El itinerario asturiano de La Barraca, en los primeros días
de septiembre de 1932, formaba parte de la segunda gira que la compañía
universitaria realizaba por tierras de la geografía española.
Venían de Galicia de presentar su espectáculo compuesto
por tres Entremeses de Miguel de Cervantes, y la siguiente escala,
estaba previsto que fuese Santander, pasando y parando en Asturias.
El 10 de julio de 1932, inician su primera gira debutando en Burgo
de Osma, para continuar en San Leonardo, Soria, Vinuesa, Ágreda
y Almanzón. La segunda da comienzo el 21 de agosto, con funciones
en La Coruña, Santiago de Compostela, Vigo, Bayona, Pontevedra,
Villagarcía, Ribadeo, Grado, Avilés, Oviedo, Cangas
de Onís, Santillana del Mar donde no llegan a representar,
debido al mal tiempo. Donde sí lo hacen, ya de vuelta hacia
Madrid, es en Riaza, provincia de Segovia.
La primera función que el grupo teatral universitario da
en Asturias, va a ser en Grado en la Plaza de Ponte, como bien se
hace constar desde las páginas de la prensa regional. La
Voz de Asturias del sábado 3 de septiembre de 1932, titularía
su reseña del día después:
"DESDE GRADO - La primera representación en Asturias
del Teatro Universitario":
"A su paso para otras poblaciones se detuvo en Grado el grupo
de estudiantes pertenecientes a distintas Universidades, que patrocinados
por el Ministerio de Instrucción Pública recorren
España con el fin altamente cultural de dar a conocer el
rico repertorio del clásico teatro español.
Dirigen el elenco estudiantil -del que forman parte tres bellas
señoritas- los escritores don Federico García Lorca
y don Eduardo Ugarte.
El desarmable escenario y vestuario, lo transportan en dos camiones
y aparte de la meritoria labor artística de los estudiantes
pesa sobre ellos el trabajo de preparar y desarmar al aire libre
el escenario, tramoya, etc.
La primera presentación del teatro Universitario en Asturias
fue anoche en Grado.
En la plaza (sic) de Ponte, levantaron el espacio escénico
iluminado por reflectores eléctricos, presentaron con lujoso
Atrezzo y vestuario los entremeses de Cervantes, La cueva de Zalamea
(sic), El pícaro hablador y la Guarda
cuidadosa.
La admirable labor de los estudiantes actores, fue premiada con
nutridos aplausos por todo el pueblo de Grado que se había
trasladado a la plaza de Ponte.
Hoy saldrán los simpáticos estudiantes para Avilés
y la campaña artística va tocando a su fin pues se
acerca la fecha que tienen que reintegrarse a sus estudios".
(La Voz de Asturias, 3-IX-1932).
Exactamente la misma reseña (corregidos los errores: playa-plaza
y Zalamea-Salamanca) aparecería en la sección de NOTICIAS
LOCALES del Región, también en su edición del
sábado 3 de septiembre, si bien con diferente titular:
"El Teatro Universitario Madrileño, en Asturias",
a la vez que se hacía eco de la representación que
al día siguiente ofrecerían en Oviedo, en otra columna
de la indicada sección.
El orden de los Entremeses era el acostumbrado y como en el resto
de las funciones asturianas, fueron representados los tres: La cueva
de Salamanca, Los dos habladores y La guarda cuidadosa.
"La primera pieza que representaron los faranduleros universitarios
de La Barraca fueron (sic) La cueva de Salamanca, donde se presenta
al tipo de la mujer hipócrita, la criada infiel y el marido
confiado. También aparecen las figuras del estudiante hampón,
del barbero tenorio y del sacristán sabihondo. Los estudiantes
actores cumplieron admirablemente su cometido escuchando una gran
ovación al final de su trabajo. Los dos habladores, el chistosísimo
entremés cervantino fue lo que a continuación pusieron,
arrancando grandes carcajadas del público con su ajustada
representación del graciosísimo tipo del hablador
que al final de su papel escuchó una prolongada ovación".
(Región 6-IX-32).
Luis Sáenz de la Calzada (en su delicioso libro: La
Barraca, teatro universitario) subraya la gran dificultad que
entrañaba el personaje del Hablador, interpretado por Modesto
Higueras: "El papel era muy cansado porque había que
estar hablando y moviéndose todo el rato y, como quiera que
se hablaba en tono alto para que la gente que ocupaba las plazas
de los pueblos oyese bien lo que se decía, acababa uno auténticamente
reventado". Doña Beatriz era Enriqueta Aguado; el Procurador-Aguacil,
lo encarnaba Jacinto Higueras y, al marido de Doña Beatriz,
Diego Marín. La escenografía, sintetizada al máximo:
cámara negra y algunos elementos, como un sillón en
casa de Doña Beatriz, unas esteras y unos palos para sacudirlas;
especialmente ocurrente era la mesa (tipo recortable) con su comida
y cubiertos pintados que contaba con una pata trasera articulada,
imprescindible para tenerse en pie.
"El tercero y último fue el titulado La guarda cuidadosa.
Su fábula es la rivalidad entre un soldado empobrecido y
un sacristán motilón y pintoresco que se disputan
la posesión de una fregona que, después de varias
chispeantes escenas concede su amor al sacristán porque le
ofrece un porvenir más seguro que el visionario soldado.
Igual que los anteriores fue aplaudidísimo". (Región
6-IX-32).
El soldado de La guarda cuidadosa era Álvaro García
Ormaechea; Cristinica la doncella, lo interpretaba Julita Rodríguez
Mata y los señores principales a los que Cristinica servía,
eran Diego Marín y María del Carmen García
Lasgoity. También había un zapatero y un sacristancico,
interpretados ambos por Jacinto Higueras y un pedigüeño
encarnado por Alberto González Quijano. Los figurines y decorados
eran de Ponce de León y como bien se puede observar en la
fotografía, se reducían a dos bastidores en forma
trapezoidal en cuya base se observa un peldaño, con puerta
y ventana practicable, además del mojón que vemos
a nuestra derecha; al fondo la cámara negra. Pequeñas
coplillas populares, recogidas por Lorca, adornaban los tres entremeses.
La composición de la caravana de La Barraca
estaba compuesta por dos camiones en los que se transportaba los
tableros y caballetes del escenario desmontable (seis metros de
fondo, por ocho de embocadura y un metro veinte de altura), además
de los bastidores del decorado; una furgoneta con los telones de
fondo, vestuario, atrezzo y los elementos de luz; y por último,
un autocar en el que viajaba el amplio elenco, aunque en estas primeras
excursiones, parece ser que los actores y actrices (y señoras
acompañantes) viajaban en dos coches celulares de la policía,
conducidos por chóferes del cuerpo, más algún
automóvil particular.
En Grado fueron recibidos por Valentín Andrés Álvarez,
uno de los asturianos en Madrid (verdadera conexión Lorca-La
Barraca en la villa moscona), y en cuya casa familiar de Grado,
estaba previsto que pernoctasen los componentes del grupo teatral.
El conocimiento entre ambos, les venía de sus colaboraciones
en la Revista de Occidente, y por la coincidencia en la tertulia
de José Ortega y Gasset. Esta relación había
sido propiciada por otro asturiano en Madrid: Fernando Vela, quien
sorprendiera, con su brillante estilo periodístico, a Ortega
de visita en Gijón. Sus editoriales en el Noroeste, a la
sazón, propiedad de la familia de Valentín Andrés,
interesaron al filósofo que en cuanto tuvo ocasión,
lo fichó como secretario de su Revista de Occidente. Fue
el propio Fernando Vela, quien captó al grupo dinamizador
de la revista Plural, entre los que se encontraba Valentín
Andrés, y que en sus Memorias de medio siglo, nos cuenta:
"La redacción y administración de la Revista
[de Occidente] estaba en un apartamento de la Gran Vía, en
el piso "principal" del edificio donde está la
Casa del Libro. En uno de los saloncitos se reunía la tertulia
de Ortega en la que Jarnés y yo entramos desde que comenzamos
a colaborar con la Revista [1925] No era una tertulia literaria,
aunque iban escritores como Pérez de Ayala y Gómez
de la Serna; ni filosófica, aunque estaban allí Morente
y Zubiri; era una reunión de amigos de Ortega que iban allí,
principalmente a escucharle; entre los que recuerdo ahora, además
de los citados, al médico Teófilo Hernando, al físico
Blas Cabrera y al editor Ruiz Castillo". (Op. cit. pág.
106).
La espléndida casa de la familia de Valentín Andrés,
situada a menos de cien metros de la plaza del Ponte, no solo servía
a las mil maravillas para fonda de tanta gente, también como
camerino si hubiese sido necesario, dada la cercanía... Lo
cierto es que ignoro si fue utilizada con ese razonable propósito,
pero sin embargo, lo que sí nos relata Juan Álvarez
Corugedo, hijo de Valentín Andrés, es que apenas sirvió
como fonda dado que todo el elenco de La Barraca, con Eduardo
Ugarte y Federico García Lorca a la cabeza y, por supuesto
los amigos de Grado, pasaron buena parte de la noche de fiesta en
la sidrería que había en la plaza del Ponte, en la
finca que hoy ocupa (¿podía ser de otra forma?) una
entidad financiera. Amistad, alegría, entusiasmo juvenil
tras la función... y la fascinación por el folklore
popular de Lorca, compensada con creces por "el que mejor cantaba
tonada asturiana en Grado; era comunista y tras la guerra civil
tuvo que exiliarse". (Entrevista con Juan Álvarez Corugedo.
Salas, 30-X-01). Y que no podía ser otro que Prudencio Merino
Polenchu, un personaje popular y singular, al que días antes,
Félix Villamil de Silva, glosara en su CRÓNICA GRADENSE
de El Carbayón:
"Prudencio Merino, el mago de las canciones astures".
"Prudencio Merino "Polenchu", (...) es un romántico,
un soñador, un perfecto bohemio. Su vida errante, inquieta,
justifica nuestro aserto (...) De niño, ya demostraba el
hoy meritísimo cantante, su afición por las aventuras
(...) fantásticas, quiméricas. En principio quiso
el mozo, lleno de arrogancia, ser torero. Para realizar sus anhelos
(...) tomó el atrevido muchacho por los caminos de la parda
Castilla, con el mísero hatillo bajo el brazo y en el pecho
un corazón palpitante de valor. Un día -¡oh
suerte, diría él!- topó (...) con gente moza
también, que le brindaron para tomar parte en una capea.
Era la primera vez que Polenchu iba a ponerse delante de los fogosos
becerros (...) cuyo instinto es hundir las afiladas púas
en materia blanda. Un sol de fuego quemaba los rostros sudorosos
de los espectadores, que aguardaban impacientes la salida del astado
bruto. En el redondel, esperándole, Polenchu, sereno, sin
pizca de emoción (...) Un pase por alto a dos dedos de los
cuernos, otro de rodillas, luego un farol, seguidamente una verónica
y con todo esto el delirio, las aclamaciones, la salida en hombros.
El bravo, bravísimo "moscón", ya era torero
(...).
Desandando el camino (...) regresó a su pueblo y una noche,
en unión de unos amigos púsose a cantar en una sidrería
famosa una canción asturiana, plena de sentimientos, llena
de emoción (...) Habíase descubierto un gran cantante,
un intérprete maravilloso del lírico cancionero de
nuestra región.
Desde entonces, Polenchu olvidó los recuerdos sangrientos
de las plazas de toros, consagrándose por entero al canto
y prestando a Asturias un servicio de indiscutible mérito
al expandir por otras tierras, lo más hermoso de nuestro
folklore". (El Carbayón, miércoles 31 de agosto
de 1932).
En la foto vemos sentado al cantante de tonada asturiana, Quin el
Pescador y de pie a Polenchu, que sin duda fue uno de los grandes...
Tanto como para que en la Villa moscona, a la menor oportunidad
festiva, todavía se cante:
En Grado cantó el Polenchu,
más tarde Pepe Miranda,
ahora en "la Flor" de Grado
no hay quien cante una tonada.
Tras las funciones de Aviles, Oviedo y Cangas de Onís, se
fue La Barraca, camino de Santander como en determinados momentos
se hizo eco la prensa asturiana y en Santillana del Mar, la lluvia
les impidió representar. Maria del Carmen García Lasgoity
(actriz de La Barraca) recuerda que fue "en el Hotel Pereda
de esa villa donde en la noche, junto a la chimenea, nos leyó
Federico Así que pasen cinco años, obra que nos causó
impacto y asombro". En cualquier caso, en el verano siguiente,
la caravana de La Barraca pasó por Asturias. Venían
de León, camino de Santander y al pasar "el Puerto de
Pajares se nos fundieron las cuatro bielas del camión; en
Mieres orvallaba; lluvia menuda y triste que contrastaba con el
cielo purísimo de León; fueron tres o cuatro días
los que permanecimos en ese polo industrial asturiano; veíamos
llover sobre los prados verdes y verdear la hierba bajo la lluvia;
de allí, arreglada la avería, pasamos a la Universidad
Internacional de La Magdalena, en la que íbamos a actuar
por primera vez; llevábamos completo el repertorio que hasta
entonces habíamos montado" (Luis Sáenz de la
Calzada, op.cit. pág. 192). A pesar de que tuvieron que bajar
a pie buena parte del puerto, fijaron ese mal rollo en una especie
de himno de La Barraca, con aires zarzueleros, y que decía
así:
La farándula pasa, bulliciosa y triunfante,
es la misma de antaño, la de Lope burlón
transplantada a este siglo, de locura tonante
es el carro de Tespis, con motor de explosión.
Al coche de La Barraca
nunca le falta una pena
ya se le rompe un cristal
ya se le funde una biela.
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