Villa de Grado - Asturias - España

Moscón

 

istoria de rado

«as tradiciones se pierden a medida que desaparecen los pueblos»

(Alberto Álvarez Peña)

«Antiguamente, el Día de Difuntos, los familiares dejaban sobre la tumba un plato con la comida favorita del fallecido»

Alberto Álvarez Peña.

Oviedo, Ana P. PAREDES

Cuando Alberto Álvarez Peña habla de «sus paisanos», la voz se le torna cálida y cercana, como si ayer mismo acabase de recuperar otra costumbre más que se había hundido en el río del olvido, ahí donde este investigador etnográfico encontró xanas y les puso rostro y cuerpo a otro de tantos seres mitológicos a los que ya vemos a través de sus trazos.

Apasionado de su tierra, Asturias, así como también de la cultura celta en general, este gijonés ha publicado ya numerosos libros entre los que se encuentran títulos como «Leyendas de Piloña», «Leyendas de la mariña», «Asturias mágica», «Los celtas en Asturias», «Conxuros y responsos» y «Ayalgas y tesoros de Asturias», entre otros.

-¿Dé dónde proviene la celebración de Halloween y qué motiva que tenga cada vez más adeptos en Europa?

-La raíz de esta celebración es europea y no norteamericana, como se pueda creer, pues se basa esencialmente en la celebración del Samain o fiesta del cambio de estación, siendo la más conocida la de tradición irlandesa. Para los pueblos de origen celta, o bien digamos de raíces indoeuropeas, es una fiesta que implica el fin del verano y el comienzo del invierno, y además, el 1 de noviembre era también el único momento del año en que los muertos entraban en contacto con los vivos. De ese origen hemos pasado ahora a una celebración meramente comercial y lúdica, vacía de contenido. Tendríamos que reivindicar nuestras propias tradiciones en estas fechas en Asturias, donde la costumbre de la calabaza ya existía mucho antes de que nos llegase el Halloween norteamericano.

-O sea, ¿que en Asturias también existía un propio «Jack, el de la linterna»?

-Sin duda. En Salas mi abuela recuerda que la noche de Todos los Santos se vaciaban calabazas y se ponía dentro una vela encendida. Se colocaban en los huertos o en los cruces de caminos. Otro ejemplo es del monte Tandión, en Villaviciosa, por el que aquella noche nadie se atrevía a pasar porque creían ver allí el rostro del diablo. Se trataba de una calavera con una vela encendida que alguien colocaba allí para gastar la broma a los vecinos.

-La petición de dulces por las casas, ¿también existía aquí?

-Sin tener que identificarlo necesariamente con dulces, hay que recordar que el obispo González Pisador prohíbe de forma fulminante, en las Constituciones Sinodales fechadas en 1786, y entre otras cosas, que en la noche de difuntos los niños del pueblo salgan a pedir alimentos por las casas, así como también que tenga lugar una comida de todos los vecinos que se celebraba, con tal motivo, en el cabildo de la iglesia. Allí era habitual comer, en días festivos, el pan sobrante de caridad, también conocido como "pan de ánimas"».

-¿Ese pan se ofrecía en la noche de Todos los Santos exclusivamente?

-No. En principio era una ofrenda a los muertos. Cuando alguien fallecía se cocinaba un pan enorme y se repartía entre los que asistían al entierro. También se entiende aquel pan que se repartía en las parroquias los domingos. Por turno, cada vecino llevaba un pan, que bendecido por el sacerdote, era troceado y repartido entre los presentes que, a cambio, entregaban una limosna.

-¿Qué otras costumbres tenían lugar en Asturias esa noche?

-Había de todo un poco. Por ejemplo, en Argandenes, en Piloña, era habitual dejar fuera de la casa las ferradas (un caldero) con agua para que las ánimas bebieran en caso de detenerse allí. Incluso en algunos lugares no se acostaban esa noche en la cama, para dejarle sitio al espíritu visitante o se avivaba más el fuego para que se calentara en él. En algunos pueblos se llegó a dejar sobre la tumba del familiar un plato con la que fue su comida favorita, véase fabada, arroz con leche, pote...

-La Güestia, según la mitología asturiana, ¿salía habitualmente o lo hacía sólo en esa noche?

-(Sonríe). Bueno, la Güestia, como se conoce a la procesión de almas en pena, digamos que en ese noche no faltaba a la cita.

-¿Y lo de «no barrer la dicha»?

-¡Ah!, sí. Antaño se decía que por la noche, y fundamentalmente en Todos los Santos, no se debía barrer hacia fuera de la casa, pues se creía que se barría la dicha y se atraía la desgracia. Se consideraba que en la ceniza había parte de las ánimas que acudían a calentarse al fuego, y que traería al hogar mala suerte en caso de expulsarlas. Son tradiciones que se van olvidando, que se van perdiendo a medida que desaparecen los pueblos y las gentes que los habitan.

Continúa

Home