficaces, unánimes, como eximan. las circunstancias,
y llegadas las tres de la madrugada del día ó, acuerda
la junta trasladarse sin pérdida de momento á Grado,
y en consecuencia "salió para esa villa, a donde llega
aquella misma mañana -copiamos el acta de la sesión-,
e inmediatamente se trató con la Comisión sobre los
arbitrios que debían adoptarse para proporcionar subsistencias
a. las tropas asturianas que probablemente iban a reconcentrarse
en Grado; se hizo comparecer al Administrador, D. Luis Laguna, y
se le previno recaudase los caudales y efectos de la Real Hacienda
y los pusiese a salvo bajo toda responsabilidad."
"Se conferenció
sobre asuntos de servicio con el jefe de Estado Mayor, D. Francisco
Hubert y noticiosa la junta de haber llegado á Peñaflor
los batallones de Marina, dio órdenes para que los conductores
de las reses de la Provisión dejasen seis en aquella villa,
con el fin de que las tropas no escaseasen de este artículo,
y, por último, se tomó el camino de Cornellana; pero
habiendo sobrevenido la noche, se tuvo por conveniente pasarla en
Dorigas."
Al salir de Grado la
junta, la acompañaron los vecinos gran trecho, aclamándola
sin cesar, aunque angustiado su espíritu. Constituíanla
D. Luis Arango, D. Ramón de Llano Ponte, D. N. Puertas y
D. Joaquín Sánchez pues otros Vocales ya desde Oviedo
salieran a distintas comisiones, según se desprende del acta
existente en el Archivo provincial.
En cuanto los junteros
llegaron a Dorigas, continuaron tomando providencias u oficiando
sin darse apenas reposo*,
y al amanecer del día 7 salieron presurosos para Cornellana,
a fin de seguir por la vía de Salas a Tineo y por Mohías
a Fígueras.
Los que penetraron en
Asturias eran 12.000 hombres al mando de Bonnet, divididos en dos
cuerpos: el que entra por Pajares él mismo lo acaudilla,
y confía a Gauthier el que entra por Ventana.
Avista Bonnet a los asturianos
en Fierros, mandados por Losada, que sabe al propio tiempo los pasos
de Gauthier, y temeroso de ser envuelto por los dos capitanes franceses,
se replega hacia el interior, hallándose sin novedad con
sus tropas en Grado a los dos días, el 7 citado, a donde
acudieron también el General Bárcena y, tras marcha
apresurada, el incansable Moscoso.
Salen de la villa los
nuestros a ocupar las alturas del Fresno para desbaratar los designios
de Gauthier, que intentaba atacarles por la espalda, con lo cual
quedó a cubierto el paso del Narcea.
Burlado en sus planes
el jefe francés, sufre luego un revés en el Fresno
y las Dorigas al luchar con la retaguardia de Losada, que le inutiliza
varios combatientes.
Tan mala fortuna fuerza
a Gauthier a suspender por entonces la persecución de los
españoles.
Bonnet, posesionado de
Oviedo, avanza algo más tarde en persecución de Losada,
quien de propósito se retira hasta más allá
del río Narcea. El caudillo enemigo en su camino encuentra
a Grado y demás pueblos solitarios, viéndose privado
de recursos, como procuraron sus habitantes y el ejército
asturiano, que en su bien dispuesta retirada se había llevado
todas las municiones y pertrechos de guerra, colocando al invasor
en la dura y triste situación por que estaba atravesando. Se acantonan
en Grado los franceses, y siguen poco después en Occidente las operaciones,
con fortuna para los españoles, que fueron ganando terreno y acabaron
por arrojar al enemigo a su línea de Pajares a Oviedo, mientras
que en Oriente el Marquesito les combatía también con éxito y sin
tregua, tomando la guerra una faz tan mala para el francés, que
no tuvo más remedio que evacuar nuevamente la provincia en el mes
de Enero de 1812. Esta vez, en su permanencia en Grado los imperiales,
habían levantado fortificaciones en la huerta de la casa de Miranda,
en sustitución de la demolida muralla, que tanto daño hiciera a
los españoles, por lo que la junta acordó el arrasamiento de ellas.
Por cierto que los trabajos para efectuarlo fueron prolongándose
más de lo previsto y faltó el dinero para pagar á los jornaleros,
que no tenían pan que llevarse á la boca, viéndose precisado el
Ingeniero militar director de las obras a socorrerlos de su propio
peculio, según ofició el Comandante general a la junta, la cual
ordenó en su vista á la Comisión del Concejo de Grado que suministrase
raciones gratuitas a los que trabajaban en la demolición, como lo
había pedido oportunamente el Ingeniero*,
lo que trajo disgustos entre las autoridades y por poco la rebeldía
de la Comisión. Algo más tarde pidió la junta que se le remitiese
a la brevedad posible un estado de los granos que habían quedado
a la evacuación de los enemigos. El país preparábase ante nuevas
agresiones, que consideraba seguras, aunque no inmediatas. El Brigadier
Davales, con su división, cubría el 26 de Marzo los puntos del Nalón
y Narcea; Bárcena y Porlier estaban en Oriente.
En Abril todavía
continuaba en Grado el derribo de las fortificaciones, pero ya sin
novedad, habiendo dispuesto el Comandante general cesase en la dirección
de las obras el Ingeniero militar, y se encargase de ellas la Comisión
de Grado, en unión de la de Candamo, por mandato de la junta,
que á la vez encarecía la mayor actividad en los trabajos*.
Quéjanse los habitantes
de Salas del gravamen excesivo que imponía el servicio de
los continuos bagajes, y como la Junta creyera en principio justificada
su querella, acordó que una parte del concejo de Miranda
se agregase para aquel servicio al de Grado, ínterin los
Diputados de esos concejos y sus jurisdicciones se reunían
en Cornellana, como se proponían y debían hacerlo
el 25 de Mayo, para arreglar definitivamente un asunto que era de
temer levantara protestas, principalmente en Grado*.
Coincidiendo con tales
propósitos y antes de poder realizarlos, hacia el 19 de aquel
mes, penetra Bonnet en Asturias por cuarta vez, ya nutridos sus
batallones; pero ahora, breve fué su permanencia.
Una columna enemiga llega
a Grado a los pocos días lo deja guarnecido y continúa
su camino a Salas, donde no se atreve a penetrar, y se replega prudentemente
para regresar á Grado el día 30. Durante el trayecto,
en el retroceso, soldados v jefes roban aldeas, talan campos v cometen
exacciones que posteriormente, al extenderse por Salcedo, llegaron
á lo inverosímil.
El 1º de junio había
reunidos en Grado 1.200 imperiales, con ánimo, según
noticias llegadas á la junta Suprema. de atacar la división
de reserva acantonada en Tineo*.
Pero el ejército
amigo aumenta en diversos puntos sus ventajas; mortifica cada vez
más a los franceses, que no tienen descanso; les entra el
desaliento, y no había terminado el mes de Junio de aquel
año feliz de., 1812, cuando en derrota salen por Oriente,
y dejan de hollar para siempre, para nunca más, volver, el
suelo asturiano.
De Grado se despidió
el francés con rumbo. Ya anochecido, apaleó unos cuantos
vecinos e hizo arder la casa de Fernández de Miranda; bien
es cierto que labró la fortuna de otros, como vamos á
ver.
Tenía el enemigo
sus provisiones de boca en las dos paneras que había en la
Magdalena, y al ponerse en marcha, algunos soldados indicaron a
los vecinos que los contemplaban que podían aprovecharse
de las provisiones, porque ellos seguramente no volverían
más. No quisieron oir otra cosa los invitados, y carganando
con todo a quien más podía, dejaron limpios los dos
artefactos, después de un traiín que duró hasta
el amanecer. Hubo hombre que logró acopiar cuarenta fanegas
de buen grano, con más, jamones, tocino, etc., siendo base
de la holgada posición que luego disfrutó*.
Entre algunos gradenses
y franceses cambiáronse regalos por vía de recuerdo,
y aquella noche desertaron cuatro ó seis soldados del Imperio
por no abandonar sitios que tan gratos les eran, casándose
en la villa, donde se hicieron apreciar, como hoy sus descendientes.
Dicho queda: fue valiente,
desinteresada, constantemente patriótica la conducta de Grado
y su término en aquellos años de prueba y ciertamente,
el día que el último soldado francés traspuso
Dará siempre los umbrales del Principado, bien pudieron considerarlo
estos habitantes como el más fausto de su vida*.
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